Desde que el mundo existe las divisiones entre la humanidad han sido una constante, nadie mejor lo ha definido que la autora Sofía Reyes con su canción, primera, segunda y tercera. Tres minutos le bastaron a la autora mencionada para que, con su canción, María Dolores Pradera nos lo recordara con tan bella balada que, para colmo, con la voz de la gran señora de la melodía clásica, la misma alcanzó rangos inolvidables puesto que, en breves sones nos explicaba la realidad de la vida.

Y, lo peor de la cuestión es que siempre ha sido así; primera, segunda y tercera porque, en la vida nadie elige donde nacer y mucho menos la familia que tendrá al venir a este mundo. Hay niños que nacen el seno de una familia pudiente y, la criatura, tiene una cuna de seda; otros con menos poder adquisitivo, dicha camita es de manta y, los más, es decir, los pobres del mundo tienen, a lo sumo, una cuna de petate si es que la tienen.

Queramos o todo lo contrario siempre hallaremos divisiones en la sociedad en que nos movamos, pero es algo consustancial en todo el mundo. Fijémonos que, al respecto, el destino le tiene reservadas a las personas sorpresas inimaginables porque, nacer en casa de Irene Montero, por poner un ejemplo, es un seguro de vida para la criatura que, sin haber elegido el lugar, se encontró con una madre poderosísima sin haber hecho el menor mérito para ello; pero eso no lo sabe el niño, lo sabrá cuando sea mayor y comprenda lo de las diferencias de la sociedad.

Al contrario, ¿qué futuro le espera al hijo de un chatarrero que recoge la chatarra pidiendo limosna? Ya nos lo podemos imaginar. La miseria está servida antes de que el niño pueda darse cuenta. Siempre encontraremos tres divisiones ante la vida y, el vivir mejor o peor dependerá de la suerte de cada cual, no cabe otro adjetivo. Tras lo dicho, está claro que todos hemos admitido –no queda otra- que tenemos tres divisiones que tanto caracterizan al ser humano en todos los órdenes porque, como digo, dependiendo de dónde hayas nacido, a partir de ese momento dependerá tu suerte.

Claro que, dentro de esas tres divisiones apuntadas, si por ejemplo, las mismas, en todos los órdenes de la sociedad pudiéramos compararlas con el fútbol, alabado sea Dios porque, como sabemos en el balompié, muchos futbolistas son multimillonarios; en un segundo grupo, los que tienen organizada su vida y la de sus familiares para la eternidad. Digamos que en pocas palabras hemos resumido la primera y segunda división del fútbol. Nos queda la tercera –ahora dividida en varios grupos- pero en la que todos sus componentes viven como ministros, comparados siempre con un obrero cualquiera. Cierto es que, cada vez que analizo el fútbol me sorprendo a mí mismo al pensar que, en el deporte rey nadie se muere de hambre, cosa que engrandece muchísimo a este legendario deporte que, como es natural y lógico permite que miles de personas agrupadas en todas las categorías vivan opíparamente y, los menos afortunados, como decía, con un rango muy superior a cualquier arquitecto o abogado.

Por el contrario, cada vez que analizo las tres divisiones del toreo –y aquí viene lo del hambre- me entra una pena horrible. Fijémonos que, en la tauromaquia existen esas tres divisiones que nadie percibe porque, aparentemente, todos tienen sus mismas oportunidades para situarse en lo más alto de la tabla y salir de la pobreza. Es lo que parece, pero la realidad dista mucho de todo aquello que, muchos, en nuestra ignorancia, no sabemos. Claro que, en el toreo, lo de las divisiones alcanza a muy pocos si de riqueza hablamos puesto que, con seis dedos de las dos manos nos sobran dedos para enumerar a los ricos del toreo. Son los de primera división. Muy pocos ¿verdad? Así es de forma lamentable. En la segunda división nos encontramos con una docena de toreros que, mal que bien, se han podido comprar una casa, todo un logro para ellos. Pero, amigos, nos queda la tercera división del toreo que, como el mundo sabe, ahí pertenecen el noventa por ciento de los toreros que, todos, sin distinción, ostentan el certificado de pasar hambre y, lo que es peor, exponer su vida a cambio de nada, siempre, a la espera de que suene la flauta y puedan vivir dignamente del toreo, un logro reservado para muy pocos hombres.

Fijémonos que, en la vida, las divisiones antes comentadas, en el peor de los casos el ser humano puede trabajar y vivir dignamente, lo que nos ocurre a todos los que pertenecemos a esa última división en la vida. Pero, hemos llegado a la conclusión de que, la tercera división del toreo es lo más horrible que podamos imaginar. Lo vemos a diario en esos pueblos de Dios, incluso en las grandes ferias si aparece el toro auténtico, caso de Damián Castaño en Bilbao, por poner un ejemplo representativo. Pensar que esas criaturas que se juegan la vida de verdad, sin trampas, sin tapujos, sin aspavientos incluso y, a fin de cuentas, si quieren comer tienen que buscarse la vida mediante cualquier clase de trabajo.  Como decía, primera, segunda y tercera pero, en el toreo, más que la tercera división, existe el infierno en la tierra que, sin duda, es el peor castigo al que se somete a esos hombres ilusionados que, ataviados con el manto de su fe son capaces hasta de jugarse la vida esperando el milagro.

En la imagen, Damián Castaño, el héroe que se jugó la vida en Bilbao frente a los toros de Dolores Aguirre, sabedor de que milita en la tercera división del toreo pero, de ahí emana su grandeza.