Por Paco Cañamero

A Rui lo vimos torear tantas tardes y alcanzar un lugar destacado como novillero que desembocó en una lujosa alternativa en Badajoz. Entonces, cuando se avecinaba un tiempo fructífero para crecer como torero, llegó una tremenda cornada en la francesa Orthez que paró en seco su trayectoria al seccionarle el nervio ciático. Y Rui, con tremendas agallas y una fuerza de voluntad a prueba de acero en medio de grandes dolores, además de no volver a tener la misma movilidad de antes, logró volver a vestir el traje de luces, a dar buenas tardes y sentir ese toreo que soñaba.

Era el heredero de aquel José Falcón, de quien fue discípulo espiritual y tanto se inspiró, porque hasta su llegada a Salamanca, a principios de la década de los 80, lo hizo respaldado por quienes había sido la gente cercana y de confianza del malogrado diestro portugués. Aún recuerdo una novillada celebrada en Ciudad Rodrigo, un Martes Mayor coincidente con el 11 de agosto, la fecha trágica de la muerte de Falcón en Barcelona. Entonces, un emocionado Rui Bento al brindar el primer novillo a su memoria, hizo que aflorasen las lágrimas en Adolfo Lafuente, en Simón Carreño, en Vicente de la Calle… peón de confianza, apoderado y mozo de espadas ante el recuerdo desaparecido diestro de Vila Franca de Xira, al igual que ocurría con Antonio de Jesús –también banderillero de Falcón en la tarde trágica de Barcelona-, presente en un tendido. 

Rui Bento es guardián de parte de la última historia taurina de Portugal. Él y la gente afín que fue a su lado y capitaneaba Antonio Viçoso, un hombre tan íntegro e ilusionado con el joven torero del que acabaría siendo su yerno. Sirva también este artículo de particular homenaje de admiración a Antonio Viçoso, gran señor que supo vivir con tanta pasión por el mundo taurino y también fue un brillantísimo empresario que supo crear tanta riqueza en su tierra. Un señor todo generosidad, buena persona y extraordinario taurino, a quien le gustaba contar episodios que dejaron tal huella en su persona que ni los vientos del tiempo fueron capaz de erosionar. Uno, la histórica presentación de Curro Romero en la plaza Campo Pequeño, donde enloqueció a ese público de tao manera que fue llevado en hombros hasta el mismísimo hotel, situado a más de dos kilómetros de la plaza y Antonio, entonces un chavalín, era de los que iban en el grupo jaleando a aquel torero de Camas que había conquistado el corazón de Portugal.

Temporada de 1982. Campo Pequeno, en el debut de Rui en esa plaza.

Rui, un día colgó el vestido de luces con una página escrita con la honestidad, la entrega y la pasión, para dedicar a los negocios taurinos. A las labores de empresario y apoderado. En la nueva faceta pronto vuelve a destacar con la brillantez de su gestión, el buen hacer con los toreros y la motivación que fue capaz de inculcar para convertirlo en uno de los taurinos más reputados. Y la nueva etapa, en 2006 se le ofrece la oportunidad de gerenciar la renovada Campo Pequeño, un particular templo que lo vio debutar en 1982 y, a partir de entonces, protagoniza destacados capítulos de su vida profesional. Esa plaza, tan ligada a él era la niña de sus ojos y a su gestión se entregó logrando de nuevo que ese coso alcanzase de nuevo prestigio internacional, además de ser la catedral del toreo a caballo. Ahora, gracias a Rui Bento, al igual que ocurrió en la época de Manolo dos Santos, de nuevo todas las grandes figuras volvieron a Portugal para disfrutar de ese monumental coso que ha sido uno de los lujos del toreo.

Ahora, con el cambio de propiedad de Campo Pequeño y el incierto futuro taurino que se avecina en esa histórica plaza, Rui ha dejado esa gestión y lo ha hecho por la puerta grande. En lo más alto y desde la perspectiva de haber sido un extraordinario gerente que supo devolver a Lisboa el prestigio que envolvía a esas noches mágicas de los jueves.  Ahora a Rui le queda por delante un amplio recorrido, porque la Fiesta necesita de gente como él, con talento y visión de futuro. Y por encima de todo que sepa caminar con tanta caballerosidad y respeto por las sendas de la vida.