Mucha expectación se había creado el pasado sábado en Torres de la Alameda en la que, en la última corrida clasificatoria de la Copa Chenel, actuaba un torero diferente al resto de los mortales; cuidado que, he dicho diferente, ni mejor ni peor, pero distinto al resto de todo el escalafón. Hablo, por supuesto, de Rubén Sanz, ese artista soriano que vive de la bohomonía en la que, del arte, ha hecho su mejor arma en el toreo. Rubén es romántico, distinto, por momentos con ribetes de genialidad y, por encima de todo, un hombre creativo que sabe sus limitaciones, pero que conoce en profundidad sus virtudes.

¿Qué hizo este torero en la corrida que aludimos? Todos esperábamos mucho, quizás más de lo debido, pero, con sinceridad, no defraudó a nadie; digamos que estuvo a la altura de las circunstancias y nos obsequió con un ramillete de muletazos de una belleza inenarrable. Si alguien pretendía verle en plan guerrero se equivocó por completo, sencillamente porque el diestro soriano siente el toreo desde lo más profundo de su alma y, a su vez sabe que, su obra, la que él sueña, no es nada habitual y mucho menos poderlo hacer en cada tarde que se viste de luces.

Allí quedaron retazos de su arte indescifrable, momentos de una sensibilidad inenarrable; en definitiva, todo lo que se puede esperar de un artista que, con toda seguridad, si le obligaran a torear cincuenta corridas de toros se sentiría herido en lo más profundo de su ser; tampoco lo necesita puesto que, su obra, por bella e imperfecta, no necesita de cantidad alguna, pero sí de la calidad que suele mostrar en todas y cada una de sus actuaciones. Es más, digámoslo en cristiano, Rubén Sanz lleva quince años como matador de toros y apenas ha sumado veinte festejos, eso sí, con el amargo sabor de no haber podido confirmar su alternativa en Madrid, su asignatura pendiente que le gustaría llevar a cabo. Con semejante bagaje en cuanto a actuaciones, ¿qué queremos? Yo creo que nos ha dado este torero mucho más de lo que siempre ha recibido porque sus últimas actuaciones, todas se han saldado con éxito.

El toreo, los aficionados, no podemos perdernos a un artista como el aludido, caso de Rubén Sanz puesto que, no andamos sobrados de hombres majestuosos que, frente al toro, aunque sea por breves retazos, son capaces de crear el momento inolvidable por obra y gracia de sus trebejos toreros. Como nos han contado, la obra de Rubén Sanz del pasado sábado no ha caído en saco roto porque, insisto, nos han confirmado que algunos empresarios de vena romántica, como es el propio diestro, han reparado en el torero de Soria para algunos festejos a lo largo del año. Quiénes le conocemos, si fructífera lo dicho, sentiremos un gozo desmedido y, quiénes no le conozcan se llevarán la tremenda sorpresa de contemplar a un artista en su propia esencia.