El último juglar castellano recordó «la corrida monstruo» en Santander…¡Con pérdidas!

Llevó los poetas del 27  por las tabernas de España al precio de rifar una botella de anís.

Rozando el 1950 llegó a la escuela rural unitaria, de mi pueblo, un señor con brío, buena presencia y con permiso del maestro don Félix nos animó a que por la noche  asistiéramos con nuestros padres a la taberna de Olegario. Iba a “declamar” poesías y alguna cosa de teatro. La tasca era un pequeño tugurio con tres mesas y algunas bancas corridas, suelo de tierra, una bombilla, una ventana y un pequeño mostrador. Al fondo una cuadra ¡No había otro espacio cultural en la aldea de Cirueña!

Supongo que en la escuela de niñas no invitaría ¡Menudos tiempos!

Al final de la función rifó entre los asistentes, lleno, una botella de anís y me marcó que en el acto dio una reprensión enérgica a mozos insolentes que al fondo de la “sala” molestaban. No recuerdo más. Hoy, no me hago idea de cómo pudo llegar, dónde durmió, qué dinero obtuvo, cómo se fue…de un villorrio sin agua corriente ni servicio alguno y lleno de barro ¿Dormiría en un pajar? ¿Iría caminando a Santo Domingo de la Calzada?

Por el año 1957, internado agustiniano de Logroño, nos llevaron al salón de actos a los doscientos  colegiales para escuchar al “famoso actor y recitador Pío Fernández Cueto”, tras el éxito obtenido en los alumnados de Escolapios, Maristas, Seminario…de la capital de La Rioja. Sorprende cómo se “coló” este hombre en los colegios ya que los poetas de su programa ni se citaban en los libros de texto y la mayoría estaban censurados o prohibidos. Algunos desterrados o fusilados.

El salón de comedias tenía escenario y gran espacio para sillas. No recuerdo el temario teatralizado, sí la estampa, pero lo reconocí y  presumí del artista: “Ya estuvo en mi pueblo”, dije a los colegas. Veíamos tan pocas cosas “raras” los rurales de posguerra…Por los años sesenta citaban sus actuaciones  en el semanario “Dígame”, de gran contenido taurino que yo adquiría con un “trafica” en el internado salmantino de  mi juventud filosófica misionera. Recuerdo la sección “sopa de letras” con apartados para concursos y premios literarios, homenajes y cenas a escritores, fiestas florales y de vendimia con rapsodas, mantenedores…El espacio “allá películas”  para cine y espectáculos diversos  y”arriba el telón” traía  género lírico, zarzuela, teatro profesional y aficionado…Ahí leía, a veces, funciones del santanderino Pío Fernández Cueto con añoranza, alegría y leves recuerdos. Mi única referencia famosa y continuada del pueblo.

Por inicios de  los ochenta estrené la feria taurina de Santander, que frecuenté varias décadas. El primer contacto amistoso fue con el célebre pintor nativo Indalecio Sobrino. Afable, rumboso y muy buen aficionado. Camino al coso de Cuatro Caminos me sorprendió en la plaza de Numancia un verso, en una farola dedicada a Pío Muriedas, del Nobel de Literatura Vicente Aleixandre: “Oh, voz de voces sobre el haz de España”.  Ya supe que  a “mi” personaje, Pío Fernández Muriedas, “Pío Muriedas”, le obligaron a cambiar el nombre artístico por Pío Fernández Cueto, al salir de la cárcel, para borrar sus antecedentes republicanos. Pregunté a Indalecio si aún existía y me dijo: “Todas las mañanas lo tienes en la cafetería Frypsia del Paseo Pereda. Es un personaje peculiar y famoso”.

Me faltó tiempo para presentarme. Tomé muchas notas del primer comediante “popular” que vi de niño. Hablamos y hablamos…muchos días y ferias hasta casi su muerte, seis u ocho años tras el encuentro. Vivía cerca de su rincón “frypsiano”, en lo alto del 57 de la calle Castilla. Tomaba café con leche…y fumaba bastante. Me obsequió con fotografías y me envió con un “abrazo poético” los “Versos de la Transmutación” con portada de Joan Miró y este autógrafo de Jorge Guillén: “Pío Muriedas, una gloria de la nación española”. Y la postal que le editó Santander, con Pío junto a la farola, de Ángel de la Hoz con textos, para Pío,  de Aleixandre, Valle Inclán y Buero Vallejo. “Al amigo Pedro Mari Azofra que me vio y escuchó de niño. Con admiración”. Siempre lo encontré solo y lidiamos ratos muy divertidos. Me negó, no muy firme, que había estrenado la farola meándose en la base, para adelantarse a los perros, como se contaba en Santander.

