Cada generación está integrada por aquel conjunto de personas que, habiendo nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, adoptan una actitud en cierto modo común en el ámbito del pensamiento o de la creación. De esta manera es definida por la Real Academia Española de nuestra Lengua, esa que los canallas se empeñan en atacar y que los bastardos son incapaces de defender, que tras su quinta acepción del término, nos propone como ejemplo a la generación del 98, que no sólo fue destacable en lo literario sino también en lo que respecta al toreo: Lagartijo, Frascuelo, Mazzantini, el Espartero, Antonio Fuentes, Machaquito, y Guerrita, que junto con otros como Vicente Pastor, Bombita y el Algabeño, nos proporciona un nexo perfecto con la siguiente generación, que posteriormente sería llamada la del 27 en lo literario y que trajo a la Tauromaquia su Edad de Oro, como es esa antesala que protagonizaron Joselito y Belmonte.

El final del XIX supuso la didáctica del toreo y las pinceladas de su simbolismo, en un tránsito sin precedentes de un espectáculo que se fue separando de la barbarie para adentrarse en lo artístico, a lo que sin duda contribuyeron las demás artes plásticas y junto con el desarrollo de la fotografía y el cine. Si aquella generación se ocupó de una restauración por la vía de la naturalidad y sin necesidad del uso de calzadores o troqueles, en el primer tercio del siguiente siglo se culmina el predominio de la estética sobre todo lo demás, siendo el depositario del testigo Joselito el Gallo, que pese a su corta vida fue capaz de transmitirlo incluso a los toreros de la postguerra. Hasta el Pasmo de Triana hubiera querido torear así de haber tenido facultades para ello.

Y así vamos viendo como unas generaciones van dando paso a otras, da igual que sea en medio de tiempos convulsos y de incertidumbre, que en épocas de paz y prosperidad. La nuestra, la que comprende a los nacidos entre 1965 y 1981, fue definida con el apelativo de Generación X, porque era una incógnita: concebida en el primer periodo sin guerra de la Historia, siendo la primera nacida en la era analógica y siendo participe de la migración digital, así como ubicada en una dimensión social y laboral cuya cúpula estaba copada por la anterior generación, la de los hippies que migraron a yuppies directivos de empresa. En los tendidos tuvimos la suerte de ver de refilón a Camino y al Viti, disfrutando de un elenco sin parangón: Curro, Antoñete, Paula, el Capea, Manzanares, Julio Robles, Esplá, Ortega Cano, Ojeda, Paquirri, Espartaco, el Yiyo…

A estas alturas, nuestra incógnita parecía estar despejada por la persistencia de unos tiempos de paz y gracias a que las nuevas tecnologías pusieron sobre el tapete unas oportunidades profesionales que ni siquiera existían en la mente de quienes nos parieron, pero llegó la brutal crisis de la burbuja y dejó por los suelos las perspectivas laborales, con el remate de esta guerra presentada en nuevo formato cuando ya creíamos que seríamos los primeros en librarnos de una contienda generacional, y lo que realmente va a suceder que seremos los primeros en acabar nuestra época peor que la acabaron nuestros padres, algo que también es la primera vez que sucede en la fábula de la Humanidad.

Por lo tanto, la venidera será la Generación de la Esperanza, la de los que hayan sobrevivido por ser los más fuertes, tanto a nivel civil como también en lo que respecta a los toros, ya que al no quedar títere con cabeza habrá una oportunidad de oro para comenzar casi sobre un folio en blanco. A la vista hay años muy duros, especialmente los inmediatos durante los cuales quedará destruida la moral, y la mordaza que nos ponemos para no morirnos terminará matándonos. Pero todos sabemos que esto acabará bien porque así nos lo enseña esa bola de cristal que se llama Historia, y llegará el año 24 comenzando, entonces sí, la reconstrucción.

José Luis Barrachina Susarte