No quiero pensar en el futuro de la fiesta de los toros, más que la propia fiesta, en todos sus protagonistas, sencillamente porque lo peor está por venir. Esto no ha hecho nada más que empezar, lo que vendrá después será la hecatombe al más alto nivel; para todos, sin duda, pero para el colectivo taurino, que Dios les coja confesados que mucha falta les hará.

Si como dicen los expertos, el setenta por ciento de los muertos ha sido ocasionados por la falta de previsión y absoluta negligencia de un gobierno comunistoide, ya podemos darnos una idea de cómo será el resultado final en todos los órdenes. Me entra una pena inmensa cuando pienso en los actores del mundo de los toros y, mi desazón no tiene consuelo; es más, muchos, en su ignorancia, hasta piensan que el gobierno les ayudará, cosa que dudo o lo que es peor, la que afirmo que nadie les echará un capote, pero sí el descabello, ya lo veremos al final de la contienda.

Antes de que acabe el año habrá en España más delincuencia que en toda la existencia de nuestro país, sencillamente porque la pobreza alcanzará cotas tan inimaginables que, todo aquel que no tenga para comer, irremediablemente, tendrá que echarse al “monte” es decir, a robar donde haya para poder llevarse algo a la boca. Y como quiera que eso ocurrirá en todos los colectivos, el mundo de los toros tampoco escapará de dicho maleficio que, en gran medida, ha venido dado, además de la pandemia, por la negligencia de unos estúpidos que se han cargado el país al que dicen gobernar. Por cierto, ¿se imagina alguien si esta hecatombe que nos ha llegado hubiéramos tenido un gobierno de derechas? No. No quiero pensarlo porque Iglesias y sus huestes habían quemado España entera echándole la culpa al gobierno. Menos mal que Dios es justo y ha puesto a estos apestosos al mando del gobierno para que, dentro de un orden, todavía reine la paz.

La gran verdad es que la pandemia les ha servido a estos apestosos que dicen gobernarnos a base de mentiras, enredos, embustes, rectificaciones y malabarismo del malo, para tenernos a todos secuestrados. Ya saben, muerto el perro se acabó la rabia. Si nadie puede salir a la calle difícilmente nadie podrá manifestarse y mucho menos llevarles la contraria. Eso querían y, la epidemia les ha venido como anillo al dedo; secuestrados y callados no decidimos nada, por eso ellos están tan felices dictando leyes criminales para que solo valga su opinión; ellos pueden “cagarse” en los muertos del Rey, dicho en metáfora, pero pobre de aquel que ose criticar al de Vallecas. O sea, la peor de las dictaduras la que nos ha caído encima, sencillamente, lo que viene a demostrar que Franco era un gracioso.

Fijémonos que, son ya más de cinco millones de personas en el paro, cifra dramática pero que sigue siendo una broma cuando la comparemos  y lleguemos al final del año. ¿De dónde pensará el gobierno atender a tantos parados si no habrá nadie que trabaje? ¿Acaso tiene Pablo Iglesias la varita mágica para dar de comer a todo el mundo? Y mientras todo eso ocurre, el pobre mundo de los toros desamparado y dejado de la mano de Dios; si no habrá dinero para los trabajadores propiamente dicho, para los toreros no habrá ni migajas porque, como sabe todo el mundo, la desdicha actual le ha venido al maldito gobierno que tenemos para acabar para siempre con la fiesta de los toros. ¿Solución? No darles ni la hora para que se cansen, se aburran y, muertos de hambre como quedarán todos, a ver quién es el valiente que quiere organizar una corrida de toros.

Algo muy distinto será el mundo de la farándula, el mariconeo y demás titiriteros puesto que a esos nadie les desamparará. Todo lo dicho viene a demostrar que, los toreros se equivocaron de profesión mal que nos pese, dicho ante las grandes instancias del poder porque mientras ayudarán a gentuzas sin más argumentos que serlo, el mundo de los toros morirá por propia inanición.

Y todavía me criticaron algunos memos cuando dije en su día aquel ensayo en que decía a los toreros del mundo que hay más salidas al margen de los toros; es decir, todos los toreros que abandonaron su profesión y se metieron en la farándula, en las televisiones basura y los realitis, ninguno de ellos pasará hambre y, lo que se juegan la vida de verdad, no la perderán por cornada alguna de los toros, la perderán porque no tendrán nada para comer y, lo que es peor, nadie que les escuche.

En la imagen, Alberto Lamelas, un torero que se juega la vida de verdad cada vez que pisa una plaza.