Hay que estar muy atento y presenciar las corridas de toros que se emiten por el canal CMM en que, siempre en los pueblos, como por arte de magia, por allí aparece la emoción en el ruedo. Nadie podíamos sospechar, como muchas veces he dicho, que sería en los núcleos urbanos pequeños donde admiraríamos la grandeza y esplendor del toro en su más noble acepción, es decir, EL TORO.

Mientras el taurinismo y sus adláteres dirimen su grandeza en las ferias de “tronío” con la ausencia del toro de verdad, ha tenido que ser en distintos pueblos de Castilla La Mancha y algunas regiones más donde hemos admirado el esplendor del toro bravo, el de siempre, el que emociona, el que no deja a nadie indiferente. No es menos cierto que, ese toro al que amamos no permite florituras ni posturitas épicas para la ocasión. El toro, cuando es real, a lo sumo permite que se le toree, que el torero se juegue la vida y, por encima de todo, que aparezca ese caudal de emoción tan difícil de encontrar en otro tipo de festejos.

El último ejemplo lo hemos tenido en San Lorenzo de la Parrilla en la provincia de Cuenca puesto que, el pasado domingo se lidió una corrida de Miura que hizo las delicias de los aficionados que, llenos de emoción, fueron capaces de vitorear a sus lidiadores que, unos mejor y otros peor, dieron todo lo que tenían que, para colmo, era el TODO. Y en ese “todo” aludido tenía vigencia lo más bello que un torero pude esgrimir, la sensación de que se está jugando la vida y, dicha cuestión, resultó ser la norma durante todo el festejo.

Resultó curioso comprobar como los Miura se dejaron torear; digo que se dejaron porque, lo más natural del toro de Miura es que quiera comerse a los toreros que es su obligación. Como fuere, resulta esperanzador que, los toros de Zahariche, en los últimos tiempos están sacando un fondo de bravura que ni siquiera sospechábamos. Por su comportamiento, nunca dejan de ser Miura, eso lo llevan en la sangre y, mala cosa sería que su comportamiento fuera como los de Garcigrande o similares, entonces sí que hablaríamos de un fracaso en toda regla, pero se ha avanzado mucho respecto al comportamiento de dicho toro.

Sabiendo lo que se dejaban atrás, los Miura del pasado domingo en la plaza conquense dieron la medida de que, si se quiere, se puede; claro, el torero tiene que estar muy dispuesto, ante todo para jugarse la vida y, a partir de ese momento, intentar sacar lo mejor de cada enemigo que, como en esta ocasión, las embestidas de los toros fueron esperanzadoras, hasta el punto de que ese valiente a carta cabal llamado Javier Castaño cortó un total de tres orejas que para su suerte o saber, toreó a su primer enemigo a las mil maravillas. Pese a que Castaño está curtido en mil batallas, cuando se enfrenta a este tipo de toros, nada deja por hacer y, su esfuerzo tiene que ser titánico. Enhorabuena para tan admirado torero que, en esta ocasión además de valiente ha estado artista.

De igual modo, en el haber de Javier Castaño hay que agradecerle su buen gusto para llevar en su cuadrilla a los mejores, es el caso de Joao Ferreira que, es una bendición verle clavar las banderillas, todo un rehiletero excepcional tan admirado en Lusitania como en España. Lo que nadie entendemos es cómo este artista de los palitroques no está contratado todas las tardes de toros, aunque sea “suelto” por aquello de pertenecer a la cuadrilla de Castaño. Como diría un imbécil, “las cosas del toreo”

Regresaba a los ruedos Serafín Marín, el diestro catalán que tan buenos momentos gozó cuando tomó la alternativa, al parecer, el cierre de lo que era su plaza, Barcelona, le afectó de tal manera que desde aquel momento apenas había toreado. Gran gesto el suyo para enfrentarse a los toros de Miura tras tres años sin vestirse de luces. Valiente y cabal estuvo toda la tarde, pasando un calvario con la espada en el último de su lote.

Muy mala suerte la de Serafín Marín en los últimos años porque, como decía, fue sacado a hombros de Barcelona en la última tarde que se dieron toros en dicha plaza, justamente por Albert Rivera, el político catalán que decía ser amigo de Marín y, una vez ostentó el mando de Ciudadanos, no es que no defendiera la causa taurina de la que decía ser muy aficionado, es que le negó el saludo a Serafín Marín, todo un sátrapa que al final ha dado la medida de su ineptitud. Para colmo de los males, viendo cómo se desarrollaba la situación política en Cataluña, Marín se apuntó a Vox para ir en las listas electorales por Cataluña y, no salió elegido; era una tarea poco más que imposible a sabiendas de las gentuzas que por allí pululan. Los “suyos”, es decir, los malnacidos de los dirigentes de su pueblo, Moncada y Reixach, sabedores del “delito” que había cometido Marín, le quitaron para siempre el título de hijo ilustre con el que gozaba en su pueblo. Unos criminales al más alto nivel, como todos los que rigen Cataluña que, de una vez por todas debería de estallar.

Se doctoró en dicha tarde Alberto Pozo, al estilo Antonio Bienvenida o Fermín Murillo por aquello de hacerlo con los toros de Miura, los únicos diestros que se habían doctorado con los toros de tan legendaria divisa. Pozo estuvo valentísimo, con un arrojo a prueba de bombas como demostró en la cogida que tuvo, incluso con el capote dibujando lances de una expresión fantástica y jugándose la vida con la muleta Su fallo con el acero le privó de trofeo en su primero y, por el contrario, el acierto en el último de la tarde le permitió cortar una oreja puesto que, la estocada quedó un tanto caída.

Una corrida, como explico, que hará historia en la plaza de San Lorenzo de la Parrilla que, para la ocasión, como sabemos, debutó Miura en el citado coso, al igual que todos los actuantes, todo un acontecimiento que los lugareños no olvidarán jamás. Reitero que, las condiciones actuales con las que desarrolla el toreo, para nuestra fortuna, aquello de admirar al toro en todo su esplendor, aunque sea en los pueblos  con carteles humildes, siempre merecerá la pena. ¿O acaso vemos a su majestad el toro por las grandes ferias de España?