Tal y cómo se tiene que desarrollar la tauromaquia actual no queda otra opción que cambiar de estrategia si en verdad queremos que esto continúe. La pandemia lo cambió todo y, lo que es peor, para mal. Pero no queda otra opción que adaptarnos a los tiempos y, aquella frase hecha desde los tiempos de María Castaña que nos decía, tienes más dinero que un torero, eso ha pasado a la historia que, si somos sinceros, era eso, una frase hecha porque el noventa por ciento de los toreros siempre se jugaban la vida a cambio de las migajas que les daban.

La cosa, ciertamente, se complica para las figuras que, por lógica pretenderán los honorarios de siempre pero, aquí viene el quid de la cuestión. ¿Qué cifras astronómicas nos hablaba Simón Casas que percibían los toreros? Imagino que, el productor se referiría a tiempos pasados que, sin lugar a dudas, siempre fueron más reconfortantes y, lo dicho es una prueba de ello. Es verdad que, entre empresas y toreros había dinero para todos; unos más y otros menos, pero siempre quedaba algo que rascar.

Me hubiera gusta ver, como he dicho en varias ocasiones, las liquidaciones de Matilla con las figuras al respecto de Vistalegre. Está clarísimo ¿verdad? Aquí, o se reviste todo el mundo de humildad y dejarán de celebrarse festejos taurinos porque, los empresarios, con toda la razón de mundo no les gusta perder, más bien todo lo contrario. Desdichadamente para todos, Vistalegre ha dado la medida de la hecatombe económica que vive la fiesta de los toros y, a partir de ahí, todas las demás plazas.

Es verdad que ahora nos toca adaptarnos a los tiempos que corren por aquello de las restricciones a que están sometidas las empresas pero, si una vez pasara este calvario para siempre, lo que sí ha quedado de puro manifiesto es que, nada volverá a ser como antes. Y no lo será nunca porque los aficionados han perdido el hábito de ir a los toros y si a todo ello le añadimos la situación catastrófica que sufre España en todos los órdenes, hasta un niño chico entenderá el cambio a que me refiero.

Digamos que, desde este momento y en lo sucesivo, aquello de cuatro mil espectadores, cinco mil a lo máximo, será el aforo mayor para cualquier plaza de España. ¿Qué hacer para que esto siga? Repartir el dinero como buenos hermanos porque no queda otra opción. Las figuras, con todo su caché, no tendrán otra elección si quieren torear que emular a otro tipo de toreros que, como muchas veces dije, se visten de luces, se juegan la vida por lo que les quieran dar; no será el caso de los mandones del toreo, pero sí algo muy parecido. Es decir, ya pueden olvidarse todos y para siempre que, las cifras rocambolescas que antes se manejaban todo eso ha pasado al olvido. Y, lo que es peor, conforme está la situación actual, jamás empresa alguna se le ocurrirá aumentar ni un céntimo el precio de las localidades.

Las estructuras del toreo han quedado muy obsoletas. Los taurinos, con sus acciones, han ido tirando a las gentes de las plazas y será muy difícil que vuelvan que, en realidad no lo harán jamás. Madrid, reitero, nos ha dado la medida del cataclismo en que estamos sumidos. Tiene gracia la cosa que, por ejemplo, en una determinada plaza con ese aforo de apenas cuatro mil personas, lees por ahí y dicen que El Juli ha agotado el papel. Hay que ser cínicos para publicar dicha información. Los boletos, antiguamente, se acababan con el aforo completo y total de cada coliseo taurino. Claro que, aquello ha pasado a la historia y, a partir de ahora, como vengo sentenciando, si se reúnen a cuatro mil personas ya será todo un éxito pero, revestir esa lisonja de que han agotado el papel me parece una estupidez fuera de toda lógica.

Desde hace muchos años, las figuras del toreo deberían de haber cobrado según la cantidad de gente que congregaran ante su presencia, lo demás han sido todo paños calientes engañándose todos sin querer ver la realidad que nos ha caído encima. Como esa norma lógica nunca se adaptó el mundo del toreo, ahora nos encontramos con las miserias que nos invaden en que, todos creen ser muy buenos pero nadie acude a verles.

Si de espectáculos hablamos, cuando alguien tiene el caché de figura es porque interesa a todo el mundo, lo digo porque, en cierta ocasión, el gran Vicente Fernández fue contratado para actuar en El Embudo de Insurgentes y, como se publicó aquel día, el Chente le dijo al empresario: “Si no lleno la plaza usted no me pague nada y si la lleno mis honorarios son tanto” En el recinto taurino más grande del mundo el cantor mexicano congregó a cincuenta mil personas, disipándose cualquier duda que el empresario pudiera albergar sobre tan afamado cantor.

Mucho me temo que, la pandemia nos ha destapado la dura realidad en que vivíamos pero que nadie quería reconocer y, lo que es peor, a partir de ahora, las figuras, si quieren torear, una vez que haya pasado esta dura situación, no tendrán más remedio que adaptarse a los tiempos que en realidad son ellos mismos. Cada cual, como norma tendrá que cobrar según la gente que congregue y si en Vistalegre se hubiera hecho así, Matilla no hubiera perdido hasta los zapatos. Ellos, los que viven en el olimpo de los dioses por aquello del relumbrón que dicen tener, además de todo, hay que demostrarlo y la única forma de hacerlo no es otra que concitar a las gentes a su alrededor; llenar las plazas, lo que no hace muchos años era una auténtica realidad. Cualquiera, en su oficio, debería tener la dignidad del Chente Fernández antes nombrado; es decir, si lleno mis honorarios son altísimos; si no viene nadie a verme, se queda usted con la taquilla o, en su defecto, me paga los gastos.