A Pío Muriedas lo ensalzaron Dámaso Alonso, Miguel Ángel Asturias, Menéndez Pidal, Blas de Otero,  Federico García Lorca, César Vallejo, León Felipe, Cela, Pío Baroja, Gabriel Celaya…Uno le dice “señor del verso”, otro “juglar de nuevo arte”, aquel “recitante de capa, daga, camino y mesón”, este “hombre bueno y actor sin aplique burgués” y algunos “gran romero de la poesía” o “la poesía es tu lazarillo”.

Revolviendo montones de fotos, anotaciones y recuerdos me encuentro con “estas cosas” de Pío Muriedas que ordeno e ignoro dónde encajaré. No era aficionado taurino puro pero me contaba cómo asistió a la “corrida monstruo” que se dio en Santander, siendo un niño, juntando boletos de una peseta para conseguir un tendido por tres duros.

“Fue un mes antes de la feria de julio y se anunciaron 3 corridas en un día. La primera a las 10 de la mañana. Muchos llevamos la “comida” pues a las 3 empezaba la segunda en la que hicieron también el paseíllo los toreros  de la última”. Nombraba a Rafael y Joselito, los “Gallos”, a  Pastor, Machaquito, Bombita y los vascos Cocherito y Torquito. Era más taurino de lo que quiso aparentar.

Pío, con parcial querencia, alterne y armonía con la “Generación del 27”, pues vivió de difundir su poesía por todos los lugares de España, destacaba del suceso histórico taurino la actuación de Ignacio Sánchez Mejías, mecenas cultural, banderilleando. Seguro que este festejo lo citó mil veces en fábricas, peñas, tabernas y ateneos. Subrayaba que la asociación de comerciantes santanderinos, organizadora, perdió dinero.

Pío Muriedas, recitador andariego discutido, admirado por poetas e intelectuales, revivió los históricos juglares y trató a Dalí, Lorca, Alberti, León Felipe, Pío Baroja, Bergamín, Gerardo Diego, Machado, Miguel Hernández, Miguel Labordeta, Blas de Otero, Chillida, Ibarrola…Entre el 45 y el 58 dio más de 700 recitales y millares en su vida. Muchos de sus recitales con poemas taurinos.

Nació, por los albores del S. XX, en Santander. Sus padres, analfabetos, cigarrera, barrendero y portero de teatro. Desde chaval ya recitaba en público. Tramoyista, vendedor de prensa, sparring en un gimnasio barcelonés y actor de teatro hasta 1936. A los 18 años estuvo en América con la compañía de Margarita Xirgu. El golpe militar fascista del 36 le sorprendió en Asturias y en la guerra incivil fue activista cultural recitando poesía revolucionaria en frentes republicanos de Cantabria, Bilbao, Zaragoza y Barcelona. Exiliado en un campo de concentración francés, vuelve a España, lo condenan a muerte y por mediación de Pemán le dejan 15 años de prisión, que fueron tres. No se arriesga a volver a Santander e inicia su periplo de trovador tabernario mendicante, rifando la botella de anís o alguna pintura suya. A él le dibujaron Pancho Cossío, Quirós, Ibarrola, Barceló y Miró, entre otros.

Rapsoda, pintor, poeta, actor, cómico de la legua, exiliado, preso político, anti multitud,  anti militar y anticlerical a muerte: “Solo visito las iglesias en verano porque están muy fresquitas”. Acabó viviendo con una pensión de 5.000 pesetas al ser rehabilitado por Fraga en el Ministerio de Cultura, por los años sesenta, para que llevara por los pueblos a los poetas.

Reprendía mucho al público y, citando a Lope, decía de él que era necio y había que hablarle en necio para darle gusto. Adoraba el teatro, “carne viva”, no el cine, y dijo que nacer pobre era un desastre y llegar a viejo otro: “Los viejos paramos la vida. Habría que fusilar a todos con más de setenta años. La vejez es repulsiva y peor con reuma en la cartera”.

Reconocía haber pasado mucha hambre y estar acostumbrado a perder en la vida, que le había dado “muchos trallazos”. Solía repetir: “En la vida no se aprende nada.  De lo contrario serías rico. Estoy deseando largarme de este jodido mundo en el que no vivo sino que duro”.

Casi al final de su vida tuvo una compañía de teatro, con su nombre,  que representó el auto sacramental de Calderón “El gran teatro del mundo”.

¡Qué buenos ratos me dio Pío frente a la bahía de Santander! Muchas gracias.

Pedro Mari Azofra, al que vemos con don Pío Muriedas en Santander.