Hoy en Sevilla se han disipado muchas dudas puesto que, gracias a Victorino Martín se ha erigido un monumento a la verdad dentro del ruedo maestrante. Estaba clarísimo puesto que, tras la parodia de Juan Pedro, incluso con los “cuvillitos”, lo de Victorino Martín es otra historia que, sin duda conmueve y emociona. Loa Albaserradas son la pura garantía de la verdad, de que todo el mundo se emocionará, que saldrán las cosas mejores o peores a los diestros pero, la emoción llega hasta los tendidos, cosa que rara vez –yo diría que ninguna- ocurre con los toros de las figuras.

La corrida, si le achacamos un solo pecado, es que ha tenido las fuerzas justas pero, pese a ello, eran de Victorino Martin y, ese ganadero no gasta bromas; todo lo contrario porque, de antemano sabe que los diestros se jugaran la vida y la emociones brotarán a flor de piel. Quizás por esa falta de fuerzas su pelea en varas ha sido muy escasa, vamos, sin ninguna brillantez. Dos toros han salido como le gustan al ganadero, a los diestros y a nosotros, los aficionados que, ante la casta no quitamos el sombrero y nos partimos las manos aplaudiendo, cosa que apenas ocurre en otro tipo de divisas que, más que aplaudir lo que habría que hacer es inhabilitarles para que no tuviéramos que sufrir la parodia al estilo Juan Pedro.

Manuel Escribano se ha ido a la puerta de chiqueros a esperar a su primero y, tras darle una larga arrodillado, ha empezado a torear a la verónica y en la segunda el toro le ha prendido de mala manera infiriéndole una cornada en el muslo, al tiempo que, lo recogía de nuevo de la arena para lanzarlo al aire como si fuera un muñeco roto. Le han llevado a la enfermería con un boquete tremendo en el muslo. Todo hacía presagiar que, ahí había terminado la tarde de Escribano y, nos equivocamos todos. Muy pronto dijeron por megafonía que, Escribano, que había sido operado con anestesia local, mataría el último de la tarde. Vaya si lo mató. Emociones a raudales ha provocado el diestro al salir que, una vez más se ha puesto en la puerta de toriles y, tras recibir a su enemigo, le ha dado cinco verónicas emocionantes.

Entendíamos que, banderillear sería algo utópico pero, tras el tercio de varas, Escribano ha cogido los palos y ha colgado dos pares espeluznantes. No se podía cuantificar la emoción que presentes y ausentes estábamos sintiendo. Algo inenarrable, inaudito, insólito; vamos, algo que solo es posible en ser humano de otra galaxia porque, no creo que Escribano se parezca a ningún mortal. Las ovaciones eran una constante en todo momento porque la gente estaba arrebatada como no podía ser de otro modo. Ya, muleta en mano, el toro tenía mucho que torear, más de lo que incluso el torero pudiera imaginar, algo que le mostró el toro en el segundo muletazo. Aquello parecía imposible porque el toro era remiso a embestir, tiraba hachazos y se revolvía en apenas un segundo. Qué mérito más grande, Dios mío, el de este hombre que ha logrado que al final el toro rompiera a buena en las dos últimas tandas; una proeza al más alto nivel. Todos pensábamos lo mismo, ¿cómo un ser humano de carne y hueso, con una cornada tremenda ha sido capaz de volver al ruedo para jugarse la vida de nuevo? Como digo, esa acción ha tenido un calado enorme y, para colmo, con la espada, Escribano le ha recetado un estoconazo de libro y, la locura ha tenido lugar en las Maestranza. El delirio, dos orejas de pura ley, una vuelta al ruedo de las que hacía años que no contemplábamos, algo inolvidable que tardarán muchos años en borrar. Vítores, decenas de sombreros en la vuelta al ruedo, saludos por todas partes, algo indescifrable que, para mayor valor del torero, se ha marchado tras la apoteosis para que el doctor le operara de nuevo, esta vez con anestesia general para ser trasladado al hospital.

