A estas alturas de nuestra vida, en pleno siglo XXI, respecto a los toros nos hacemos preguntas que no hallamos las respuestas. ¿Qué está pasando en nuestra sociedad? Nadie lo sabe, o quizás lo sepamos todos pero no tenemos el valor de rebelarnos contra todos aquellos que, por puro capricho, quieren destruirlo todo. Lo que sucede, ¿será acaso el sinónimo de la maldad que anida por el mundo? Sin lugar a dudas. No cabe otra opción. Nadie hubiera creído, hace apenas una década que el mundo de los toros sería el objetivo a batir por parte de todos aquellos desalmados que, no teniendo ninguna idea buena a favor de la sociedad en que vivimos, han arremetido contra los toros sin causa ni fundamento alguno.

Digo que existe una corriente mortecina al respecto y, lo más grave de la cuestión es que la misma se ha deslizado por todo el globo terráqueo si de toros hablamos. Nadie puede comprender que la maldad de los políticos, en su gran mayoría, hayan querido eliminar una fiesta que data de varios siglos, la que ha encandilado a millones de personas, la que sacó del hambre y la miseria y cientos de toreros a lo largo de la historia, la que tantos puestos de trabajo aporta desde la crianza del toro bravo en las dehesas hasta su muerte en los ruedos, la que aporta una economía fantástica en todos los lugares en que se celebra dicha fiesta, pese a todo, la destrucción hacia la misma es la finalidad de muchos políticos que, más que dirigentes, son una manada de hijos de puta sin escrúpulos.

Pero todo eso ocurre porque esos criminales saben que tienen la guerra ganada, sencillamente por la impasividad de los aficionados que, como siempre sucedió, somos capaces de llenar un coliseo taurino para nuestro disfrute pero, fuera de eso, somos una pandilla de cobardes a la que se nos maneja al antojo de cualquier mal nacido, ahí están las pruebas. Esos mismos que arremeten contra los toros, a todos ellos quisiera yo verles con los cojones suficientes para prohibir el fútbol; vamos que, no se les pasa ni por la cabeza. Y, cuidado que, el fútbol, en ocasiones viene a ser un espectáculo violento por propia naturaleza de sus hinchas que, en demasiadas ocasiones han “regado” las ciudades con sus actos violentos, incluso con muertes entre aficionados de distintos partidos.

Ha triunfado la maldad en este sentido y, nosotros, en calidad de amantes de esta fiesta nos ha podido más la resignación que la rebelión, las pruebas son elocuentes. Como decía, ¿podría imaginar alguien, hace diez años, que la Monumental de México estaría cerrada por capricho de unos políticos criminales, o la misma de Barcelona, Bogotá, Caracas y tantísimas más por cualquier país donde la fiesta era santo y seña de los ciudadanos? Así vivimos y este es el sino que nos ha tocado vivir en unos años nefastos que, al paso que vamos, otros diez años más no los resiste lo poco que queda de la fiesta taurina.

Entendería que, como le sucede a cualquier empresa, si no es rentable que se cierre o muera por inanición pero, que se clausuren plazas de toros como la de Gijón, por citar una española por capricho de una tiparraca que dice defender los intereses de sus ciudadanos y que cometa tales tropelías, eso no me cabe en mi cabeza y, con toda seguridad, en la de nadie. Si nos sirve el dato, en todos los países del mundo donde se han clausurado las plazas de toros, en todos manda la puta izquierda, la que siempre ha sembrado de hambre y miseria todo aquello que acometen porque, desde siempre, no lo digo yo, lo dice la historia, la izquierda siempre ha sido sinónimo de maldad, hambre, miseria, destrucción y mentiras por doquier. Ahí están las pruebas, solo falta que nos entretengamos un poco en repasar la historia.

Recordémosle a los ciudadanos lógicos y cabales que, los toros nos son una lacra para ningún gobierno porque, a diferencia del cine, la fiesta taurina no recibe subvención alguna porque es autónoma por antonomasia que, a diferencia del cine al que riegan con cientos de millones para que una sarta de gandules hagan bodrios a los que definen como películas, el asunto tiene mucha lectura. Los toros, insisto, aportan cientos de millones cada años a las arcas del Estado pero, sus dirigentes, prisioneros del odio en que viven, no reparan en tal magnitud crematística que, la misma sirve como aportación para que las arcas de todos estén más repletas; pero no, eso dinero al parecer está envenado, peor que si viniera del narcotráfico. ¿Lo entiende alguien? Yo sí. Mientras estemos regidos por esa manada de hijos de puta que no entiende ni de toros y mucho menos de seres humanos no nos queda otra opción que esperar impávidos el final, la hecatombe de una fiesta gloriosa que tanto bien le hizo a la humanidad.

En la imagen, La Monumental plaza México, cerrada por capricho de la política, así como decenas de plazas por todo el mundo.