Mi desdicha no es otra que adivinar lo que sucederá en el futuro y, como anoche escribí, barruntaba que en el día de hoy me encontraría alguna que otra crónica mintiendo para decir que el presidente le robó ayer la puerta grande a Borja Jiménez en Valencia; lo escribí y, así lo he leído esta mañana. ¡Pero qué ganas de mentir de forma estúpida, especialmente para engañar al chico! El que crea que diciendo eso le hizo un favor está totalmente equivocado porque, para desdicha de muchos, al televisarse los festejos los ve todo el mundo, razón por la que mentir es un dislate en toda regla.

¿Estuvo bien Borjita en Valencia? ¡Sí señor, nada que objetar! Es cierto, pero, de ahí a pedir la puerta grande me parece una ignominia absurda que, en definitiva, de haber sucedido, flaco favor le hubiera hecho al muchacho de Espartinas. Lo digo porque, las faenas del torero fueron de mucha entrega, arrebato por su parte, voluntad sin límites, pasión a raudales, pero, los logros finales no tuvieron calado alguno, incluso la oreja que le dieron en su primer enemigo, de haber pinchado en una sola ocasión, dicho trofeo se hubiera esfumado, justamente lo que pasó en su segundo ejemplar que, tras un pinchado y un descabello todo quedó en palmas de los parroquianos.

La mejor manera que tenemos los que narramos, si pretendemos ayudar a los diestros, no es otra que contarles la verdad que, ellos, como protagonistas, en el ruedo, apenas son conscientes, para bien o para mal de todo aquello que han realizado. Para eso estamos nosotros, para decirles todo lo que han hecho y si el triunfo ha sido legítimo que lo disfruten como nosotros y, al contrario, si ha habido lagunas, hay que contarlas para rectifiquen. Si de Borja Jiménez hablamos, convengamos que su apoteósica tarde del pasado otoño en Madrid nadie la hemos podido olvidar mientras que, la de ayer en Valencia, nadie seríamos capaces de recordar salvo su tremenda voluntad. Y ahí estriba la diferencia, en discernir entre lo en realidad grande y lo correctamente normal.

Lo dije en su momento y lo vuelvo a repetir, no debemos de equivocar a Borjita que me parece un chaval magnífico y un torero muy válido, pero, por su forma de torear necesita de un toro encastado, bravo, fiero; de esos animales que ponen a prueba al lidiador ofreciéndole esa bravura encastada. Con el resto de las ganaderías comerciales, como ayer sucediera en Valencia, no deja de ser uno más y, sinceramente, el chico tiene condiciones más que válidas para llegar a ser un torero importante. No es un purista, pero, como ocurriera el pasado año en Madrid, frente al toro encastado trasmite una emoción indescriptible que, de hacerlo con asiduidad puede lograr un puesto cimero en el escalafón.

Digámosle a Borjita Jiménez todo lo que queramos, menos mentirle para engañarle. Ese hombre no merece que nadie utilice un botafumeiro oxidado para intentar ensalzar su labor que, como digo, frente al toro encastado y bravo se ensalza a su mismo. Y lo mejor de este diestro está por llegar poque, para su fortuna, es un esperado en Madrid, podría decir lo mismo de Sevilla, pero, donde realmente se le espera es en Las Ventas y, a poco que le ayude un toro allí no fallará. Lo veremos si Dios nos lo permite.