Como hemos sabido, en estos días, entre otros muchos gestos solidarios para la lucha contra la pandemia que nos azota llamada coronavirus, el diestro José Tomás ha donado un capote para que se subaste para lograr fondos para poder comprar material sanitario que tanta falta hace en estos momentos amargos que vivimos´.

Mediante le redes sociales, como me han contado, no han faltado los indeseables que critican este tipo de acciones que, a cualquiera le parecerían bellísimas cuando, como el mundo sabe, son esencias de la filantropía al más alto nivel. Como es notorio, un capote de José Tomás no es cualquier cosa, razón por la que mediante la subasta, ¿quién nos dice que no se pagará por dicho capote una cifra impensable? Apuesto que se pagará por dicha prenda mucho más de lo que nadie imagina, por tanto, esos beneficios ayudarán muchísimo al colectivo de personas necesitadas.

José Tomás que es un hombre dadivoso como pocos, lo dicen sus donaciones en distintas áreas, pero siempre para favorecer a los más débiles. Si todos, cada uno a nuestro nivel, tuviéramos la dádiva de José Tomás, los problemas del mundo se resolverían en apenas cinco minutos. Pero es tanta la egolatría que no invade que, cuando vemos a una persona como el diestro de Galapagar, en vez de mostrarle gratitud por sus acciones, lo criticamos con saña.

Claro que, lo de la donaciones no es nada nuevo y mucho más dentro del mundo de los toros en que siempre ha habido toreros filántropos, cada cual a su modo y manera, pero si echamos la vista atrás y vemos la de festivales benéficos en los que participan las figuras del toreo, ello es algo emocionante. Sobre las dádivas de los toreros, recuerdo que, en su momento, porque así está escrito en la historia, Luis Miguel Dominguín, hombre de dádiva pronta a la hora de participar en aquellos festivales aludidos, en el año 1957, como un tipo genial que era se le ocurrió donar una montera para que fuera subastada con la finalidad de recaudar fondos para las riadas de Valencia en el año 1957, un 14 de octubre de aquel fatal año que la ciudad del Turia no olvidará jamás.

¿Qué pasó con la montera de Luis Miguel? Lo más bello del mundo porque, en primer lugar, la subasta de dicha prenda dio un resultado inaudito, jamás esperado, yo diría que insultante para aquella época; una cantidad tan astronómica que, como nos contaron, con aquellas TRESCIENTAS MIL PESETAS de la época, en Valencia se compró material sanitario para poder atender a miles de valencianos que resultaron heridos, amén de los casi cien muertos que produjo aquella catástrofe.

¿Sospechaba alguien que la dichosa montera daría tantos beneficios? Seguro que no. Es más, dicha prenda utilizada por el número UNO aportó más beneficios a la sanidad valenciana que algunos de los festivales que por allí se celebraron para mitigar las penas de los desdichados valencianos que, muchísimos lo perdieron todo.

Tras los hechos acaecidos y ante la magnitud de lo que supuso aquella rifa puesto que, la montera se la adjudicó un prestigioso industrial valenciano que, para nada le importó el sacrifico más grande o pequeño que tuviera que hacer porque, en realidad, además de saber que con ese dinero aliviaría muchas penas, tener la montera de Luis Miguel Dominguín en su despacho era todo un trofeo en toda regla.

O sea que, nada hay nuevo bajo el sol. Las donaciones o gestos de filantropía que todos los toreros puedan hacer a favor de combatir la epidemia que nos azota, ello ya es viejo porque el mundo de los toros del que tanto criticamos, como quiera que dicho mundillo siempre ha estado rodeado de mucha grandeza, es ahora cuando dicha grandeza ha desaparecido porque, cuando hablamos de festivales, la mayoría de ellos son pura mentira puesto que los hacen para beneficio de los actuantes. La pena es que, aquellos festivales que tenían tronío y rango al más alto nivel, todo eso ha desaparecido para desdicha de muchas personas que, en su momento eran favorecidas por el mundo de la torería.

Aunque ya no esté en este mundo, gratitud para Luís Miguel Dominguín que, sin aspavientos ni alharacas, en el año 1957 donó una montera que, posiblemente, ni él mismo sospechaba que se recaudaría por la misma una cantidad tan astronómica como la que se logró.

Por todo lo dicho, no critiquemos a José Tomás puesto que, como antes dije, en el mundo, lo único que falta es solidaridad mientras que nos sobra egolatría, la que nos envilece y la que nos impide ver la grandeza de tantos seres humanos como hay por el mundo que, por sus acciones son la admiración de todos sus compatriotas.

En la imagen, Luís Miguel Dominguín y Ava Gardner en los toros.