Si de esclavitud hablamos nos viene a la memoria, tal y como reza la historia, cuando allá por el año 1862, siendo presidente de los Estados Unidos de América, Abraham Lincoln, fue el primer presidente americano que liberó a los negros de la esclavitud, un logro que, tantísimos años después, no sé si le habrán agradecido  los seres humanos de color, aquella proeza que les liberó de todas las infamias que contra ellos se cometían. Recordemos que, un personaje de nuestros días, que falleció en el pasado 2011, un sabio llamado Facundo Cabral, al respecto de las etnias negras todavía nos contaba en uno de sus aforismos en el que nos decía: “Los negros se hacen boxeadores para poder pegarle a los blancos…..legalmente”. Queda claro que, el logro de Lincoln es para que lo recuerde el mundo eternamente.

Y este preámbulo viene a cuento porque, si de toros hablamos, en la actualidad –yo diría que desde siempre- la esclavitud sigue teniendo enorme vigencia puesto que, no se puede entender un montaje como el que tenemos en los toros en que, los auténticos protagonistas, además de jugarse la vida y muchos la perdieron, a todos se les exige la condición de esclavos, algo impensable en el mundo que vivimos en cualquier área de la sociedad en que nos encontremos.

Si de toreros hablamos, se libran de dicha esclavitud apenas media docena de hombres afortunados que, seguramente ni ellos saben las razones, se les permite ejercer como hombres libres en su profesión. Son ese grupo reducido a los que conocemos como figuras del toreo que, para su fortuna, hasta deciden su vida y su futuro, amén de haber arreglado crematísticamente sus vidas. Como digo, son los menos, para desdicha del gran elenco de matadores de toros y novilleros que gozamos en la actualidad. Con la excepción de los nombrados, el resto, debería de volver a la vida Abraham Lincoln para ver si les otorgaba la libertad como hiciera con los negros durante su mandato presidencial en Estado Unidos; pero vamos, tal y como está el panorama, esto no lo arregla ni Dios.

Es cierto que, por ejemplo, en el mundo laboral las empresas exigen a sus empleados una disciplina para el buen funcionamiento de las empresas que, a la sazón, redunda en los propios empleados y, muchísimos, hasta tienen en valor de abandonar un puesto de trabajo que no les gusta o creen no estar lo suficientemente valorados. Digamos que, en el mundo empresarial existe la libertad de decidir y hacer todo aquello que queramos con nuestras vidas. Estamos ante lo que entendemos como un planteamiento lógico por parte de cada individuo que se gana la vida con su esfuerzo y talento, cosa que no sirve para nada en el mundo de los toros.

Muchos toreros, la mayoría, tienen que ejercer como esclavos y si no queremos darle ese apelativo, digamos que tienen que ser criados de sus amos, un papel que representan con total fidelidad. Siempre, de forma pública, los toreros encuentran una manera de justificar a sus amos, los empresarios, cosa que me hace perder el humor que, en definitiva no es otra cosa que un abandono total hacia el colectivo de héroes capaces de jugarse la vida pero que, llegado el momento quedan mudos por completo o, lo que es peor, justifican las fechorías del amo.

Un torero, caso de Fernando Adrián, triunfa de forma rotunda en Madrid en dos ocasiones consecutivas, le dejan tirado durante todo el verano y el muchacho dice que el parón le ha servido para crecer. ¿Se puede ser más inocente que ese chaval que comentamos que, para para mayor inri, le hemos defendido a capa y espada en tres mil ocasiones cuando estaba en el dique seco? Veo hace pocas fechas unas declaraciones de Paco Ureña lanzándole el botafumeiro a Simón Casas cuando, como sabemos terminaron su relación apoderado-torero de mala manera. Ciertamente, no entiendo nada; no sé si es que sistema así lo requiere o los toreros, fuera de la plaza son seres inocentes a la espera del milagro que nunca llega.

Queda claro que, en los toros hay que ser empresario, lo demás son cuentos chinos. ¿Será que los empresarios, sabedores de las carencias de los toreros les someten a la esclavitud que conlleva triunfar y que no te repitan en plaza alguna? Por ahí andarán los tiros ¿verdad? Cualquier ser humano tiene derecho a rebelarse ante su situación laboral, incluso a tomar las medidas pertinentes; todos, menos los toreros. Sin duda, la situación laboral de estos hombres aguerridos que se juegan la vida me tiene muy preocupado. Por supuesto que no puedo hacer nada al respecto, ni tampoco ayudarles para que les contraten cuando han triunfado, pero me cabe el orgullo de defenderles ante la situación en la que viven pero, cuidado, son ellos los primeros que tienen que defenderse porque, como se sabe, no tienen a nadie que les defienda.

Como colofón final, desdichadamente, en el toreo es la única profesión en el mundo en la que, la valía de cada cual, en el noventa por ciento de los casos no sirve para nada. Tenemos mil ejemplos que los sabemos todos. ¿Cabe dislate mayor? Que cada cual saque sus conclusiones.