Cuenta la leyenda que en un lugar de Madrid, concretamente Colmenar de Oreja, dio a luz a un torero. Y susurraron las campanas de Santa Maria la Mayor anunciando su llegada.

Desde ese momento, sería querido por toda la gente del pueblo.

Cuenta la leyenda que se haría hombre y novillero. Con su porte torero y su estampa juvenil conquistaría el albero. Que tocaría el cielo con la yema de sus dedos. Y con sus muñecas prodigiosas haría que se cumplieran los sueños.

Cuenta la leyenda que no llevaba corona ni joyas, solo unos trastos adornarían su trono. Un trono lleno de sangre que derrama en cada trance y dificultad de su profesión. Una profesión que no consiste en salvar doncellas sino emociones de quienes van con ilusión a una plaza de toros: «Bien estoy bien del percance de Madrid gracias a Dios. Estoy muy motivado y con muchas ganas de ponerme delante y recoger nuevas sensaciones. Después de un percance así uno ve las cosas de otra manera. Tengo ganas de torear».

Aquel torero lucharía por conquistar castillos de arena. Y quiso Madrid, para alzar su bandera. Plantar su altar, ocupar su trono. Cayó herido pero no derrotado: «La recuperación ha ido más rápido de lo que pensaba. Los primeros días fueron difíciles ya que no podía hablar, comía a base de puré y líquido. Empecé a ingerir alimentos sólidos muy lentamente porque no podía tragar ni comer bien. Ya estoy mejor con el cuello y la cicatriz está cicatrizando bien. Estoy pendiente de una resonancia. El dolor que tengo en el odio me preocupa pero por lo demás bien.»

Madrid no fue nada fácil. Habría que conquistar a la doncella más difícil de todas: un público exigente. Y había que ponerse delante del dragón que salía de chiqueros y demostrar todo lo que llevaba dentro: «Las sensaciones con mi primer toro fueron buenas. Era una novillada en la que tenía mucha ilusión por torearla. Una oreja en Madrid la corté con esta ganadería con lo cual, eran buenas las sensaciones. El primer novillo en los primeros tercios era muy deslucido, pude hilvanar una faena con la muleta que a no ser por pinchar, podía haber habido petición de oreja. Mi situación ahora mismo es tener que ir a Madrid a jugármela y no desperdiciar ninguna embestida. En cuanto a este ganadería, tenía confianza en ella. Esto hizo que  me echase el capote a la espalda sabiendo que me podía coger, pero es mi filosofía y forma de pensar. Me llevé una voltereta que me libró de la cornada de la ingle y me pegó en el escroto. Al caer tengo la mala suerte de encontrarme con el pitón y que me de en el suelo. Mi reacción fue coger el pitón con la mano sino, podría haber sido mucho más grave.»

El paseíllo en Madrid lo suponía todo para el príncipe de Colmenar. Todo lo que un día aprendió. Por armas, tenía un estoque. Su trinchera, unas telas. La cara o cruz de la vida. «Para mi todo. Supone la vida sinceramente. En mi situación se lo debo todo a Madrid como muchos de mis compañeros. Cuando va uno a Madrid se te abren muchas puertas. He cortado tres orejas en Madrid y por unas cosas o por otras no he toreado lo que debería. En mi caso soy muy inconformista. Pensar así cada vez que me visto de torero me hago ver con un punto más».

Cuenta la leyenda que volverá a reunirse con Madrid. A ser el protagonista de miles de ojos. A hacer magia. A coronarse allí: «Si vuelvo a Madrid me volvería a echar el capote a la espada y torear por galonearas. Está mal decirlo pero si no es por una puerta será por otra. Los dos paseíllos salí por la puerta de enfermería sin olvidar la de San Isidro que también salí. Siempre estaré en deuda con Madrid. Ando buscando en arreglarme la carrera allí, es un sueño y siempre lo he buscado: tomar la alternativa en Madrid». Su nombre en los carteles reales de Madrid apareció dos veces y según él, lo definía así: «Destacar la entrega de María Cascón aunque no la pude disfrutar. Flor de jara me queda en la duda de si hubiera matado bien el novillo qué hubiera pasado».

Entre historias, aventuras y conquistas, fue haciéndose el camino. Un camino de espinas que sólo los valientes conseguirían superar. Hasta llegar al final. Encontrarte con las 7 en punto de Madrid. Un paseíllo. Un corazón que late a la misma velocidad que embiste el toro. Ese toro que tiene que salir, Juan Miguel. Y va a salir: «Esta temporada está siendo agridulce. Estoy entregando mi vida por unos caminos de vida, muerte, triunfo y percance. Me he entregado total este año, sinceramente creo que voy en busca de la alternativa y me da igual sangrar. Creo que así lo he demostrado. No he podido torear lo agusto que me gustaría. He hecho tres paseíllos uno de ellos en San Isidro y corte oreja. La entrega es total y si vuelvo me entregaré aún más. Me queda el no haber podido matar El Segundo de María Cascón, por lo demás, es una entrega total a la profesión y conseguir ser matador de toros y empezar un nuevo camino».

Contaba la leyenda que le volveríamos a ver. Que volvería con la misma fuerza que siempre. A las plazas donde siempre le acogieron. Y a las que no. Porque aunque ahora parezca duro. Aunque ahora parezca imposible, seguirás haciendo historia porque tú, eres la leyenda: «No tengo nada por el momento. Me llamaron de varios sitios pero no tengo nada. En los sitios donde se ponen en contacto conmigo no hay dinero y necesito llevar a buenos profesionales para ver un espectáculo digno. No tengo nada pero algo me dice que será en Madrid. Lucharé porque así sea, en mi reaparición».

 

Por Paula Mendieta