Dada la trayectoria admirable de Emilio de Justo, el diestro de Torrejoncillo es el ejemplo para tantos chavales que se han doctorado en los últimos años que, ávidos de ilusiones y con la esperanza de mejor suerte, todos aspiran a llegar hasta donde ha llegado Emilio de Justo pero, posiblemente, lo que quizás muchos no sepan es el peaje que ha pagado De Justo hasta llegar al lugar que ahora ocupa en que, como es sabido por todos, se le considera una figura del toreo y actúa en las mejores ferias de España, Francia y América.

Si para los matadores de toros jóvenes, De Justo, es todo un paradigma, igualmente, para nosotros en calidad de aficionados, el diestro es todo un patrón del modelo de torero que todos soñamos. Ahora bien, ¿está todo el mundo preparado para pagar el canon que De Justo ha pagado hasta llegar al lugar que ahora ocupa? Esa pregunta, para muchos, igual no tiene respuesta. Al margen del tremendo sacrificio del diestro, ha tenido que mediar el milagro en su vida porque, dicho sea de paso, situación como la del diestro descrita las he conocido a montones y, coetáneos de él, caso de Pepe Moral, Manuel Escribano, David Mora, Octavio Chacón, Javier Castaño, Curro Díaz, Alberto Lamelas, Iván Fandiño que hasta entregó su vida en una plaza de toros, amén de otros diestros de igual similitud en cuanto al sacrifico se refiere, entre los nombrados, en la actualidad, apenas le han dado un poquito de cancha a Escribano mientras que, los demás, con grandes méritos, apenas son una gota de aceite en el océano.

La travesía del desierto de Emilio de Justo es espeluznante. Siete años de novillero hasta que se doctoró en el 2007, un dato escalofriante por sí mismo. Una vez doctorado tuvieron que pasar diez años, casi nada, para que su nombre empezara a sonar, no sin antes, en el 2015, tras matar seis toros con éxito en Hervás y comprobar que aquello apenas sirvió para nada, De Justo pensó en hacerse banderillero o irse a Huelva a recoger fresas. Y tenía razones más que fundamentas para la desesperación puesto que, en un decenio, torear 40 corridas de toros, -una media de cuatro por temporada- eso es para enloquecer. Y no te quiero contar qué tipo de ganaderías era las que lidiaba.

Era una lucha titánica, siempre a la desesperada hasta que llegó el año 2018 en que, en la feria de otoño de Madrid, De Justo salió por la puerta grande y, a partir de aquel momento cambió su estrella, tampoco de la noche a la mañana pero, el hombre ya vería su horizonte más despejado. Poco a poco, su nombre empezó a sonar en calidad de torero muy cuajado y auténtico, de forma muy concreta en Madrid en la que, desde siempre ha sido ídolo admirado; por su torería y, ante todo, por su capacidad ante los toros que lidiaba, algo que tiene mucho peso específico en Las Ventas. Si no recuerdo mal son tres puertas grandes en Madrid lo que le otorga un privilegio admirable en torno a su persona y su carrera.

De Justo, el pasado año, apostó por lo más fuerte que un torero pueda apostar porque él quería demostrar que si llegó hasta el lugar que ocupaba, tenía que hacer una gesta sin precedentes, encerrarse con seis toros en Madrid en la primera corrida de la temporada, un hito que venía a certificar el momento por el que atravesaba y, a su vez, la fuerza de su nombre puesto que, en una fecha tan “fuera de tipo” llenó la plaza de Madrid. Le esperaban seis auténticos toros de distintas ganaderías y, la ilusión le desbordaba, a él y a los aficionados venteños. Salió el primer toro de Pallarés, le hizo una faena rotunda, cobró una estocada hasta los gavilanes y, en aquel preciso momento el toro le prendió, le estrelló contra las tablas y, en un segundo nos temíamos lo peor; pudo haber muerto o, por la lesión que sufrió, haberse quedado en válido para siempre. Allí acabó todo y Álvaro de la Calle tuvo que hacerse cargo de la corrida, cosa insólita en el mundo de los sobresalientes.

Las noticias que nos llegaban sobre su estado de salud no eran precisamente buenas porque los médicos dijeron que, si todo iba bien y había suerte, tardaría un año en recuperarse. Y aquí entra lo insólito de la cuestión puesto que, para su fortuna, De Justo, cinco meses después reapareció con éxito en Almería; así, de triunfo en triunfo, hasta que acabó la temporada. No quedaba duda alguna al respecto de la grandeza de este diestro admirable que triunfó en Madrid en San Isidro y, su temporada ha sido una constante de éxitos en todas las plazas en las que ha toreado, como digo, un referente de cara a todos los toreros y una convicción tremenda para el propio diestro al respecto de su condición física y, sin duda, de su capacidad como torero.

Si él lo ha logrado, dicen muchos de sus compañeros jóvenes, yo también puedo hacerlo y, es cierto pero, ¿está todo el mundo dispuesto para aceptar semejante hoja de ruta? Lo digo porque, desde que empezó De Justo su singladura por querer ser torero, han transcurrido 23 años, con el agravante de que su nombre empezó a sonar hace cinco años. ¿Hay quién de más?

Y, cuidado que, esfuerzo y sacrificio al margen, De Justo ha tenido la fortuna de encontrar un hueco en el escalafón, posiblemente auspiciado por Alberto García pero, tesón al margen, el componente de la suerte tiene mucho que ver en todo lo contado; suerte que no todo el mundo encuentra. Su gran mérito no ha sido otro que la trayectoria por la que ha pasado, nada que ver con esos toreritos que, toman la alternativa y al día siguiente están en todas las ferias, caso de Tomás Rufo, por poner un ejemplo pero, eso ocurre una vez cada mil años. De Justo estará en el toreo hasta que Dios quiera, hasta que se canse él, pero siempre le contará a sus nietos que, lo suyo fue todo una épica al alcance de muy pocos diestros.

Su ejemplo, está ahí, el que quiera puede seguirlo pero, como decía, ¿está todo el mundo dispuesto para pagar dicho peaje?