Clareó este 2024, que empieza a tomar velocidad de crucero. En esta época donde ya no vale la cocción lenta y todo se quiere para ya. ¡O para ayer! Como le dijo Fernando Domínguez, el artista vallisoletano de la llamada Edad de Plata del toreo, en una corrida en Burdeos, a un peón al preguntarle dónde le colocaba el magnífico toro que tenía delante, a lo que él espada le indicó: “Ayer en Madrid” (donde la tarde antes había comparecido sin suerte).
Estas prisas actuales están cambiando hasta la propia vida y en consecuencia el toreo. Ya nadie espera y todo se quiere en el momento, sin requerir también el paso lento necesario en los jóvenes. Me comentaban esta mañana que la Feria de San Isidro-2024, a falta de unos detalles, está rematada; al igual que la de Fallas, la Magdalena y que a Sevilla le faltan tan solo encajar a los de menos nombre. Sencillamente nos hemos vuelto (perdón se han vuelto) locos, pero locos de remate, al no pensar en nada más que en el bolsillo propio. Y es que, aunque se diga que a quien madruga Dios le ayuda, en el toreo es muy diferente; porque el toreo debe ir a su propio ritmo, sin modas ni estridencias extrañas.
Por ejemplo, Madrid siempre se cerraba avanzado marzo y se dejaba algún sitio libre por si surgía una sorpresa en Valdemorillo. En Valdemorillo, cuando tenía la esencia y personalidad que ha perdido para ser ahora otra feria más, totalmente impersonal. Cuando los carteles de esa feria se hacían con el atractivo de toreros, casi siempre olvidados por la gran empresa, que buscaban una oportunidad y muchos de ellos -en su mayoría magníficos profesionales-, gracias a un éxito en aquellas corridas protagonizadas por el intenso frío e incluso nieve, encontraron la posibilidad de ir a Madrid y ver su nombre en San Isidro. Lo mismo ocurría en Castellón y Valencia, donde tantos diestros locales triunfaron y les permitió poder ir a Madrid. Porque aquella Fiesta tenía más esencia, más pureza y más verdad que la actual, siempre con los mismos nombres dirigidos por empresas despersonalizadas y sin abrirle sitio a quien triunfa, donde el más claro ejemplo recae en Fernando Adrián, contra quien se ha cometido unas de las mayores injusticias de la época reciente del toreo. Y al nombre de Adrián se podrían añadir muchos más.
En esta Fiesta actual, donde también se ha perdido algo tan importante como la figura del aficionado, sería impensable que Paco Ojeda, Ortega Cano, Roberto Domínguez, José Luis Palomar… fueran figuras. Porque el sistema ha matado esa segunda fila tan necesaria y ahora, de un año para otro, únicamente se acartela a los mismos, todos ellos veteranísimos con la novedad pedida hace ya tiempo. ¡Qué pena de Fiesta! Pero además qué fuerza más grande debe tener en su interior para que lleven tanto tiempo tratando de tumbarla a la lona del KO y sean incapaces. Cuando hay tanta gente viviendo de ella, preocupándose únicamente de llevárselo cuanto antes y no de trazas nuevos cimientos del futuro. Desde luego que esta Fiesta nada tiene que ver con aquella de los 70, 80, 90 y primeros años de este siglo, donde a pesar de que ya había chas cosas mal hechas aún había seriedad. Aunque ese sí, en el toreo siempre hubo picaresca, pero al menos la gente de antes tenía gracia y se hacía respetar; a diferencia de sus actuales gestores que ni la tienen, ni por tanto se les respeta.
No hay más que ver que, ahora mismo, el empresario de más poder, el francés Simón Casas, no es más que un cascante parecido a los viejos charlatanes de ferias, un vendehúmos al uso, que ha dejado tantas víctimas en su camino. Pero lo mas triste es que aún sigue engañando a quien se cruza en su camino, aún a sabiendas que el cáncer más grande de la Tauromaquia es él. Pero ya se sabe, son los nuevos tiempos, donde las cosas deben ser para ya y cualquier carterista hace relojes.
Paco Cañamero
En la imagen, Simón Casas, el hombre que más daño le ha hecho al toreo en los últimos cincuenta años.