Si algo “bueno” nos dejó la pandemia ello no es otra cosa que el trabajo que se les ofrece a muchísimos toreros por esos pueblos de España, algo que me tiene admirado por completo. En honor a la verdad, porque ésta tiene que resplandecer por encima de todo, es el hecho de que pueblos que no conocíamos para nada, taurinamente hablando, en este año, esos mismos lugares nos dejen admirados por completo porque, insisto, gracias a la labor de organización de muchos empresarios audaces, una larga lista de hombres que se juegan la vida como toreros, tienen lo que llamaríamos como su puesto de trabajo y el jornal correspondiente.

Sería innumerable la lista de villas pequeñas, pueblos de escaso relumbrón y, para nuestra dicha, es esos núcleos pequeños donde aparece la grandeza del toro y, a su vez, como es natural y lógico, la admirable decisión de unos toreros dispuestos a jugarse la piel en lugares tan recónditos como dispares. Sitios que, sin lugar a dudas, la enfermería de la plaza seguro que tiene los mismos medios que el centro de salud de mi pueblo. Eso sí, como hemos comprobado, todos tienen una ambulancia al efecto para que, en el caso de una desgracia poder socorrer al herido.

Es cierto que en este tipo de festejos los toreros actuantes, con lo ganado, nadie aspirará a comprarse un cortijo pero sí, todos, en su conjunto, perciben un sueldo y, lo que es mejor, una cotización a la Seguridad Social que, como se sabe, es un hecho tan relevante y hermoso para los valientes que se juegan su piel a cambio del sueldo al que cito. En este aspecto no estamos juzgando a nadie pero que, chavales como Mario Sotos, Damián Castaño, Sergio Serrano, Javier Herrero, Colombo, Galdós y muchos más, que todos tengan oportunidades para mostrar sus aptitudes y, lo que es mejor, que las mismas se vean recompensadas con un sueldo digno y, como logro mayor, que muchísimos de esos festejos son retrasmitidos por el canal  CMM, “La Monumental de Castilla La Mancha” como tan acertadamente lo define José Miguel Martín de Blas, su director. Por cierto, es alentador, yo diría que bellísimo que, dentro de ese elenco de retrasmisiones que dicho canal ofrece, al margen de que podamos ver a los chavales nuevos, en muchos carteles hemos visto a toreros artistas de la talla de Finito de Córdoba y Curro Díaz, dos artistas de relumbrón que, gracias a estas organizaciones aludidas podemos saborear su arte puesto que, en la grandes ferias, dichos artistas siguen vetados.

En el mundo de los toros, como en cualquier ámbito de la sociedad, lo que se pretende es que haya trabajo para todos; es cierto que habrá ricos y pobres, como en cualquier colectivo, pero que no le falte al pan a nadie, eso ya es un éxito de clamor. Y ese sagrado pan del que hablo, como es notorio, ha tenido que llegar mediante la grandeza de tantísimos pueblos de España que, el mundo de los toros en su conjunto, tanto le debe a las organizaciones por parte de esos empresarios ilusionados que, llenos de romanticismo, son capaces de arriesgar lo poco que tienen.

Se trata, por todo lo que digo, de la “otra” fiesta, la que nada tiene que ver con los de siempre, los de sota, caballo y rey. Sí, amigos, los que forman parte de ese reducido colectivo en que ellos se lo guisan, se lo comen y el que no pueda comer que se joda, que para eso es pobre. Esa es la mentalidad de los de arriba que, no es que se olviden de sus compañeros que ya es un acto criminal, caso de Antonio Ferrera, por citar un ejemplo sangrente puesto que, este año, se anuncia en solitario en varios festejos que, a priori, parece una machada pero en los tiempos que corremos es una puñalada trapera para sus compañeros. Se olvidan, como es preceptivo, hasta del toro en toda su esencia.

Ahora, gracias al milagro referido de los pueblos, como si por arte de magia se tratare, es en dichos lugares donde vemos lidiar el toro en toda su autenticidad puesto que, las ganaderías legendarias, y esto dice mucho de sus criadores, no han tenido recato en acudir a recintos pequeños, lugares que, hasta hace pocas fechas, para ellos era algo impensable. Felicitaciones para estos ganaderos que están fuera de sospecha ante aquellos que, cuando existía la peseta, se les calificaba de “ganaduros”, que eran esencialmente todos aquellos criadores de toros de lidia afines y sumisos a las órdenes de las figuras y sus caprichos, entre ellos, afeitar al toro hasta la cepa.

Lo que está sucediendo en el mundo de los toros suena a locura. ¿Quién nos tenía que decir a los aficionados que si quisiéramos ver un toro en puntas teníamos que ir a los pueblos? Lo digo porque de toda la vida de Dios, en las plazas de tercera y cuarta es donde menos se cuidaba el elemento toro y, repito, por arte de magia- o porque más cornadas da el hambre- es en los pueblos donde el toro nos extasía por completo en su grandeza y autenticidad. Y, como antes dije, lo mejor de todo es la diversidad de carteles que se organizan en que, toreros de distinto calado le dan una enorme diversidad a tantos tercetos hermosos como se confeccionan y, lo que es mejor, de tal modo sigue habiendo pan para, los hasta ahora olvidados del taurinismo y que estos momentos forman parte del colectivo que, en definitiva, debe ser lo más importante.