Hay mucha mafia y corrupción dentro del mundillo taurino pero, cuidado, que no es sola la culpa de los empresarios que, cuando tienen cierto poder abusan del mismo para defenestrar a los toreros que, como se sabe, en muchas ocasiones es su mano de obra barata; tan barata que, muchos ni siquiera han cobrado aquellos pagarés que en su día les entregaron. De igual modo sucede con los ganaderos.

El verdadero problema de la cuestión es que los toreros están sometidos a la esclavitud que les dicta el poder y nadie tiene valor para rebelarse contra las injusticias. ¿Qué ocurre? Muy sencillo. Los empresarios saben de la cobardía de los toreros y si pagan, bien y si no hay dinero, otra vez será, hermano. A todo esto, el torero, previamente se ha jugado la vida, pero como quiera que se trate de un negocio más, para los empresarios es como si compraran ladrillo y no lo pagaran. Pocos reparan que, a muchos de los que se les adeuda bastante dinero, previamente se han jugado la vida y eso debería de tener el respeto que merece.

Me refiero, lógicamente a lo que son grandes empresas taurinas porque los empresarios humildes, bastante trabajo tienen con organizar esos festejos en los pueblos en que, sin gente y sin toreros de relumbrón, si sacan un sueldo van más que sobrados. A este segmento empresarial, solo le faltaba pandemia para que hecatombe fuera todavía mayor.

Digamos que, en el mundo del toro se utiliza para delinquir, el llamado guante blanco. Mucha apariencia empresarial, mucho poder por aquello de regentar muchas plazas y, la mayoría de dichos gestores son auténticas alimañas que juegan con el pan de unos hombres que se han jugado la vida; el empresario, el auténtico y verdadero, al que siempre defenderé si su gestión es honrada, se juega su dinero, pero nada se puede comparar cuando un hombre se juega la vida. Claro que, como la vida nos va demostrando, empresarios que se creían grandes han caído como vulgares delincuentes que los eran porque, solo hay que mirar la lista de morosos de Hacienda y entenderemos muchas cosas.

Para que la desdicha sea todavía mayor, muchos empresarios taurinos no se juegan nada porque, sabedores de que el silencio imperará por parte de los toreros puesto que nadie hará la más mínima denuncia, si pagan, bien, pero si no lo hacen no tienen ninguna carga porque gozan de la impunidad del silencio. Ya hay que ser honrado a sabiendas de que si delinques nadie te dirá nada. Me sobran muchos dedos de una mano para enumerar a los que de verdad entiendan su trabajo con auténtica honradez.

En España hay miles de empresarios de toda índole y todo el mundo paga los salarios correspondientes  porque saben que es una obligación que tienen contraída con el asalariado que, en honor a la verdad no tienen nada más que el sueldo trabajado. Los sueldos citados, como es lógico, los hay de distintos matices, pero si en mundo laboral ocurriera lo que pasa en el mundo de los toros, España entera, sus trabajadores, todos estarían a  las puertas de Cáritas para pedir comida porque, sin el sueldo correspondiente, ¿de qué vivirían los trabajadores?

Y eso digo yo al referirme a los toreros, ¿de qué viven si no han cobrado los pagarés que tienen emitidos por los empresarios? Aquí viene el quid de la cuestión porque lo que se dice hambre, miseria y desolación, son el pan nuestro de cada día. Hay una solución que nadie quiere tomar, la rebelión de las masas, en este caso los toreros que, hundidos en la miseria, les sobran atributos para rebelarse y tratar de defender su sagrado pan, ese que muchas veces hasta queda rociado con sangre.

En todos mis años de aficionado solo conozco un caso de rebelión de un torero hacia un empresario. Se trata del maestro Gregorio Tébar El Inclusero que, a la sazón, toreó una corrida de toros –de las muchísimas que ha toreado en Madrid- en los albores de la década de los ochenta en que, el empresario, Manolo Chopera, contrató al diestro por la cantidad de un millón y medio de pesetas, nueve mil euros actuales. Ambos, torero y empresario firmaron el contrato con toda la naturalidad del mundo. Al día siguiente del festejo, El Inclusero acudió a las oficinas de la empresa para recoger sus honorarios, en esta ocasión, a modo de cheque bancario. La secretaria de Chopera, muy amable ella, le entregó el documento de pago al diestro, el que salió de la oficina contento y dichoso pero, nada más salir a la calle se percató de que el citado cheque era de setecientas cincuenta mil pesetas, es decir, la mitad de lo convenido.

La cara del maestro era todo un poema que, en el acto retornó a las oficinas explicándole a la secretaria que debía de tratarse de un error porque el cheque era de la mitad de lo que rezaba el contrato. La señorita, muy educada, le dijo al torero que no podía hacer nada; eso es lo que don Manuel le había entregado y aquí paz y allá gloria. El Inclusero, durante varios días intentó hablar con Manolo Chopera pero, el resultado fue negativo; no quiso ponerse al teléfono el empresario, quedaba claro que, ese silencio le estaba delatando.

Si ahora cuatro mil quinientos euros es una fortuna, imaginemos en aquellos años ochenta si hablamos de setecientas cincuenta mil pesetas que el empresario adeudaba al torero. ¡Más que una fortuna! Al diestro de Alicante no le quedó otra opción que acudir a la prensa para hacer la correspondiente denuncia ante los medios para que Chopera reaccionara y enmendara su “error”. Pero no, no hubo enmienda, Chopera no pagó y El Inclusero se quedó compuesto y sin novia.

Como mal menor, como digo, éste no fue otro que el escándalo monumental que se formó para que todo el mundo supiera el calibre de Manolo Chopera cuando trataba con los toreros. Posiblemente, la acción descrita por parte del torero, con toda seguridad, le arruinó la vida pero, en contrapartida salvó su honor y, sin duda, el de todos sus compañeros. El Inclusero “murió” de pie pero, ¿hubiera valido la pena vivir arrodillado durante toda su vida?

En la imagen, el maestro Gregorio Tébar El Inclusero que, en su momento tuvo el valor de rebelarse contra las injusticias, algo que deberían de tomar nota muchos de los toreros actuales.