El pasado sábado Roca Rey demostró la verdad de la fiesta frente a los toros de Victorino Martín con el atenuante de que él no fue el auténtico protagonista. Digo que demostró la verdad de la fiesta porque pudimos ver –y él más que nadie- el toro en toda su pujanza, grandeza, casta y bravura. Claro que, para infelicidad del peruano la cosa no iba con él, algo que se demostró tras finalizar con sus enemigos.

Y esa grandeza de la hablo no fue otra que la actitud del diestro que, por ejemplo, en los caballos, dejó que machacaran a los toros cuando, por regla general, Roca Rey no suele hacer uso de los picadores porque, al igual que sus compañeros de cartel en los que actúa junto a las demás figuras, esa tarea es totalmente nula porque, como siempre, se le receta un refilonazo para dejar al toro crudo en la muleta; de picarlos como picó a los de Victorino Martín, no le llegaría ni uno solo entero al último tercio porque, claro, morirían antes de que Roca Rey cogiese la espada.

El peruano tuvo un toro más en Victorino y otro de una bravura excepcional pero, claro, eran puros Albaserradas y a dichos toros no se les hacen perrerías, a lo sumo, se dejan torear como mandan los cánones y nada más. Roca Rey estuvo digno toda la tarde pero, no vimos ni el clásico arrimón cuando sabe que tiene a su enemigo totalmente dominado, sabedor de que el toro ya está más muerto que vivo, de ahí esa catarsis de falso valor. Para su suerte, no hizo ni una sola concesión a la galería como en él es siempre habitual, una fuerza motriz con la que encandila a las gentes menos avezadas en materia.

¿Alguna pega en torno a lo que hizo Roca Rey en Sevilla? Ninguna, por supuesto. Toreó como sabe, pero eso no certifica que nos guste a los demás; que le va muy bien, eso lo sabe hasta Dios pero, en definitiva es un muletero vulgar que, al tipo de toros que mata los hipnotiza y, a su vez, a los menos expertos que acuden a los recintos taurinos, incluso en Sevilla ha triunfado varias veces pero, amigo, esa verdad que reinaba en la plaza es la que le sepultó como si le hubiera caído un alud tremendo para enterrarle como torero.

Yo no le hubiese dado premio alguno porque, entre otras cosas, un premio ante un toro de Victorino tiene que ser algo muy grande. Recordemos que, matar un toro de Victorino lo hace cualquier profesional, el mismo Luís Bolívar lo ha hecho repetidas veces y con tremendo éxito, con recordar la corrida en la que el ganadero de Galapagar se presentó en Cali hace tres años y, a su vez, lidio la corrida más completo de lo que llevamos de siglo. Embistieron los seis enemigos de aquella tarde que, pese a su fiereza, llevaban dos cortijos en cada pitón, hasta el punto de que se cortaron creo que once orejas y Bolívar como De Justo, firmaron una tarde inolvidable.

Que yo me muestre remiso a la hora de conceder triunfalismos absurdos es lo normal pero que, Sevilla quedara inerte ante la actuación de Roca Rey, todavía sigo sin comprenderlo porque, hasta mi crónica me preguntaba si lo espectadores eran distintos que, en su mayoría así debió ser porque no se entiende ese silencio sepulcral de desaprobación ante todo lo que hizo el diestro que, hasta la música no quiso saber nada de su labor.

Lo realmente triste de este hombre, pese a que está rico y acumula muchos caudales con el esfuerzo de todo lo que ha ganado en los ruedos, llegado el momento de la auténtica verdad, nada que ver con la que él nos obsequia la suya que, ciertamente, es muy barata, algo que se comprobó en Sevilla el pasado sábado. Dije en tal fecha que, en Sevilla se había erigido un monumento a la verdad y, así quedó demostrado, aunque él no fuera el protagonista.

Es cierto que la verdad brilló junto a dos “muertos” de hambre pero que, de seguir por ese sendero del que jamás se deben de apartar, se harán ricos por la vía de la honradez, la verdad, el toro auténtico y el milagro que nos obsequiara un tal Manolo Escribano que, sin duda, firmó en La Maestranza la página más emotiva de su vida. Y ha firmado varias ya. ¿Qué decir de ese gran torero llamado Borja Jiménez que tuvo que lidiar tres toros y solamente uno era de triunfo grande? Lo dicho. Se trata de un torerazo con unas condiciones muy válidas y, frente al toro bravo y encastado es capaz d emocionar hasta el palo de la bandera. Esa bandera que, el sábado fue testigo de todo lo que he contado.

Insisto en lo que dije, Roca Rey no debe jamás enfrentarse a los toros del señor Martín porque, como demostró, los mató con la gorra, pero cosechando un fracaso de estrépito. Que siga en su línea de los burros fofos, de esos animales sin casta, ni emoción ni nada que se le parezca a un toro verdadero porque, si repitiera lo único que conseguiría es quitarle el pan a un diestro válido y, lo que es mejor, con ansias de triunfo, caso de Jiménez y Escribano que, juntos, certificaron una tarde para la historia en la Maestranza de Sevilla.

Victorino Martín García, sin traer a Sevilla la corrida soñada, pese a la falta de fuerzas que por momentos mostraron, todavía la sobraron argumentos para que su corrida fuese el puro referente para toda la feria. Muy difícil lo tendrán los ganaderos que lidiaran esta semana; no digo los toreros porque, como sucediera con Luque, en un momento determinado, sale un presidente dadivoso y permite que salga cualquier asalta corrales por la puerta del Príncipe.

Por cierto, dicen que Roca Rey le tiene miedo a Daniel Luque. No entiendo nada. Pero si ambos son el calco uno del otro, lo que evidencia que se podrían entender perfectamente. Luque le pega pases a una farola, como Roca Rey, ¿conde está la diferencia? Y si le tiene miedo a Luque, tras lo que presenció en Sevilla con Borjita y Escribano no te quiero ni contar.