Parece que fue ayer pero, han pasado doce años desde la última corrida que se celebró en Barcelona en aquel día aciago en que se clausuró para siempre La Monumental barcelonesa, todo ello por un capricho de un mal nacido llamado José Montilla, del PSOE como es natural. Aquella clausura nos conmovió a todos y, mucho más por el cartel que tuvo la desdicha de cerrar dicho coso. Aquella tarde, por ser la última, el toreo brilló a una altura insospechada porque, Juan Mora, José Tomás y Serafín Marín fueron los artífices de firmar una tarde inolvidable. Por la puerta grande salieron José Tomás y Serafín Marín y, no les acompañó Juan Mora por sus fallos con la espada.
Me quedo con la apoteosis que supuso aquel festejo pero, por encima de todo, con las lágrimas de Serafín Marín, el último torero catalán que le dio categoría a Cataluña puesto que, Marín, en los primeros años de su carrera, obtuvo grandes éxitos que le hicieron pasearse por muchas plazas de España y América. Marín, tras finiquitar la tarde, como digo, lloraba como un niño chico. Seguro que, sus lágrimas venían sustentadas como nos sucedió a todos al ver que, una región tan taurina como la catalana se queda sin toros para siempre.
Claro que, en el caso de Serafín Marín era todo mucho más profundo y, de ahí viene la expresión de que, al cerrar dicha plaza dejaban sin pan a Serafín Marín que, como el mundo sabe, el torero catalán resultó ser el más perjudicado de dicha clausura puesto que, Barcelona había sido desde siempre la tabla de salvación para dicho matador de toros. Serafín Marín tenía baches, como todos los toreros pero, siempre le quedaba la plaza de su “casa” en la que tantas veces le salvó del maleficio que había sufrido en otras plazas. Digamos que, la Monumental catalana era siempre su tabla de salvación y, tras cerrarla vino el ocaso de dicho diestro que, como todos saben, el pasado domingo estuvo muy bien en Madrid en una de las corridas llamadas duras que, en verdad así lo fueron.
Para desdicha del diestro, desde la clausura de la que era su plaza, Marín se quedó sin pan y, para mayor injuria no tener ese coliseo en la que en los momentos difíciles le devolvía a la realidad; digamos que, triunfaba en Barcelona y de repente salían otros contratos pero, llevamos doce años de silencio en dicho recinto taurómaco al tiempo que se apagaba la estrella de Serafín Marín.
Fijémonos la travesía del desierto que está teniendo Serafín Marín que, como antes dije, toreó el pasado domingo en Las Ventas y, hacía ocho años que no pisaba dicho albero. Sobran las palabras puesto que, el matador catalán en estos años apenas ha toreado nada, si acaso en algún que otro pueblo pero sin la menor repercusión. Convengamos que, si a todos nos arrancó el corazón la clausura del tan emblemático coso barcelonés, al diestro citado le hundieron en la miseria y, repito, Serafín Marín no es mal torero, lo demostró en Madrid el pasado domingo en los breves retazos que los toros le permitieron.
Así las gasta el mundo de la política que, si de la izquierda hablamos, no ya en los toros como sucedió en Barcelona, es que todo aquello que tocan lo destrozan para que los seres humanos sigan sufriendo que, en realidad es a lo que aspira el socialismo y el comunismo como los hechos nos demuestran a diario y, si de toros hablamos, muchas han sido las plazas que estos seres repugnantes han cerrado para que, en las ciudades afectadas, por sus ferias y fiestas reine la miseria porque, como sabemos, los toros son una gran fuente de ingresos para todas las ciudades, sin ir más lejos, el pasado año cuanto José Tomás toreó en Alicante, los datos que tenemos al respecto no son otra cosa que varios millones de euros quedaron en las arcas de la ciudad, todo un logro que hay que atribuirle a los toros.
Serafín Marín se quedó sin pan pero, por su culpa, si en este momento en que cerraban la plaza de Barcelona, él que ya sabía que le dejaban sin poder comer de dicha profesión que tan gallardamente ostenta, tenía que haberse apuntado al PSOE, haberle lamido el culo a Pedro Sánchez y, ahora, igual era ministro de bienestar animal, todo ello para que fuera Serafín Marín el que ayudara para clausurar para siempre ese fiesta “maldita y absurda” como son los toros.
Lo dicho es una retórica puesto que, Serafín Marín, pese a todo, ha demostrado que es un tío con toda la barba.
Como siempre, si de Madrid hablamos, ahí está el maestro Andrew Moore con su cámara para captar los momentos más bellos.