La retirada de Antonio Catalán Toñete nos ha hecho recapacitar ante la condición de un torero que, inevitablemente, éste tiene que venir desde los ancestros más humildes para poder llegar a lo más alto y, no era el caso de Toñete que, para su suerte, vino al mundo en una acomodada familia en la que, sin duda, nadie discutirá los valores de su señor padre para llegar hasta donde ha llegado pero, nada que ver un torero que venga del hambre a otro que esté en la opulencia desde el primer día que vino al mundo.

Felicitemos a Toñete por su retirada porque, de este modo, podrá ser un gran directivo junto a la empresa de su señor padre y, al tiempo, se evitará hacer el ridículo en los ruedos y, lo que es mejor, alejarse de las cornadas que siempre puede dar el toro.

Como decía, los toreros tienen que venir desde los ancestros más humildes del pueblo porque, como se ha demostrado, salvo Manzanares al que cuidaron entre algodones para que llegara hasta donde llegó, el resto de los hijos de toreros famosos ha sido puro esperpento los que han llegado y, un ridículo de clamor los que quedaron abajo porque, pobres de ellos, pensaban que la profesión era más sencilla de lo que parecía pero, lo que ellos no sabían era que sus progenitores llegaron a lo más alto para saciar el hambre que arrastraban porque, ellos, los hijos de los actuales diestros, con esa “despensa” llena y la moqueta en su casa, en honor a la verdad, aquello de jugarse la vida, les sonaba a pura broma.

Muchos han sido los que han fracasado porque, ser pobre no garantiza que uno sea torero; pero son siempre los más pobres los que lo han intentado. Y, ciertamente, algunos lo consiguieron pero, si se me permite, con todos los respetos para los que llegaron, el caso que siempre más me ha emocionado no ha sido otro que Iván Fandiño que, desde los orígenes más humildes e incluso desde el lugar más inhóspito para ser torero, Orduña, lo intentó y lo consiguió. Al otro mundo se llevó todos los sacrificios, sinsabores, cornadas, desprecios, humillaciones y traiciones que padeció pero, su grandeza y convicción eran de tal importancia que, llegó a la meta que soñó, sin importarle para nada que, como así sucedió, él era consciente de que un toro podía acabar con su vida, como así sucedió pero, si él pudiera hablar, seguro que hubiera deseado que, el escenario para irse al otro mundo debería de haber sido Madrid, la plaza que era su referente, su casa, su morada, su novia, su amante; lo era todo porque juntos formaron esa simbiosis magnética que, solo un grande puede conjuntarse con los gustos de Madrid.

¿De dónde venía Juan Belmonte cuando llegó al estrellato? ¡De la más absoluta pobreza! Yo diría que, de lo siguiente que solemos decir porque, como apuntaba, los padres de Iván Fandiño, siguiendo la estela de un grande, eran trabajadores y no les faltaba de nada mientras que, al trianero, venido al mundo casi llegando el pasado siglo, lo que en su casa no era hambre lo que pasaban, era mucho más duro que todo aquello si nos circunscribimos a la Sevilla de aquellos años. En aquella época, si algo reinaba en la capital hispalense, como en el resto de España, era la miseria por doquier y, en aquellas circunstancias, todavía quedaban gentes que, como única salida, ésta no era otra que ser toreros, algo que Juan Belmonte vino a demostrar como pocos. Y de tal modo, retrotrayéndonos en épocas pasadas, en la citada de Belmonte y, durante el resto de la existencia, los toreros lo han sido “gracias al hambre que les atormentaba.

Repito, gracias, Toñete, tú sabes lo que has ganado y todo lo que hubieras podido perder, hasta la vida, la que deseamos que Dios te la converse durante muchísimos años. Junto a tu señor padre, porque de casta le viene al galgo, serás un hombre de bien, un empresario de éxito y, sin duda, una buena persona. Y digo lo mismo para Marcos Pérez que, tras haber tomado la alternativa en Nimes ya debe de estar pensando en la retirada, cosa que ya hizo de novillero pero que, volvió para tomar la alternativa con los toros de su difunto abuelo, viniendo a demostrar que, no tiene “hambre” de ahí la dificultad para lograr el éxito que, para mayor desdicha, Marcos no está tocado por la varita mágica del arte. No lo digo yo, lo dijo él en su alternativa, si con esos animalitos que le trajo su tío para el doctorado no fue capaz de triunfar, si se llega a enfrentar a un Miura como los que vimos hace pocos días en Almoguera, no quiero ni imaginármelo.

En la imagen, Iván Fandiño en su apoteósica tarde en Madrid en la que entró a a matar sin muleta.