La llamada Gira de la Reconstrucción de la tauromaquia está teniendo un gran eco popular respecto al mundo de la televisión que, en definitiva, es la que la sustenta puesto que, lo que se dice espectadores personales en la plaza apenas hay nadie, por otra parte, algo muy lógico debido a las cuestiones sanitarias que estamos sufriendo. Pero, algo se ha hecho mal al respecto porque, por ejemplo, CMM ha retrasmitido auténticas corridas de toros en cualquier parte de Castilla la Mancha mientras que, los festejos incluidos en la denominada “gira”, ésta se ha basado en la parodia, sin gente en las plazas, pero para que todo el mundo contemple la gran farsa que supone la celebración de dichos festejos.

Son festejos de dos espadas que los sustenta la televisión pero, nada que ver con lo que conocemos como una corrida de toros en que, como es notorio, Juan Pedro se lo pasa en grande viendo como lidian sus animalitos aquellos “afortunados” en el sorteo mientras que, los diestros, se llevan los toros a la plaza en la misma furgoneta de la cuadrilla. No hay sorteo y tampoco hace falta. ¿Para qué? Diría el otro. Si son exactamente iguales los pobres animalitos que, muchos de ellos, morirán molidos a derechazos por diestros infames, caso de Enrique Ponce que, para que la desdicha sea peor, si no le conceden una oreja se hace el mártir.

Como diría nuestro admirado Pedro Mari Azofra, era ahora, justamente en estos tiempos difíciles donde se podría hacer lo mismo, pero con diferente etiqueta; es la hora de los festivales y de tal modo no engañaríamos a nadie. Esos festejos que vemos a diario, en vez de traje de luces, los diestros lucieran el traje corto, todo quedaría admirable porque en un festival cabe todo, hasta el toro despuntado y, para colmo, si los animalitos ayudan, algo que sucede cada día, con el tratamiento de festival, el triunfo sería de clamor. De ese modo, todos veríamos torear como Dios manda, no habría las exigencias que debe tener una corrida de toros y los aficionados seríamos felices.

Pero no, el taurinismo está por la farsa, la mentira, el fraude y la buena voluntad de los espectadores que, frente al televisor, ¿a quién se quejan? La única solución que cabe es destrozar el televisor, coger un libro de toros, en el caso de los aficionados y, aquí paz y allá gloria. Fijémonos que, como explico, todo hubiera sido muy fácil, además de honrado, aquello de la denominación de festivales en vez de corridas de toros porque, mientras éstas quedan parodiadas, criticadas y crucificadas como pide el taurinismo, los festivales gozarían del gran respeto del aficionado y, lo que es mejor, de la admiración de éstos porque como siempre ha sucedido en la vida, en muchas ocasiones, un festival ha servido incluso para poner en circulación a un determinado torero, que se lo pregunten a José Miguel Arroyo Joselito y él responderá con claridad meridiana.

El problema que lleva acarreado la “gira” aludida no es otro que el ratio comparativo que tenemos en otro tipo de espectáculos que hemos visto al margen de la “gira” citada que, como sucede cada día, el toro brilla por su ausencia mientras que, en retransmisiones televisivas de otras cadenas y en diferentes lugares, hasta hemos tenido la fortuna de ver a su “majestad el toro”; digamos que, el toro de verdad que, en muchos pueblos, dichos bovinos, tenían el trapío suficiente para lidiarse en cualquier plaza de primera. ¿Lo entiende alguien? Yo, seguro que no y si alguien me demuestra lo contrario y me convence, pediré perdón arrodillado.

Las restricciones son iguales para todos y en cualquier parte de España puesto que, la pandemia así lo ha decidido; bueno, la pandemia y muchos indeseables que nos gobiernan que, algunos de los festejos que ya estaban programados y autorizados, en el mismo día de la celebración del festejo se anulaban. ¿Fue esa la razón para que naciera la llamada Gira de la Reconstrucción? Pues no hemos adelantado nada, sencillamente porque para ver al toro en su integridad, nos hemos tenido que valer de CMM que, en diferentes puntos de su geografía se han lidiado, como decía, auténticas corridas de toros, llámese Miura, Victorino, etc.

Lo dicho, buena voluntad ha habido, nada es más cierto. Pero se han equivocado en la definición que, de haberles dado tratamiento de festivales a esas indecentes corridas de toros que nos están endilgando, todo hubiera cambiado de forma radical. ¿Escuchó alguien una bronca en un festival? Nadie. Sencillamente porque la gente, en dichos festejos, se sabe indulgente por aquello de la dádiva generosa de los toreros que, en estos momentos, con toda seguridad, será casi la misma, pero que nos quieran vender corridas de toros esos espectáculos lastimosos con el toro moribundo, de ahí a la verdad existe un gran abismo.

Con semejantes animalitos, casi todos de Juan Pedro Domecq, con ese «material» quieren salvar la fiesta.