Roca Rey ha tenido dos toros diferentes. Su primero era un animal complicado en el que el peruano ha estado valiente y ha saldado su compromiso sin alarde alguno pero sin que le llegara el agua al cuello. Su segundo tenía nobleza y, a su vez, las características propias de la ganadería. Cuidado que, nobleza no es sinónimo de borrego, ni de animalito inválido con los que Roca Rey hace perrerías. El diestro ha estado tesonero, no ha alardeado de monerías, se ha dedicado a torear y ha demostrado que puede con todo, faltaría más. Eso sí, una vez que lo ha comprobado y así lo hemos visto todos, que no repita. Era su primera vez con los Albaserrada pero, le suplicamos que sea la última. A ambos toros les ha matado de dos soberbias estocadas y, cuando algunos creían que le iban a dar el oro y el moro, nadie ha dicho esta boca es mía. ¿Serían los aficionados distintos a los días anteriores? La pregunta es buena porque con los toros habituales que suele lidiar, Roca Rey es el gran protagonista y así se lo reconocen. No ha sido el día. Silencio sepulcral para la primera figura del toreo que, ya sabemos que puede con todo pero, tras ver la actitud del personal, hasta me queda la sospecha de que le han querido pasar factura por haber quitado el puesto a uno de los diestros habituales en estas corridas para héroes sin cuento ni mácula.

Borjita Jiménez que ha matado tres ejemplares, ha dado una auténtica lección de pundonor y torería y lo que es mejor, de saber torear como mandan los cánones. La gran verdad es que, entre Borja y Escribano, han ridiculizado a la máxima figura del torero pero, yo me alegro por la verdad que ha puesto Borja en su primer enemigo que, conmocionada como estaba la gente por haber herido a Escribano, no se han percatado de todo lo que estaba ocurriendo ante un toro incierto, complicado con el que el diestro se estaba jugando la vida de verdad, a pura ley, nada que ver con los señoritos del lugar. Por cierto, si de Borja hablamos, estamos ante el Ruíz Miguel de nuestros días si de toros auténticos hablamos. Jiménez ha estado hecho un tío con toda la barba, lo ha matado de una estocada y, quiero pensar que, la gente, todavía consternada por el percance de Escribano apenas se ha pronunciado. Pero ha salido su segundo, uno de los dos buenos toros de Victorino y, el de Espartinas ha estado sensacional por ambos pitones pero, ha sido con la mano izquierda cuando ha enjaretado varias series de naturales brillantísimos; de esos que duran una eternidad y por eso son inolvidables. Faena de torero auténtico, cabal; vamos, como si llevar doscientas corridas toreadas y, si no recuerdo mal, en diez años, apenas ha sumado veinte festejos y, la mayoría todos fueron en el año pasado. Como dije, con este torero estamos ante una gran figura con el toro de verdad porque, barrunto que, este hombre, con el burro fofo no diría nada pero, amigo, cuando surge el peligro que es el padre de la verdad, ahí se convierte en un torero admirable al que nadie le reprochará nada. Una estocada tendida en el que el toro ha tardado mucho en caer, ha reducido el premio a una oreja que, de haber rodado el animal enseguida las dos orejas eran suyas, como la del que ha matado por Escribano que, sin la angustia de lo que había sido la cogida de su compañero, otra oreja se hubiera llevado con mucha fuerza. Y ha matado el tercero, segundo de su lote, un animal complicado que ha puesto a prueba al bravo espartinero que ha sabido jugarse la vida con mayor mérito si cabe que en sus toros anteriores. Enorme su labor ante un toro difícil, de los que te ponen a prueba pero que, el chaval ha salido victorioso con todos los honores del mundo. Como digo, Victorino Martín ha erigido otro monumento a la verdad con la lidia de sus toros. Enhorabuena, ganadero, toreros y, hasta la afición se Sevilla que, insisto, dudo que fuera la misma que en festejos anteriores por la coherencia que han mostrado toda la tarde. Hoy ha sido una apoteosis verdadera, nada de cuentos chinos como nos quieren vender un día sí y otro también.