Aquella noche salimos en tren un montón de chavales desde la estación de Chamartín (Madrid) con destino al cuartel de Alicante (Rabasa), habíamos sido llamados a filas como se decía entonces para cumplir con la patria, en aquellos años era obligatorio hacer el servicio militar.
En el andén de la estación, padres, familias y novias se despedían de sus hijos que al día siguiente se incorporaban como reclutas a un cuartel para meses más tarde convertirse en soldados.
Los vagones del tren donde viajábamos iban repletos de muchachos que en pocas horas iban a pasar de ser civiles a ser reclutas y pocos meses después, soldados.
Pocos o casi ninguno durmió en el viaje de aquella noche,» la mili» tenía fama de ser dura o al menos así nos lo habían contado a los próximos reclutas que íbamos a incorporarnos a la mañana siguiente.
Cómo decía casi nadie durmió, unos cantaban, otros bebían y fumaban algún cigarrillo de la risa, otros daban la sensación de estar ensimismados vaya usted a saber con cuál preocupación o pensamiento.
Personalmente yo iba preocupado, mi madre años antes de hacer el servicio militar en muchas ocasiones me decía aquello que decían las madres de entonces «Cuando vayas a la mili, allí te van a espabilar», y yo me preguntaba ¿tan duro es el ejército, más que ser torero?
En aquél viaje de tren nocturno, yo también fui del grupo de los que bebió y fumó (con cierto control) para estar más alegre y olvidar preocupaciones.
En esos vagones viajó lo mejor y lo peor de cada casa.
Al día siguiente a la salida de la estación de trenes de Alicante nos esperaban unos camiones del ejército con una caja grande donde nos subíamos los reclutas con destino al cuartel.
Al llegar al cuartel nos formaron a todos los novatos, creo que pasaron lista, también recuerdo que entre los reclutas estaba Ricardo Chirinos el cantante del grupo de la época «Pistones», en aquel momento nadie sabía quién era nadie, pero un mando militar creo que sería un cabo 1°o un sargento dijo en voz alta ¿quién es el cantante de los Pistones?, el alzó la mano o dio un paso al frente y lo incorporaron me imagino en alguna compañía especial.
(Las compañías para el que no haya hecho la mili, eran como una especie de naves grandes habilitadas con camas y servicio donde vivíamos y dormíamos los soldados.)
De las primeras cosas que recuerdo que nos hicieron a los recién llegados al cuartel fue cortarnos el pelo con aquellas maquinillas eléctricas donde nos dejaban el pelo con apenas dos centímetros, en aquella época por la calle se distinguía bien a los soldados por su exagerado corte de pelo, hoy en día no se sabría distinguir al soldado de la persona civil puesto que la actual moda es llevar el pelo muy rapado de atrás y de los lados como los soldados de entonces.
En los primeros días de cuartel también nos vacunaron, recuerdo aquellas largas filas de reclutas en el patio del cuartel con los brazos remangados y dos uniformados uno a cada lado clavándonos la aguja e inyectándonos el líquido.
En el Cir que es como se llamaba al centro de instrucción de reclutas nos enseñaron a desfilar, también el manejo básico de las armas, armar y desarmar el cetme (fusil ligero) que fue nuestro compañero, al menos el de muchos durante todo nuestro periodo militar.
En Rabasa durante el periodo de instrucción desfilábamos todas las mañanas a no ser que tuviéramos que hacer algún servicio, (cocina, etc.) nos estaban preparando para el desfile de la jura de bandera, recuerdo que algunas mañanas mientras trotábamos con el cetme haciendo la instrucción oíamos de fondo la canción de «El pistolero» y algunas más que ensayaban desde una nave de fondo un grupo de músicos reclutas entre los que se encontraba el mencionado líneas atrás Chirinos.
La vida en aquellos días de cuartel era parecida, el objetivo era enseñarnos a desfilar para la bonita y famosa jura de bandera, por las mañanas instrucción y desfile, por las tardes si no teníamos ningún servicio que hacer nos daban permiso para salir a la ciudad, paseo lo llamaban.
Por fin llegó el día de la jura de bandera donde desfilamos los reclutas que nos íbamos a convertir en soldados en aquel noviembre del 84, aquel día estaba lleno de familiares, padres y amigos de los reclutas que íbamos a desfilar, al terminar aquel desfile nos dieron 15 días de permiso y en mi caso personal también un nuevo destino para acabar el servicio militar que acaba de comenzar.
Después de los 15 días de permiso, me incorporé a mi nuevo cuartel, mi nuevo destino militar (Castellón), recuerdo que al llegar allí nos llevaron al periodo de endurecimiento como así lo llamaban los mandos militares, el periodo citado era duro, mucha marchas, caminatas largas con aquellas botas y el cetme, mucha instrucción, a mí lo de caminar se me hizo algo menos duro estaba acostumbrado a ello por mi verdadera profesión pero a muchos de aquellos chavales les salían ampollas y durezas en los pies, aquello se realizaba en un lugar que se llamaba montaña negra en pleno campo donde dormíamos en una especie de barracones.
Pasados dos meses de preparación nos trasladaron ya al cuartel llamado Tetuán XIV que estaba situado a las afueras de la ciudad de Castellón.
Allí pasé un año de mi vida, donde hubo momentos buenos y malos, allí aprendí lo que es el respeto sobre todo a las jerarquías, me convencí también de cómo es la disciplina, aprendí a saber lo que es estar solo en muchos momentos, conocí también el compañerismo, también supe lo que es tragarte el orgullo y también que en aquella época no mandaban los cojones, si no los galones.
El servicio militar me enseñó en aquellos servicios de imaginaria a saber escuchar el relajante silencio y a ver las luces que viven de noche y mueren de día.
Me enseñó que todo tiene principio y fin, la vida y la mili misma, también me trajo amistades que duran en el tiempo, me trajo a mi amigo «Vallito» y lo que es la vida, esta última me llevó ayer mismo a ver un concierto de aquel recluta llamado Ricardo Chirinos que hoy en día sigue tocando con su banda llamada «Pistones».
Julián Maestro, torero