En este tiempo de confinamiento y abstención en toda regla, lo que en verdad nos sobra es tiempo que, como sucede a diario, lo aprovechamos para la reflexión en todos los órdenes en cuanto a los toros se refiere.

Muchas son las cosas que nos vienen a la mente porque, en realidad, así lo hemos vivido; situaciones de toda índole que como explico nos invitan a la reflexión en su más bella acepción. Ciertamente que, la metamorfosis sufrida por algunos toreros nos deja pensativos, sencillamente porque cuesta mucho comprender el cómo y por qué.

Sin ir más lejos, el caso de Antonio Ferrera nos deja atónitos por completo. Si tenemos que hablar de una metamorfosis, sin duda alguna, Antonio Ferrera es el puro referente al respecto. Un hombre como Ferrera al que siempre hemos elogiado durante sus primeros veinte años como matador de toros porque, como era notorio, era el auténtico representante de la verdad, todo un hombre heroico que nos cautivaba por completo.

Su grandeza era tanta que, su cuerpo está lacerado por mil cornadas; medallas a la heroicidad y a la verdad en su punto más álgido entre la torería andante. Sus banderillas eran lo máximo; digamos que, se le esperaba en este tercio con idéntico clamor con el que se esperaba a los más grandes rehileteros; todo un cúmulo de valores por los que recibía las críticas más bellas y apasionadas.

Nada que objetarle a Ferrera en estos veinte años de carrera legendaria; todo un estigma de la verdad al más alto nivel pero, -y aquí viene la metamorfosis- un día se cansó Antonio Ferrera de vender su verdad que, si se me apura, y lo digo convenido, tampoco se le recompensaba como en verdad merecía.

¿Qué hacer? Lo que él hizo pero, ahí radica el misterio. ¿Cómo se hace eso? Convengamos que, lo que Antonio Ferrera ha logrado en el mundo de los toros tiene mucho de “milagro” porque, de un año para otro, olvidarse de los hierros legendarios y pasarse al club de los consentidos y lidiar el medio toro, la cosa tiene bemoles y, sin duda mucho mérito.

¿Qué ha pasado con el Antonio Ferrera que todos admirábamos? Se trata de un figura más que, frente al gentío es un torero respetado; entre los aficionados cambio todo de forma radical porque, esos toros que ahora lidia le permiten hacer mil florituras, incluso poner en escena su teatralidad porque sabe que esos toros no le pegarán cornada alguna y, tratándose de un profesional de alto nivel como es su caso, es raro que un toro le pegue una cornada porque los toros made in Domecq, son auténticos colaboradores de los toreros.

¿Dónde está aquel Ferrera auténtico y gladiador curtido en mil batallas y conquistador de las masas con sus banderillas? Sin duda que ha “muerto” para los aficionados pero, en su lugar, ahora tenemos al torero de alegre repertorio, en encandilador del gentío con su teatralidad pero que, como se comprueba, obtiene grandes resultados. ¿Qué ocurre con todo esto? Muy sencillo. Ferrera ha logrado lo que todos los toreros del escalafón querrían pero, solo él ha logrado entrar en ese circuito de privilegiados para matar el toro adormilado a cambio de un fajo de billetes mucho mayor que el de antaño. Siempre se dijo, toro grande, billete chico y, viceversa. Siendo así, Ferrera optó por el cambio que, en definitiva ha venido a demostrar la gran mentira que encierra el toreo puesto que, aclamamos a los héroes sabedores de que apenas les pagan, pero donde en realidad está el dinero es junto a las figuras y con el toro amuermado y descastado; vamos, el toro que no necesita de picas ni de banderillas, con razón Ferrera nos las usa porque, de hacerlo, sus toros saldrían muertos después del tercio de banderillas.

¿Es criticable su actitud? Los aficionados cada cual puede opinar lo que le parezca que, en su derecho está. Pero lo que sí es evidente es la habilidad de Ferrera que, supo pasar del horror del toro bravo y encastado para situarse entre los elegidos para matar esos animalitos inofensivos que, como diría el otro, más que enemigos son auténticos colaboradores para que, los diestros, con muchas florituras consigan lo mismo que antes, con la peculiaridad de que, como Ferrera, antes tenía que jugarse la vida de verdad mientras que, en la actualidad, disfruta como un niño con juguete nuevo. Repito que, nadie lo confiesa, pero todo el mundo aspira a tener el toro mortecino para ponerse bonito antes que seguir jugándose la vida como héroes.