Eran los albores del año 1950 cuando mi señora madre me trajo al mundo en que, para mi desdicha no sabía lo que se me venía encima. Como pude saber a medida que tuve uso de razón, veníamos de una guerra civil en la que España había quedado desolada. Al tiempo que cumplía años solo veía hambre y miseria por doquier; yo no entendía en aquellos años los motivos de aquella vida calamitosa. Era lo que teníamos. Había que luchar para salir de aquel pozo tan horrible y cuando cumplí doce años lo entendí todo. Solo había una fórmula para salir del atolladero de la vida y no era otro que el trabajo. Pasados los años entendí los motivos de la guerra pero, eso lo contaré en otro capítulo.

Pese a tanta desolación o quizás por ello, en España había mucho por hacer en aquellos años, toda una fortuna para los españoles de bien que, gracias al trabajo podíamos saciar nuestras ilusiones de toda índole; es más, no cabía otra opción. Por dicha razón cuando cumplí los doce años encontré trabajo en una fábrica de juguetes y, a tan temprana edad me puse a trabajar, tarea ardua, pero muy gratificante porque nada más que ver la cara de alegría de mi madre al comprobar que, desde tan joven era capaz de traer un jornal a casa, aquello era un logro admirable. Una pena que, apenas cumplí los quince años mi madre se marchó junto a Dios y no pudo ver la grandeza que nos esperaba que, para nuestra fortuna fue inmensa.

Así, a medida que pasaban los años me di cuenta del progreso que había en mi casa y, por ende, por expansión, en toda España. Ricos y pobres, pero todos unidos por el cordón umbilical del trabajo el que siempre nos dignificó. Yo comprobé, al igual que lo hicieron millones de españoles que, las gentes humildes teníamos la oportunidad de conseguir sueños que nos parecían imposibles pero, teníamos el tesoro del trabajo y con semejante fortuna íbamos consiguiendo todo aquello que nos proponíamos.

Recuerdo mis zapatos raídos por el tiempo pero, a su vez, en poco espacio pasé a la bicicleta, todo un lujo al que íbamos consiguiendo muchas gentes. Muy pocos años después, en mis manos tenía una “Lambretta” aquella moto que todos soñábamos mientras que, antes de cumplir mis veinte años en este mundo me compré un auto “Dos Caballos”. O sea que, en un poco tiempo pasé de ser un pobre de solemnidad a ser un trabajador privilegiado. Mi caso era el paradigma de millones de españoles que, no entendíamos de política pero si comprendíamos que, con aquel régimen lográbamos nuestras ilusiones y abandonábamos la pobreza que era la lacra que nos encontramos al nacer.

Puedo dar fe de que los españoles vivíamos como reyes en aquellos años, la prueba no es otra que la de miles de apartamentos que se construyeron en la playa como en la montaña, la gran parte de estas viviendas adquiridas por gentes trabajadoras que, no teniendo recato en trabajar de sol a sol, todo el mundo saciaba sus ilusiones. Por aquellas calendas vimos como la industria tomaba un auge importantísimo, lo que certificaba que, millones de personas se desplazaban de su lugar de origen hasta donde estaba esa mina de oro llamado trabajo.

No hace falta ser muy inteligente para comprender que, en aquella época “nefasta” del franquismo, la que ahora tantos imbéciles denostan, pasamos de la pobreza a la riqueza en un abrir y cerrar de ojos porque, cuidado, ser rico para los que no teníamos nada cuando vinimos al mundo no era otra cosa que tener un puesto de trabajo para ganarnos la vida con honradez. Eso que antes veíamos como lo más normal del mundo, ahora, en esta España de las libertades, algunos millones de personas no tienen ese puesto de trabajo que la gran mayoría anhelan.

