Como quiera que el mundo de los toros las retiradas de los toreros se haya vuelto un cachondeo tremendo, dentro de esas miserias todavía quedan hombres auténticos como López Chaves que, ante su retirada, puntualiza no que se trata de un “hasta luego”, pero sí de una retirada definitiva. Como digo, hasta para irse hay que tener mucha categoría como ha mostrado el diestro salmantino. Una vez más, hasta fuera de los ruedos, el torero aludido ha mostrado su firmeza como individuo, algo que le acompañará mientras viva porque, su carrera ha sido lo que ha logrado y, tras cinco lustros en el escalafón, pocas glorias más podría alcanzar si regresara y, como quiera que él lo sabe es por ello que puntualiza lo de retirada definitiva.

Admiro y aplaudo la decisión y firmeza de López Chaves porque, regresar, tras haber manifestado la retirada me parece una tomadura de pelo, cosa que el salmantino no hará como ha manifestado. Domingo, en realidad, lo único que hace es aplicar la lógica en su vida y en torno a su carrera porque, en muchos casos, El Cid sin ir más lejos, lo único que ha logrado tras su reaparición no ha sido otra cosa que ridiculizarse a sí mismo y, un hombre como el diestro de Salteras, con una hoja de servicios admirable, volver ha sido todo una ignominia que, como vemos, ha pagado muy cara.

Al respecto, la lista de las reapariciones ha sido extensa, entre ellos, Alejandro Talavante, Castella y, en el próximo año, Enrique Ponce que, en honor a la verdad eso no es otra cosa que atentar deliberadamente contra los chavales que aspiran encontrar un hueco vacante para, con su arte, tratar de ocuparlo. No, ante estos tipos nada de eso es posible. Fijémonos como es de sangrante el panorama que, todavía quedan acólitos que aplauden el regreso de Ponce con más de treinta años de alternativa y, hasta lo esperan como si fuera el mesías prometido; vamos, como si hubiera vuelto a la tierra Antoñete y se anunciara en la próxima feria de San Isidro, cosa que Ponce no hará, por supuesto.

Cuando se ha sido figura del toreo se regresa por dinero, por vanidad, por tener palmeros cerca y por tratar de llevarse lo poco que queda en las arcas de los aficionados. Otra cosa muy distinta es que esos regresos colmaran de aficionados los coliseos taurinos y, sería entonces cuando lo entenderíamos todo pero, aquello de ver medias plazas, medio toro y los diestros ejerciendo de enfermeros, la crueldad es extrema y, como dije, lo más sangrante de la cuestión es que cierran aquellas puertas que, matadores jóvenes más que aptos para la profesión creían ver abiertas para entrar y, de repente, se encuentran que las mismas se cierran por capricho de los señoritos del toreo.

Ya que hablamos de reapariciones, recuerdo que alguien me dijo un día que, en mi caso, admití y aplaudí la reaparición de Antoñete que, por cierto, lo hizo con más edad con la que se retiran los guardias civiles. ¿No era aquella la reaparición de un viejo? Me espetaron. Si, era viejo, pero ahí radicaba su mérito porque el gran Antoñete, en los últimos años de su carrera reapareció para darle grandeza a la fiesta, para mostrar su toreo inmaculado, aquel que apenas le habían permitido mostrar en su juventud y, de forma muy concreta, todo ello, llevarlo a cabo en la plaza de toros de Madrid. Es más, Antoñete no le quitó el puesto a nadie, ocupó el que merecía, el que le habían negado desde siempre y que gracias a su último suspiro, muchos aficionados pudimos saborear el dulce placer de su arte.

Como quiera que yo no tenga nada que ver con el “sistema” establecido, al día siguiente de que Ponce se retirara en la feria de Burgos dije que, muy pronto volvería. Ha esperado dos años para que la cosa no chirriara mucho pero, al final ha confirmado lo que era mi sospecha, al año que viene ya tiene anunciado el cartel de su reaparición en Nimes. Esto será en el año venidero pero, de igual modo me pronuncié respeto a El Juli para decir que, en la próxima temporada quizás no toree pero, en la siguiente, que nadie dude que veamos a Ponce y al Juli juntos en los carteles y, mientras tanto, los jóvenes que sigan chupando banquillo.