Si yo fuera torero también me anunciaría en las revistas especializadas –mi suerte es que no lo soy, por eso hablo con la contundencia de todo aficionado- puesto que en las mismas, dada la publicidad al respecto, los inversores pueden leer todo aquello que quieren oír. ¿Sirve para algo esa publicidad? Absolutamente para nada pero, aquello de que te regalen el oído debe ser muy reconfortante. Es más, la difusión de dichas publicaciones apenas llega a unos cuantos aficionados pero, lo que se dice el taurinismo, allí están todos para ver satisfecho su ego personal que, en definitiva es un error mayúsculo pero, aquello de ver esas fotos hermosas de los protagonistas que se anuncian, eso les pone a todos.
Todo el mundo huye de la más mínima crítica, razón por la que nacieron las revistas de los toreros –en papel y páginas Web- en las que, por nada del mundo se les dirá la verdad; se les dice, como antes contaba, lo que ellos quieres escuchar que, en realidad, dista mucho de la verdad de los hechos. Vamos que, en este tipo de publicaciones le dan el mismo valor a Morante el día que mató aquel toro auténtico en Madrid, como a todos los burros medio muertos que lidió de Juan Pedro y, la diferencia les aseguro que es abismal. Lo mismo que le sucedió a Manzanares que, en el festival que se celebró en Madrid el pasado año, ante aquel toro que pedía el carnet de torero, Manzanares estuvo a la altura, nada que ver con el resto de la temporada que se la pasó lidiando los animalitos de siempre.
Pues esas diferencias tan ostensibles no las vemos en ninguna parte salvo que sea en un medio libre en el que, sin ataduras y con alma de aficionados, algunos todavía apostamos por la verdad de la fiesta. No es serio nada de lo que leemos por ahí porque, como explico, el rigor se pierde por el camino y si a todo le damos el mismo valor, el error es mayúsculo. Es el toro el que pone las cosas en su sitio pero, el TORO con mayúsculas, nada que ver con las ganaderías comerciales con las que se sustentan las llamadas figuras del toreo que, lo que se dice torear bonito, lo hacen a la perfección. ¿Quién puede dudar del arte de Morante? ¡Nadie! Pero, aunque sea de vez en cuando, queremos ver al Morante del año pasado en Madrid, toda una gesta, la que esperamos que este año repita en muchas ocasiones porque está anunciado en tres mil sitios y, como él ha confesado, hasta quiere matar auténticas corridas de toros, algo que, de suceder, lo cantaremos llenos de gozo. Claro que, la de Concha y Sierra en la que quería anunciarse en un pueblo de Madrid, ya la ha desestimado porque según sus veedores, dicho corrida tiene visos de serla de verdad. Para empezar, no estamos para bromas, pensará Morante.
Pongo un ejemplo de referencia, ¿cuántas veces se anunció Curro Romero en una revista? ¡Jamás! El diestro de Camas sostenía que, el que quiera comer que trabaje. Y sin anunciarse en lado alguno, fijémonos de qué personaje estamos hablando, un artista que cosechó más broncas que nadie, pero que su toreo inmaculado trascendió mucho más allá del bien y del mal, todo ello sin fuegos de artificio. Curro Romero, en activo lo único que pretendía era torear, crear obras de arte y, cundo eso ocurría, aunque fuera a la larga, se sentía el más dichoso del mundo pero, por dicha razón, no hace falta que nadie le regalara el oído. Él sabía mejor que nadie lo que había sucedido en el ruedo respecto a su persona y, se alegraba de sus triunfos y aceptaba con callada resignación sus fracasos, por ello, nunca consintió que nadie le adulara para mentirle.
Claro que, ahora no fracasa nadie y si eso ocurre lo tapan echándole todas las culpas al toro. ¿Al toro? Sí, porque los animales no hablan, por tanto no pueden defenderse. O sea que, para el periodismo servil todos son triunfadores, maten lo que maten; da los mismo que sean de Juan Pedro o de cualquiera de la saga dinástica de dicha ganadería. Claro que, a tantos triunfadores como nos muestran los quisiera yo ver enfrentándose al toro auténtico, el que hay que lidiar, el que tiene casta y crea problemas; vamos, el toro en su más bella acepción. Ahí sí que hallaríamos fracasos por doquier pero, con esos animalitos con los que se anuncian cada tarde, el torito puede salir huyendo, no tener ganas de embestir pero, la gran realidad es que esos pobres bicornes no tienen alientos ni para dar cornadas.
Es la fiesta que tenemos que, como vemos, no alcanza el rango de Fiesta porque a diario la parodia nos la sirven en bandeja. Nos quedan dos caminos, acatar las reglas impuestas por el taurinismo, no ejercer la más mínima crítica y utilizar el botafumeiro cada tarde, salga lo que salga por toriles. No es menos cierto que queda otra opción, no acudir a las plazas de toros y de tal modo nos evitamos el bochorno que podamos sentir como aficionados, algo que ya han hecho miles de correligionarios de esta Fiesta que, antes de verla mancillada han preferido quedarse en sus casas. Atentos que el asunto es de una gravedad extrema.
¿Se imagina alguien sí, nosotros, desde nuestra Web, les pidiéramos publicidad a los toreros? Ellos y nosotros, todos nos moriríamos de risa. Mejor dejemos todo como está.
Valga esta imagen del maestro Gregorio Tébar el Inclusero en un bello lance a la verónica a un toro de Cebada Gago en una de las últimas corridas que lidió en Alicante. El maestro se enfrentaba a todo tipo de ganaderías, la prueba es lo que decimos, justamente lo contrario que hacen ahora las figuras del toreo que, quieren oír de todo, menos del Toro.