Yo que viví aquellos años, como millones de personas de mi generación, nos sonrojamos cuando vemos por ahí a miles de indocumentados que nacieron “el otro día” y nos quieren dar lecciones a los que tuvimos la fortuna de vivir en aquella España grande y libre porque, aquello si era libertad, ignorantes que os habéis creído las mentiras que cuentan los políticos barriobajeros de ahora. Ahora, esos estúpidos hablan de la libertad se refieren a la de ellos porque el pueblo sigue sujeto a la dictadura que a ellos les conviene, por eso lo aprendieron en la Venezuela de Maduro.

¿Quién critica aquella época? Lo explico. Eso es tarea de ignorantes, políticos, gandules, gente de mal vivir y de peor hacer. Para que todo el mundo se haga una idea, con lo que nos cuesta ahora los españoles el mundo de la política, con semejante dineral, cada año se podrían construir un pueblo nuevo para albergar a esos pobres que dicen defender pero que nadie hace nada por ellos. Pensar, amigos, cómo era la política en aquellos años es algo que me enerva hasta el alma. Lo digo porque la política se ejercía por vocación pero sin el menor ánimo de lucro, la prueba no es otra que, entre tantos políticos como conocí, Manuel Fraga Iribarne, una autoridad en materia se marchó al otro mundo viviendo de alquiler.

Es más, todavía me pregunto cómo era posible que, sin apenas pagar impuestos Franco construyó decenas de pantanos, carreteras, miles de viviendas de carácter social –como hacen ahora los sociatas y demás rojos apestosos-, creó la obra más grande que España podía soñar, la Seguridad Social, al tiempo que a los trabajadores les asignaba la paga extra de julio para que todo el mundo pudiera tener vacaciones. Queda clarísimo que, para Franco, un trabajador era una persona sagrada, razón por la que creó la ley de vagos y maleantes que salvaguardaba a las gentes honradas que, a Dios gracias eran la ingente mayoría. Decirles a los jóvenes de buena voluntad del mundo actual que, por ejemplo, en aquellos años las empresas tenían como impuesto el ITE que era del 0,70% sobre la facturación. Imagino que no hace falta calculadora para comprar aquel impuesto con el actual del IVA que es del 21%.

Y si no pagábamos apenas nada, ¿cómo se produjo aquel milagro de la construcción de España en poco más de cuarenta años? Es muy sencillo. Lo que se recaudaba se invertía en los españoles mientras que, en la actualidad, lo que pagamos las empresas y trabajadores se extravía pagando a miles de gandules que, como buenos avispados que son, muy pronto se dieron cuenta del filón que había en la política de la que, miles y miles de personajillos viven de nuestros impuestos y, además, lo más hijos de puta sin escrúpulos, hasta se lo llevan calentito como ha sucedido en miles de ocasiones. Hasta que han llegado al poder esos miles de jovenzuelos que ahora ejercen en la política, ¿qué profesión tenían antes de encontrarse con semejante chollo? Como sabemos, España está al borde de la quiebra pero, que no se preocupe nadie que mandan los rojos, los que siempre destruyeron todo lo que encontraron en su camino, eso sí, sintiéndose demócratas.

Me ha venido este ensayo a la mente porque en mi anterior artículo elogiaba yo el modelo de vida que nos dio Franco y, un amigo, emocionado me felicitaba por el mismo. Pero no me ha felicitado por ser mi amigo, lo ha hecho por ser coetáneo mío y por haber vivido una época fantástica de la que nadie podremos renunciar; nadie de los que a Dios gracias, nuestro cerebro sigue inmaculado por el riego de nuestra sangre. Digamos que, al conservar la cordura y por ende la memoria, nadie puede hablar mal de un pasado glorioso como las gentes de mi generación pudimos disfrutar. Y ahora, por si faltaba algo, estas gentuzas hablan de libertades cuando, como es notorio tenemos un dictador en cada esquina. ¿Se les llama dictadores a todos lo que hacen lo que les pasa por los cojones sin escuchar al pueblo? Insisto, personajillos de esta índole los tenemos por doquier.

Gracias al billete que mostramos en la foto y en la ilusión que todos teníamos por conseguirlos mediante nuestro trabajo, entre todos hicimos una España grande y próspera.  Y libre, ¡por supuesto!