El segundo festejo de la feria de Cali, primera corrida de toros, nos dejó perplejos por muchas razones pero, la primera, sin lugar a dudas, la forma con la que han matado a la afición caleña, otrora, la feria por antonomasia de Colombia. Alguien dijo que de toros no saben ni las vacas y, es un aserto muy válido. Lo digo porque los toros de Salento que han cosechado muchos triunfos en dicho coso, en el día de ayer todo quedó en una pura broma; no debe de estar muy boyante la ganadería cuando la mataron tres desposeídos de la fortuna, con eso está dicho todo.
La paupérrima entrada que registró Cañaveralejo nos dejó sin sangre en las venas; pensar que, hace pocos años, dicho coso daba quince corridas de toros eso nos quita el humor al ver cómo y de qué manera ha queda la fiesta en el país cafetero; pero, mucho peor que nosotros en España que ya es decir. La fiesta se nos muere; mejor dicho, ya le han asestado la tremenda puñalada porque, tengo mis dudas de que en los dos festejos que quedan en dicho ciclo, la asistencia de público será notoria; vamos que, si se congrega en los festejos siguientes medio aforo ya será todo un éxito. Está claro que Alberto García quiso combatir contra un criminal llamado Gustavo Petro y, ya se sabe, la batalla la tenía perdida de antemano.
Los muchachos pusieron toda su ilusión en que aquello brillara pero, entre las carencias de los toros e incluso de los toreros, aquello se difuminó en la nada. Joselito Adame, Román y Juan de Castilla no lograron su propósito y, eso me duele en el alma porque, pese a todo, un triunfo siempre es un éxito a esgrimir y no fue el caso. Cierto es que, un festejo, sin apenas público, es casi imposible que aquello tomara vuelo porque, nunca lo olvidemos, la asistencia de aficionados es el motor para que todo lo que suceda en el ruedo tenga la trascendencia debida.
Paradojas del destino pero, nos emocionó la lluvia que cayó durante el festejo, mucho más que el mismo espectáculo. Es cierto que, ver llover en Colombia no es ninguna novedad pero, visto bajo el prisma de España en que, en nuestra zona, llevamos más de un año sin ver caer una sola gota, aquello nos emocionó. Ya tiene bemoles la cosa que, en la celebración de una corrida de toros, lo que en verdad no emocione es el aguacero que cayó sobre el albero.
Tras todo lo contado, como decía en el enunciado, mucho mérito el de Alberto García que, como empresario ha tenía la valentía de hacer el milagro como ha hecho en otras de sus plazas pero, por lo visto, en Cali no cabe milagro alguno puesto que, como se demostró allí reina la desolación y el desánimo. Es cierto que, dicho país, económicamente, no está para echar cohetes, como tantísimo países de Hispanoamérica pero, en el peor de los casos, que no hubiera cinco mil personas –ni dos mil- el dato no puede ser más horrible.
Alberto García lo ha intentado pero, como le sucedió hace un par de años en que, con la presentación de Victorino Martín en Cali, con Luis Bolívar y Emilio de Justo mano a mano, apenas se congregó media plaza, el dato es muy preocupante; luego, tras finalizar el festejo, como todos pudimos ver, el espectáculo resultó uno de los más brillantes de cuantos se han celebrado en Cali en los últimos veinte años pero, ni aquello dejó calado alguno para que los aficionados volvieran.