Si analizamos con todo detalle comprenderemos que la fiesta ha supuesto una metamorfosis en los últimos años que, en honor a la verdad, hasta sentimos asfixia los aficionados cada vez que presenciamos una corrida de toros. Todo ha cambiado, hasta los gustos de los aficionados que, en honor a la verdad se conforman con muy poco; les agrada el toro moribundo, las faenas interminables, les satisface el destoreo y, en definitiva, a lo único que aspiran es que los diestros les den “fiesta” que, para eso han pagado una entrada.

Miremos cómo ha cambiado todo que, desde que se retiró Curro Romero del toreo no hemos escuchado una bronca, jamás de los jamases, algo que en tiempos atrás era lo más normal del mundo. Algo que, los no aficionados, no terminaban de entender pero que tenía una lógica aplastante. Si el toro no sirve, algo que se palpa a los tres segundos de ver al toro frente a la muleta del diestro, ¿para qué ese suplicio que supone para el aficionado ver al torero trabajador y valiente? Oiga, que eso no sirve para nada puesto que, a los toros hemos venido para, a ser posible, que el diestro nos muestre una obra de arte, lo demás son milongas.

Como fuere, una bronca siempre tuvo su fundamento como, por ejemplo, aquel aficionado de Sevilla que, arrebatado por la pena al ver que “su” Curro había tirado por la calle de en medio le increpó diciéndole: “Mañana vendrá a verte tu puta madre….y yo”. ¿Qué quiere esto decir? Muy sencillo. Siempre se abroncó a los que en verdad podían dar, a los auténticos artistas, caso de El Gallo, Cagancho, Pepe Luís, Curro Romero, Rafael de Paula, genios que muchas veces eran incomprendidos porque los aficionados no terminaban de entender que el toro no valía.

Ahora no hay broncas y, de forma lamentable, las mismas se han cambiado por los avisos, algo de una banalidad extrema. No hay nada más grotesco que, a sabiendas de que el toro no va dar oportunidad alguna al lidiador para que éste cree la obra soñada, que empecinado se empeñe en todo lo contrario haciendo una faena insulsa que, como digo, para colmo de todos los males, no acaba jamás. No hay nada más horrible que el tedio se apodere de los aficionados y, como explico, muchos toreros, en vez de crear arte se ponen tediosos para que el aficionado bostece  y no vuelva al día siguiente.

Bien es verdad que, ahora, con el tipo de toro que se lidia, aborregado y moribundo por parte de las figuras, si no ejercen de trabajadores, con el poco riesgo que asumen, las broncas serían una constante. Pero no, los toreros de ahora son dóciles y trabajadores de ahí los avisos que les llegan para que todo acabe cuanto antes. Si salieran muchos toros de Albaserrada o Santa Coloma por los chiqueros, más de una bronca escucharíamos, sencillamente porque habría vencido el toro al torero. Como explico, ahora el toro no vence al torero; es más, el diestro se contagia del tedio que desprende el tipo de toro que se lidia de forma habitual y, de repente, en vez de una plaza de toros parece que estemos todos en un entierro de tercera.

No quiero que el toro venza jamás al torero porque ese es el detonante de la falta de profesionalidad. Lo que pido y creo que así lo pensarán miles de aficionados no es otra cosa que, si el toro no tiene opciones para crear la obra bella, se le mata y el que quiera más que venga otro día; hasta el mismo Morante se nos ha vuelto trabajador, cosa insólita pero que es una verdad incuestionable. La fiesta de los toros debe ser de todo menos aburrida; no existe peor afrenta para el aficionado que un torero trabajador a sabiendas de que quiere sacar agua de un pozo seco. Eso sí, los toreros actuales, los que van de señoritos por la vida quieren sacar agua de un pozo ciego, que no es otra cosa que el toro vulgar que suelen matar. Dejemos que arrecie la bronca, no permitamos jamás esta sarta de avisos que escuchamos a diario, algo que nos corroe el alma.