Decía Winston Churchill que un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. Esa frase del estadista inglés es muy significativa y con los hechos en la mano se puede trasladar para comprender, de manera más clara, lo que ocurre contra el mundo rural y da el visto bueno a una situación que se prolonga durante más de cuatro décadas. Es el ejemplo del cacareado despoblamiento, eso que ahora llaman con el patético nombre de ‘España Vaciada’ y se ha convertido en el principal asunto de distracción de los políticos. Sí, de los políticos –tanto de uno como de otro color-, auténticos culpables de la situación angustiosa a la que ha llegado la España interior. Esa España hasta de tantas mentiras y de poner siempre la otra mejilla que ya no cree en utopías.

La ‘España Vaciada’ que llena páginas de periódicos, informativos…  solamente tiene un culpable y no es otro que los distintos gobiernos que han ostentado el poder desde el inicio del Estado de las Autonomías. No hay otros culpables, ni se puede mirar a otro lado buscando justificaciones, porque el despoblamiento rural es fruto de políticas nocivas contra esa población después de quitarle todos los servicios y privarla de derechos, porque los políticos no querían otra cosa más que emigrasen a la capital.

A los pueblos los han privado de escuelas, centros médicos, paradas de trenes, líneas de autobús -en muchos ya únicamente va un día a la semana-, cuarteles de la Guardia Civil, servicios básicos de la Administración, oficinas bancarias… Ahora, además de carecer de los más elementales servicios porque los han privado de ellos, tributan como si vivieran la ciudad y se le ponen todo tipo de trabas para continuar adelante con los negocios -rigor absoluto, excesiva burocracia, sanciones…-.

Conozco ejemplo de empresas a las que han tratado de impedir de instalarse en el medio rural de Castilla y León; por el contrario le daban facilidades si la instalaban en polígonos de las capitales, especialmente si eran de Valladolid. Ejemplos hay a montones y citaré algunos. Uno, el de un secadero de jamones de la sierra salmantina que, hace unos años pretendió ampliar sus instalaciones; entonces, sus dueños, se encontraron con infinidad de trabas y lo pensaron mejor a la hora de llevar adelante sus proyectos, si pero cinco kilómetros más allá, ya en la comunidad extremeña, donde todo fueron facilidades. Porque Extremadura buscaba censo laboral, creación de riqueza, fijar población y el aumento de su renta per cápita, algo que Castilla y León claramente despreciaba. Y que esta Comunidad, desde todos sus centros de poder, ha ejercido un centralismo a favor de Valladolid mucho mayor que el ejercido por el franquismo con Madrid.

Es solamente un ejemplo -podría contar decenas- de un mundo rural asfixiado por la Administración, carente de servicios y donde se zancadillea continuamente a la población, ya escasa, que aún sigue apostando por el medio rural. Porque las políticas emprendidas por los gobiernos de uno y otro color, no han servido más que para invitar a las gentes a abandonar el territorio rural. Lo triste es que quien ha conducido a esa caos ahora pretenden ser los salvadores. Vamos que aquí comulgan hasta los ateos, también los asesinos sociales y de sueños juegan a ser jueces en un nuevo engaño a las gentes de pretender volver a recobrar el medio rural. Lo hacen, seguramente pensando que el ciudadano es tonto, por el desconocimiento total de la realidad y problemática que asoma a la España interior.

No hace falta ir a otros países para tratar de copiar modelos. Primero, porque está tierra castellana nada tiene con la Sajonia alemana; ni con la Toscana italiana, ni con la Aquitania francesa, ni con las vecinas Beiras portuguesas -y eso que este país también está muy tocado por la emigración-, ni menos aún con la región del Norland sueca o de Finlandia, que es donde han puesto sus ojos. Y permítame que les diga, comparar algún lugar de los citados con el Campo Charro salmantino, la Tierra del Pan u Oliste de Zamora, el Páramo leones, la Tierra de Pinares segoviana es como pretender que un enano sea cabo de gastadores.

El resurgimiento demográfico de la Castilla y León solo tiene un camino. Y ese no es el de llamar los pueblos de MENAS (Menores No Acompañados), su resurgimiento pasa por cumplir lo que siempre prometen en las campañas electorales, que es dotarla de servicios e infraestructuras y apoyar a sus gentes. Ese es el camino, el resto utopías y vender humo, porque estas gentes que tantos engañaron y trataron de pueblo ignorante que acabó siendo  un instrumento ciego de su propia destrucción, ya está harta y solamente quiere decir BASTA.

Paco Cañamero