Esta es la máxima que ha esgrimido la empresa de Madrid respecto a sus clientes porque, como se sabe, todo aquel que no ha sacado el abono pertinente para la feria de otoño, se trata de un enemigo a batir. ¿Cómo? De la forma que se ha hecho, subiendo el precio de las entradas de forma desorbitada. ¿Qué pasa que todo el mundo tiene que ser abonado por cojones? Hombre, por el amor de Dios, que habrá personas que podrá interesarles un festejo determinado y, a su vez, con toda seguridad, no pueden hacer frente al abono referido por mucha ilusión que le pongan. ¿Solución para estas personas? Comprar una entrada para una tarde determinada.

Pues algo que parece tan sencillo se he vuelto irreal debido al capricho empresarial por el brutal incremento del precio de las llamadas entradas sueltas. No estás conmigo al no comprar el abono, pues estás contra mí, de ahí la tremenda subida del precio de las localidades referidas porque, la empresa cree que todos los aficionados son de Madrid o, en su defecto, que todos tienen dinero de sobra para adquirir el citado abono. O sea, una dictadura legal al más alto nivel por lo que nadie ha protestado, salvo los aficionados que, en el día de ayer, con una corrida de Adolfo Martín, la que tantas veces ha llenado la plaza de Las Ventas, en el día de ayer había menos de media plaza.

Recordemos que, en la pasada feria de otoño, los mismos toros y en las mismas fechas, la plaza estaba prácticamente llena. El dato creo que resulta más que fehaciente para que tomemos nota. Si en el plazo de un año, en idéntica feria, en la del pasado ejercicio se llenó la plaza y en esta ocasión había menos de media, algo ha fallado y no han sido los toros, más bien la puñalada trapera que ha supuesto ese incremento brutal en el precio de las localidades para todos aquellos que no sean abonados.

Visto lo cual, el primero que pase por la calle está en su derecho en pensar que, hasta los mismos empresarios quieren echar a la gente a la calle y, seguro que lo consiguen. ¿Cabe dislate mayor que lo sucedido ayer en Madrid respecto a los aficionados? No cabe, pero lo hicieron. Y luego se queja la empresa de que tienen pérdidas. Sin duda alguna, a este paso, transita por el camino de los beneficios, dicho de coña, claro. Si no dejan que entre la gente y llene todos los tendidos, ¿de qué manera piensan obtener beneficios? Pura utopía porque los milagros no existen, y mucho menos cuando se hacen las cosas mal y por puro capricho.

Esa catástrofe de ayer se pudo haber evitado si en el peor de los casos se hubiera televisado el festejo pero, entre lo que unos ofrecían y lo que otros demandaban, todo quedó en la nada. Y ahí tienen los resultados. La gente se quedó en casa tranquilamente y acudieron a Las Ventas poco más de diez mil personas, sin duda, los que sacaron el abono puesto que, el resto, los que no acudieron dejaron un vacío inmenso porque el cemento que ayer se podía ver en dicho coliseo daba grima por varias razones; por estar en plena feria de otoño, por lidiarse toros de la legendaria ganadería de Albaserrada en su versión de Adolfo Martín y, ante todo, por contemplar una vez más la decadencia de la fiesta por culpa de los empresarios que, unos por faz y otros por nefas, todos echan a la gente a la calle para que no vuelva. Mal síntoma el que estamos viviendo y, mucho más si hablamos de Madrid.

En la imagen vemos a Adrián de Torres que, según las crónicas sensatas, estuvo torerísimo ayer en Las Ventas, con la pena de haber fallado a espadas por lo que se le esfumó el triunfo, pero lo que nadie le quitará es la dicha de haberse jugado la vida de verdad ante la afición de Madrid con toros de Adolfo Martín.