Lo que ocurrió el pasado jueves en Sevilla da la medida de la farsa en la que andamos sumidos y, lo que es peor, que los asistentes a los toros son cómplices de la parodia, yo diría farsa que se ajusta mucho más a la realidad de lo que pudimos padecer en la tarde antes descrita. Queda demostrado que, todo el mundo quiere “figurar” en los carteles de las llamadas figuras, las pruebas son elocuentes. Tres primeras figuras del escalafón y la máxima del toro en el campo en calidad de ganadero y la plaza a reventar. Y, cuidado, el que no barruntara lo que iba a suceder es que no es aficionado, lo que certifica que no hacen falta expertos para que se celebre la parodia; se lleva a cabo, todos quedan contentos y la fiesta que se muera por propia inhibición de sus protagonistas.
Lo dantesco de la situación es que los aficionados no pintamos nada; bueno sí, en realidad, los que acudieron al festín del toro que se celebró en las tres primeras corridas de la feria maestrante sí eran gentes cabales. Como era lógico, se lidiaba el toro con toda su autenticidad y bravura, animales que propiciaron grandes éxitos a sus lidiadores, pero, el gentío se había quedado en sus casas. O sea que, la masa, en su conjunto, son cómplices totales de la farsa más amarga que nadie pueda imaginar. Y menos mal que en Sevilla, ese gentío no se queja para nada de ahí que todo el mundo campe a sus anchas y, la autenticidad que pedimos los aficionados no deja de ser una quimera inalcanzable. Eso sí, sin toreros de relumbrón hemos tenido la dicha de ver grandísimos toros, no en tamaño, como se desprende, pero sí de una excepcional bravura que, sus lidiadores, para gozo personal, hasta consiguieron éxitos rotundos.
El gentío debería de tomar buena nota y, aunque fuera por curiosidad, llenar la plaza de Sevilla o la que fuere en el día que se lidian toros sin “renombre” pero si auténticos y, a su vez, con diestros de menor nivel mediático, pero más válidos que las propias figuras. De esa forma jamás se sentirían defraudados, pero, amigo, el cuento chino de las figuras les deslumbra y luego vine la hecatombe que, tampoco pasa nada porque como antes dije, esos santos maestrantes no protestan en lo más mínimo. Lo realmente dramático llega cuando, como ha sucedido en Sevilla, tres corridas de lujo, nueve toreros sin el estigma de figura y, apenas tres o cuatro mil espectadores.
Todo cambiaría si el gentío les diera la espalda a los protagonistas de la parodia que, como dije, es más una farsa montada que una broma de mal gusto. Es difícil lo que estoy pidiendo porque, en ocasiones como en la presente feria de Sevilla, con ese lleno a rebosar, muchos seguro que no sabían quién era Pablo Aguado; no digo lo de Morante Manzanares porque sería rizar mucho el rizo, pero lo que digo va a misa.
La conclusión es de un dramatismo sin límites y de un gozo desmedido para las figuras del toreo que, sabedores de que lo que triunfa es la farsa, la siguen ejerciendo diariamente y no pasa nada. ¿Van a tener menos contratos los Morante, Manzanares y Pablo Aguado tras su fracaso en Sevilla? Tararí que te vi. Y si hacemos la pregunta la inversa es entonces cuando nos da un síncope cardíaco del que no podremos recuperarnos. ¿Toreará mucho más Miguel Ángel Perera tras Salir por la puerta del Príncipe de Sevilla y con un dinero acorde a lo que ha sido cuando era figura? Nada de eso. ¿Creerá David de Miranda que, su gran triunfo hispalense le aupará a lo más alto? Vamos, si no le sirvió en Madrid en el año 2019 imaginemos en la actualidad y en Sevilla. Y no hablemos de Calerito, el que salió en hombros en la primera corrida de la feria con los toros de Bohórquez. Allí obtuvo ese triunfo y, para su desdicha, allí morirá. Y este es el mundo del toro que tenemos, lo demás son todo mentiras para goce y disfrute de los señoritos del escalafón.