Los políticos son como los avestruces y los hechos demuestran que no se arregla nada con esconder la cabeza debajo del ala. La realidad está en la calle. Al pueblo se le puede manejar hasta ciertos límites. Se pueden dirigir y ganar voluntades con la demagogia o el poder de los grandes medios propagandísticos. Pero al final los sentimientos del pueblo quedan por encima de las maniobras de los políticos. El triunfo de Borrell ha destruido todo el apoyo del aparato felipista en favor de Almunia. Días antes el despliegue de la cúpula del Gobierno de Aznar para tapar el escándalo de las escuchas del Cesid, ha resultado tan estéril como ridículo.

Y por muchas apariencias de solidaridad entre los ministros, la crisis está abierta y les va a costar mucho trabajo echarles cemento a las grietas que acaban de abrirse. Los graves sucesos del pasado fin de semana han tenido la gran suerte de encontrar una doble cortina de humo para dispersar la opinión pública. El ridículo de la cúpula del PSOE al fallarle sus previsiones en las primarias ha sido amortiguado por el colchón de las últimas disidencias internas del PP.

Por otra parte, también el Gobierno de Aznar ha tenido la gran suerte de que la oposición haya estado centrada en el resultado de las primarias para no echarle encima la caballería parlamentaria a los últimos escándalos de la derecha. Por muchos menos motivos acaban de dimitir en la civilizada Europa dos ministros. La opinión pública exige responsabilidades inmediatas ante los fallos de la seguridad del Estado. En Bélgica la fuga de un preso ha supuesto la caída del ministro de Defensa y del de Justicia. Aquí no ha pasado nada por cosas más graves. Sólo los partidos minoritarios han reclamado soluciones contundentes y reparaciones ejemplarizantes.

Pero la gran fuerza de la oposición no ha sabido dar la réplica a situaciones tan antidemocráticas como la ‘legalización’ del juego sucio de las escuchas o la bestial respuesta de Álvarez Cascos con la ‘losa de cal viva’, frase suficiente para provocar la destitución de cualquier político. No ha pasado nada porque los socialistas estaban más pendientes de los resultados de un pulso familiar entre sus dos líderes. Por otra parte, la oposición está todavía demasiado salpicada por los mismos delitos del Gobierno que en el fondo están deseando darle carpetazo a lo que podía ser una gran baza para dañar la línea de flotación del aznarismo. No se atreven a echar leña al fuego porque también saldrían ellos quemados.

La cúpula del PSOE ha recibido una dura lección del pueblo llano. De entrada resulta una abierta inmoralidad el descarado apoyo de los jerarcas del felipismo a un candidato y desperdiciando al otro. Se han manipulado las elecciones poniendo al servicio de Almunia todo el poder y el aparato del partido dejando indefenso a Borrell, que en alguna ocasión no tenía ni altavoces para dar sus discursos. La descarada presencia de Felipe González a veces anuló totalmente a Almunia dando la sensación de ser Felipe el que se presentaba a pedir los votos.

Al final se ha impuesto el sentido común y las bases no se han dejado manipular por sus jefes. Almunia ha demostrado ya carecer de estatura política para dar la réplica a la derecha, y ha cometido sobrados errores de bulto para apagar las ilusiones de la masa. Borrell está más limpio y más libre, tiene más envergadura intelectual, mejor imagen y una dialéctica más convincente. Ha ganado noblemente y además anuncia que no habrá venganzas.

Creo que aquí está pecando de ingenuo dejando a Almunia que se mantenga como secretario general. Por pudor el derrotado debería dimitir y dejar las manos libres al triunfador. Pero no creo que el felipismo se resigne a quedarse en la sombra. Y el gran peligro de la división interna del socialismo puede aflorar cuando menos les convenga.

En cambio los del PP han acusado el golpe. Brindaban por que saliera Almunia que iba a ser un enemigo mucho más cómodo. Borrell tiene más peligro como jefe de la oposición. Pero si van a seguir las divisiones entre los socialistas, Aznar no tendrá por qué inquietarse. Con Borrell puede llegarse a la unión de toda la izquierda. Con Almunia ya se ha visto que no es posible. Y sólo un frente común de toda la izquierda podría inquietar a este Gobierno. Lo demás sólo serían incordios pasajeros. Y el poder asegurado para la derecha con vía libre para las baladronadas de Álvarez Cascos.

Alfonso Navalón, abril de 1998

El artículo de Navalón nos hace reflexionar para comprender que, casi cinco lustros después de que él narrara este ensay0, el mundo de la política sigue siendo exactamente igual de cruel que en aquellos años.