El legítimo triunfo de Emilio de Justo el pasado 4 de julio en Madrid nos ha puesto a pensar, como no podía ser de otro modo. Cierto es que, de nuestra parte, siempre hemos defendido a este diestro, de forma muy concreta desde aquel lejano 15 de agosto de 2015 en que, en Hervás, muy cerquita de su pueblo, se encerró con seis toros de distintas ganaderías, matando, entre otros, un toro de Victorino Martín que le cortó las dos orejas que, sumadas a las que consiguiera en los demás toros, eran un total de seis apéndices auriculares.

Sin lugar a dudas, subyuga la carrera de este hombre que, a diferencia de lo que ahora llaman figuras del toreo que, el mismo día que se doctoraron se convirtieron en figuras por arte de birlibirloque. Quizás muchos no sepan que Emilio de Justo se enfundó como becerrista el traje de luces en el año 2000. Estuvo seis años como novillero sumando, en total 62 festejos.

Como explico, analizando su trayectoria, la misma me ha parecido tan fascinante y apasionada que, solo podría compararse con aquel montañero que escaló el Everest en pleno invierno con zapatillas de jugar al tenis. El hecho de que transcurrieran once años haciendo la travesía del desierto es algo memorable. Contemos que, en la actualidad, ahora que todo el mundo le reconoce como torero de toreros, han transcurrido más de veinte años porque desde el 2007 al 2017, su balance anual era de poco más de tres corridas por temporada.

Emilio de Justo tomó la alternativa el 26 de mayo de 2007 con Talavante de padrino y Cayetano de testigo y, ahí quedó todo. Al año siguiente confirmó en Madrid el 29 de mayo con Aníbal Ruíz y Sergio Martínez, dos figuras del momento. Pese a todo resultó ser un año glorioso porque de haber hecho un paseíllo el ciclo anterior, en el presente ya sumó De Justo, la barbaridad de cinco actuaciones.

De Justo empezó a ver la luz al final del túnel en el año 2018 que, por méritos propios, por su grandeza, por su torería, por su valor, por su capacidad artística, toreó la nada despreciable cifra de 25 corridas de toros. Al siguiente, 2019, ya sumó 33 festejos que, sin duda, le supieron a gloria. Empezaba a saborear el éxito que, tan gallardamente se había ganado. Una carrera que se vio frenada el pasado año por culpa de la pandemia pero que, todo hacía presagiar que hubiera sido su temporada más trascendental que, pese a todo y las pocas corridas que se montaron, Emilio logró varios triunfos de clamor.

Estos datos nos vienen a mostrar la entereza de este hombre cabal y auténtico que, sus festejos, desde siempre, los saldaba con triunfos, lo que ha venido refrendando a diario pero, con la salvedad de que su carrera ha discurrido frente a la majeza del toro, el de verdad, el que da cornadas, pero el que fortalece al torero con una fuerza desmedida que, sabedor de su valía, se ha encerrado en varias ocasiones con seis toros, una de ellas con los de Victorino Martín.

Carrera ejemplar, modélica, en tiempo y contenido que, si se me apura, solo puede ser comparada con la del gran Diego Urdiales que, de forma desdichada, como le sucediera a Emilio, de igual modo tuvo que estar muchos años en el dique seco para que, como ocurre con De Justo, de una santísima vez, en este año raro se les ha considerado como auténticos artistas de la torería.

Hay un dato que es revelador y que jamás se ha contado de este diestro pero que, una vez ocupado el estatus que ha ganado con su esfuerzo, torería, valor y aptitudes todas como torero, me permito el lujo de contarlo.

Había terminado de lidiar con un triunfo enorme aquellos seis toros que hemos aludido en aquella tarde del 15 de agosto de 2015. Todo parecía indicar que, por lógica, tenía que cambiar el rumbo artístico de este diestro singular. Pero no, se saldó el año con tres festejos con el regusto del éxito pero, aquello no tenía color alguno; es más, De Justo ya venía arrastrando aquella cruz desde el primer día que quiso ser torero. Justamente, aquella noche, en Hervás, un amigo ganadero del torero se juntó a cenar con el diestro de Torrejoncillo para hacerle la siguiente confesión: “Emilio, enhorabuena por ese éxito tan grande que has logrado pero, recapacita, por favor, deberías de abandonar esa lucha titánica que, hasta ahora solo te ha traído problemas y sinsabores; hazte banderillero, dedícate a la actividad empresarial y puedes contar con mi ayuda pero, no sigas, el camino es muy duro y son quince años los que has consagrado tu vida a la profesión que amas, pero, sin resultado alguno. Piénsalo por favor, no quiero que sufras más”

Tras la cena, en la soledad de su habitación, Emilio de Justo rompió a llorar; sabía que su amigo ganadero tenía razón pero, algo en su interior le decía que tenía que seguir; de igual modo, nadie mejor que él para saber la lucha que llevaba durante más de tres lustros pero, en su fuero interno siempre creyó que al final vería la luz en aquel túnel tenebroso en el que se encontraba. Es decir, apenas faltó nada para que Emilio de Justo desistiera en su empeño por ser lo que quería ser y que, ahora, con el favor de Dios y con sus atributos de torero grande, ha logrado por completo.

Aguantar más de veinte años en un desierto inacabable para que, por fin, todo el mundo te reconozca, en la actualidad es un hecho muy placentero pero, el que quiera que lo intente puesto que, como antes dije, solo Diego Urdiales podrá comprenderle mejor que nadie porque ha pasado las mismas vicisitudes, tanto en años de espera como con éxitos conseguidos en los últimos años.

Hablamos, como dije en mi crónica tras lo de Madrid, de un torero de toreros, nunca de lo que algunos bobos califican como figura del toreo. Lo matizo porque, para muchos periodistas, figura del toreo es el caso de El Juli, Ponce, Manzanares, Morante…..todos los que matan el burro desmochado y sin fuerzas y, ese apelativo no lo quiero para un torero tan grande como Emilio de Justo.

Es más, no creo que De Justo mancille su inmaculada carrera para matar, a partir de ahora, los animalitos moribundos de las figuras y, si lo hiciera se le recriminaría por completo pero, insisto, dudo que este hombre eche por tierra esa leyenda que se ha granjeado de torero importantísimo enfrentándose al toro de verdad, caso de Victorino Martín y demás ganaderías encastadas; ahí están sus números y cifras para el que los quiera ver.

Y, el pasado sábado, una vez más, como viene siendo habitual el éxito le llegó en Soria, una plaza más de las que ya puede certificar que al palpado y disfrutado del toreo con mayúsculas.

Al final, convencido estoy, Dios da el mal y la medicina que, para De Justo, el mejor sedante no ha sido otro que encontrarse con Alberto García que, además de ser un gran empresario, ha elegido para apoderar a un torero genial. Binomio perfecto, sí señor.

Yo me quito el sombrero y se lo echo a sus pies. Va por usted, maestro.