Aquella noche yo estaba leyendo «La chica que escapó de Auschwitz», tenía el teléfono en modo silencio, pero en vibración, era ya tarde, casi la una y media de la mañana, antes de apagar la luz de la mesilla y dormir quise mirar el WhatsApp del teléfono y allí había un mensaje de mi amigo Carlos Hombrados, me decía, creo recordar, que esa tarde de marzo había toreado su último festejo, que por fin después de tantos años en la profesión de torero le había llegado la hora de decir adiós.

El mensaje venía cargado de cierta nostalgia y melancolía al menos eso es lo que percibí o intuí en alguna parte de su texto, en el escribía que aunque estaba contento de haber llegado hasta el final de su carrera no le importaría como si de un sueño se tratare volver al principio de sus años de escuela taurina y ver torear a sus compañeros «Los príncipes del toreo», eso me pareció bonito y me inspiró para escribir algunas cosas de aquella época que compartimos como era la afición, las ilusiones, los sacrificios y sueños.

Hoy en este relato me apetece escribir algunas cosas que ya escribí aquella noche y otras que escribiré ahora.

Aquel emotivo mensaje me levantó de la cama me llevo al blog y me puse a recordar y a escribir.

Aquella noche me hizo sentir que también llegaba mi final como torero, pues cuando llegase septiembre me iría del toro yo también.

Pero aquella madrugada no quise escribir del agridulce final de la carrera de un torero sino de los felices comienzos.

Y … El comienzo de la carrera de Carlos Hombrados empezó un otoño que se acercó a la Escuela Nacional de tauromaquia siendo un chaval de unos trece años, aquella tarde iba acompañado por un amigo suyo, la plaza de la escuela taurina de aquella década era una preciosa joya situada en la casa de campo en el recinto ferial, cerca del llamado Palacio de cristal y también muy cerca de la estación del metro El lago, aquel día había vacas y estábamos toreando, sonó fuerte una de las puertas de acceso a la plaza de tientas, era Carlos y su amigo, que tocaban a la puerta repetidas veces para entrar, curiosamente fui yo quien le abrió.

El director de la escuela se dirigió con la voz desde el ruedo a los muchachos y les preguntó ¿qué es lo que queréis?, Carlos, respondió quiero ser torero y me gustaría apuntarme a esta escuela taurina (por cierto que era la única que existía en toda España en esa época), en ese momento había una becerra en el ruedo y le dijo » pues que te dejen una muleta y ven a ponerte delante de la vaca», Carlos, lejos de amilanarse cogió una muleta que le había dejado prestada uno de los alumnos que estaba en el ruedo y se fue para la becerra, el profesor lo había querido poner a prueba, antes de llegar al animal le dijo «vale chaval, súbete al tendido y apúntate cuando quieras».

A los pocos días Carlos se matriculó en la escuela taurina y rápido le auguraron buenas maneras.

Uno de los dirigentes de la escuela le puso a torear en la parte seria del desaparecido espectáculo cómico taurino «El bombero torero», allí toreo bastante, unas veces iba de sobresaliente y otras matando los becerros, aquel tiempo que pasó toreando con el espectáculo taurino le sirvió para adquirir el oficio que le faltaba.

(Que buena labor y afición crearon los espectáculos taurinos y que maltratados fueron por la sociedad actual y por el propio sistema).

Después de aquel rodaje la escuela taurina de Madrid le puso a torear una novillada sin picar en las Ventas y Carlos Hombrados cortó una oreja.

Al finalizar su paso por la escuela taurina empezó a torear novilladas muy fuertes por la zona de Madrid y por el valle del Tiétar, novilladas que en muchas provincias hubieran pasado por corridas de toros, novilladas para toreros pasados y Carlos estaba por hacer .

Matando esas novilladas con poco oficio no es la forma de hacerse torero, sino todo lo contrario, te quitan el sitio que puedas tener. (Es mi modesta opinión y manera de ver).

Carlos, estuvo varios años matando ese tipo de festejos y también acudió a la zona de Guadalajara, donde realizó algunas capeas y mató por aquella provincia varios toros.

En aquellos años surgió entre varios compañeros de la escuela taurina una bonita amistad que aún perdura en el tiempo, con Carlos, entrené mucho en la casa de campo en aquellos años 80, tenía afición y era una persona muy responsable, sabía que su papeleta no era fácil dado que en los sitios donde le ponían no eran peritas en dulce lo que iban a salir por chiqueros, todo lo contrario, animales fuertes con encierro en la mayoría de los sitios y novillos de escasas garantías.

Después de ver que su lucha no tenía recompensa y que llevaba muchos años donde su situación era parecida y no cambiaba, con todo el dolor de su alma se hizo banderillero.

Pero antes de seguir con la siguiente etapa de Carlos quiero escribir que cuántos toreros con condiciones se malogran por no tener una persona que lo ayude y sepa dirigir su carrera, estoy de acuerdo que quizá a algunos nos haya faltado alguna condición para ser torero, pero otros si las tienen y se quedan ahí, en fin, la vida misma.

Volviendo a la etapa en que Carlos Hombrados se hizo banderillero, tengo que escribir que en esa etapa profesional suya si alcanzo algunos de sus primeros sueños, ha sido y es un profesional o mejor dicho un torero reconocido por sus compañeros y por los buenos aficionados, ha hecho el paseíllo en casi todas las plazas importantes de España, Francia y Portugal, estuvo acompañando a toreros importantes como miembro de sus cuadrillas y llegó a la nada fácil retirada y jubilación como torero.

Eso también es triunfar, amigo Carlos, no todos llegan a esa meta, me honra contar con tu amistad y haber disfrutado y compartido contigo, días de entrenamiento, tardes de toros, también risas y alguna merecida juerga, no me perdí tu boda y he visto crecer a tu hija.

«Bendita la locura de haber querido ser torero»

Bendita profesión que crea lazos de amistad, siempre le estaremos agradecidos al toro por tantas cosas que nos enseñó y dio»

«Va por ti Carlos»

Julián Maestro, torero.