Le dieron por muerto empresarialmente hace unos años cuando, al gran Carlos Zúñiga le arrebató su propio hijo su empresa de toda la vida, Circuitos Taurinos, una debacle que dejó a Zúñiga sin alientos porque el trance que tuvo que pasar era inenarrable.

Sin lugar a dudas estamos hablando del peor dilema que un ser humano pueda sufrir, que tu propio vástago te arrebate la empresa que tú creaste, la que le enseñaste todos los recovecos del toreo y, de la noche a la mañana Zúñiga se encontró en la más absoluta indigencia. Un trago tan amargo que, como el mismo empresario confiesa, no se lo desea ni a su peor enemigo; vamos, que hasta reza para que a su propio hijo no le pase lo que le sucedió a él, hasta ese punto llega la bondad de este hombre extraordinario.

Tras unos años en el exilio, en estos momentos, sin que nadie lo esperara Carlos Zúñiga reaparece y se hace cargo de la plaza de toros de Zaragoza, un coso en el que han licitado varios empresarios importantes, entre ellos, su propio hijo.

-Así, a golpe de primera vista entendemos que la cantidad que ha ofrecido don Carlos Zúñiga en Zaragoza es poco más que un suicidio. Eso pienso yo pero, ¿qué dice usted al respecto?

-Yo le daría otra lectura, fíjate. Pienso que me ha venido Dios a ver en este último tramo de mi vida; digamos que, el destino ha confabulado para que se hiciera justicia conmigo puesto que, como sabes, me dejaron en la más vil de las miserias.

Le entiendo perfectamente pero, usted sabe mejor que nadie que ha ofrecido más de doscientos mil euros que el segundo posicionado para adjudicarse la plaza. O es usted un genio o se ha producido el milagro que todos queríamos para usted. Y lo digo porque, romanticismo a un lado, ese dinero hay que pagarlo, amén de toreros, toros, y miles de gastos que conllevan la organización de una feria. ¿Con quién se ha amparado usted?

-Como decía el gran Manolo Chopera, aquí pedimos todos; cada cual en la parcela que le corresponde pero, pedir no es cosa de los mendigos, es una acción que la llevamos a cabo todos aquellos que algo necesitamos en un momento determinado.

¿Y a quién le ha pedido usted?

Al banco, como hice en tantísimas ocasiones en mi vida. Para mi suerte, ellos han creído en el proyecto que les he presentado y, de tal modo, todos contentos. Espero no defraudar a nadie porque mie vida ha transcurrido de forma honrada y quedar en ridículo a estas horas de mi vida eso sería el peor castigo.

Señor Zúñiga, ¿usted se ampara en su solvencia como empresario o en que la suerte le sea favorable?

-Hombre, como comprenderás, si después de toda una vida danto toros lo dejara todo en manos de la suerte yo sería un suicida pero, no es el caso. Para mi fortuna, me avala mi trayectoria profesional en la que, como el mundo sabe, es inmaculada, y no está bien que yo lo diga, pero es la realidad que sustenta todas mis acciones en el mundo empresarial.

-Me está usted queriendo decir que no ha dejado en el camino “cadáveres” llamados pagarés a los toreros y por dicha razón todo el mundo confía en usted.

-Esa ha sido mi máxima durante toda la vida, poder llegar a la jubilación, incluso cuando me muera, que nadie pueda decir que le dejado a deber una sola peseta. En definitiva, el crédito personal sigue siendo el mayor tesoro que pueda albergar cualquier individuo.

¿Qué pensarán sus adversarios, incluido su propio hijo, de esta su reaparición cuando nadie la esperaba?

-Están en su derecho de pensar lo que ellos quieran; lo que queda clarísimo es que he visto una oportunidad para resarcirme de los fracasos que otros me provocaron y, a su vez, de reunir un “dinerito” para los años que me queden de vida que, si se me apura es un acto de justicia.

-¿No le pesan los años? Lo digo porque cualquier persona, a su edad, lo único que anhela es irse al hogar de jubilado para jugar al billar o a las cartas.

-Estoy fuerte como un roble, no me pesan los años y, ya viste, ni la ruina económica que los míos me buscaron no ha servido para derrumbarme, lo cual quiere decir que, en el peor de los casos la justicia divina sigue existiendo. Y, cuidado, tienes razón a mi edad emprender una aventura como la que he tomado no es ninguna broma pero, como a Dios gracias tengo salud y la cabeza me sigue funcionando a la perfección, aquí estoy para seguir dando guerra.

Imagino que ya estará tramando planes de cara a octubre cuando empiece la feria. ¿Verdad?

-Todavía es pronto pero, ya estoy empezando con las primeras gestiones porque no quiero dejar ningún cabo suelto. Por ejemplo, he contactado con Morante para la feria y me ha dicho que estará encantado por venir; es tanta su ilusión que no hemos hablado de dinero. Esa es mi suerte, que los profesionales confíen en mí.

Y al respecto de la feria en cuanto a organización se refiere, ¿no hubiera sido más cómodo buscarse un socio con dinero?

-Todo es cuestión de estrategia pero, tal y como he planteado mi oferta para licitar por dicha plaza, es posible que, con otro socio no hubiera podido entrar por aquello de la diferencia de criterios e incluso por las cuestiones económicas. He preferido ir en solitario y, como diría un buen católico, sea lo que Dios quiera.

-Me ha sorprendido de usted, señor Zúñiga, es que no veo que alberga rencor contra nadie, un valor que dice mucho de usted. Con las puñaladas que ha recibido y nunca se ha venido abajo. ¿De dónde saca usted esa fuerza que arrasa con todo?

-Serán mis convicciones al respecto de mí existencia en la que, sabedor que nunca en la vida le hice daño a nadie, estaba convencido de que me llegaría un momento de esplendor, de luz y claridad para afrontar un último reto –o el penúltimo, no digamos nunca el último que eso no lo sabemos nadie- para irme de este mundo cuando Dios lo disponga, pero de una forma digna. Porque, perdóname, pero era indigno que yo no tuviera ni lo más elemental tras una durísima vida de trabajo y dedicación al mundo de los toros.

¿Será posible que usted nos sorprenda de nuevo presentándose al concurso de Madrid?

-De momento no entra en mis planes. Entiendo que ya tengo bastantes ocupaciones con la feria de Zaragoza como para meterme de lleno en un proyecto de esa envergadura pero, a su tampoco lo descarto. Igual llega el momento, me animo y cometo otra locura.

-Muchas gracias don Carlos Zúñiga, le deseo la mejor de la suerte en todo aquello que emprenda y de forma muy concreta, que le sonría el éxito en Zaragoza como es mi deseo y, sin duda el de todos los aficionados que tenemos el gusto de conocerle.