No narra, o no se atreve. Garzón nos puso a todos de acuerdo al atreverse a dar toros pese a las condiciones impuestas, ciertamente insoportables, y pese a la ausencia de la televisión. Una vez reconocido el grandioso mérito de Garzón, empresario valiente, toca poner los puntos sobre las íes respecto a lo ocurrido en el ruedo, pues se ve que mucho se quedó en el mismo, y la mayoría de los medios han tergiversado el contenido a narrar.

Lo primero que merece crítica es la duración de los festejos, pasando de las dos horas y media, y uno de ellos sobre pasando las tres horas, algo insoportable por la fecha que transcurre, y teniendo en cuenta que es nuestro deber no aburrir al personal y atraer al joven al tendido.
En la primera de feria, se lidiaron toros de Fuente Ymbro, impecable lámina, pero el señor Gallardo debe apretar las tuercas para volver al toro encastado que otras veces sí hemos visto y nos ha emocionado. Sobre los novilleros, mucho que desear: ventajismo, faenas pasadas de rosca, y mucha incapacidad. Se salva un valiente Rafi que en su segundo ejemplar tuvo pundonor y capacidad de autocorregir sus carencias sobre la marcha, en contraste con el toreo vulgar y anodino de sus compañeros.
Cartel de atracción para la del sábado. Ventura, encendiendo al público, Roca Rey rotundo, pese a un concepto, a mi juicio, antiestético y retorcido. También matando como Dios manda. Y Aguado demostrando dotes de temple y torería, pero no tuvo suerte con el lote. Novillotes de Cuvillo, impresentables y de lamentable juego. Hubo un toro devuelto que tuvo que ser apuntillado en la plaza, donde se perdió gran parte del tiempo por falta de organización.

Y del mano a mano esperado entre Fino y Morante habrán visto un puñado de extraordinarias verónicas por parte de Juan, pero ahí se quedó la cosa. Toros de Juan Pedro, de impecable lámina, por los suelos en su gran mayoría, salvo el primero, fiero y peligroso, que puso contra las cuerdas a Finito, dejándolo en evidencia, sin mando ni ligazón. Un toro que mereció más digno opositor para ser lucido.
Y el bochorno se palpó a la hora de no matar a este toro, dejando un “metesaca” y un pinchazo, sin entrar más a matar. En su segundo toro, que probó piso hasta tres veces, insistió cobardemente ante tal criatura. Y en el quinto de la tarde, después de una faena anodina de acompañamiento e incapacidad, dejó un puñado de pinchazos y descabellos. Morante, sin pena ni gloria, dio buenos muletazos sueltos a su primer ejemplar, pero no se dignó a probar al último de la tarde, entrando a matar casi directamente. Mal, muy mal.

Pese a las palmas injustificadas por los tendidos de sombra, la grada y los tendidos de sol se encendieron unánimemente ante el esperpento de Finito, llegándose este a encarar desde la distancia con los que estábamos presentes en la grada. Una actitud más que reprochable ante el toro y el aficionado. Dejó mal sabor de boca en su plaza, y en el fin de una mini feria que ha sido un atisbo de esperanza para que otros empresarios se atrevan a dar toros.

Por Pablo Pineda