Imagino que los aficionados hispalenses estarán muy dolidos al comprobar que, la empresa Pagés no ha querido arriesgar un solo euro para la celebración de las dos corridas de toros por San Miguel, en Sevilla. Aduce la empresa que, dadas las condiciones y limitaciones actuales es totalmente inviable el proyecto para la celebración de los festejos taurinos; hombre, inviable no es porque en muchos pueblos de España se han celebrado corridas de toros, caso de Herrera del Duque, por citar una plaza humilde.

Pensemos que, por ejemplo, este fin de semana pasado se celebró la feria de Beziers con cinco mil personas en los tendidos que, para mayor dicha, ha sido todo un éxito. ¿No se pueden celebrar las corridas de San Miguel en Sevilla con cinco mil personas en los tendidos? Por supuesto que sí, porque no creo que Beziers tenga la bendición de Dios y Sevilla la maldición del diablo ¿verdad?

Tengo la sensación de que, pese a los ajustes que pudieran hacerse, tanto en toros como en toreros, Ramón Valencia, como empresario, entendía que le quedaría poca “plata” en dicha organización y ha decidido anular la cuestión de los festejos que, como el mundo sabe, tanta ilusión habían desatado. Tras la pandemia –si es que ésta ha desparecido alguna vez- y en las condiciones que se estipularon para la celebración de corridas de toros, Sevilla era un emblema por aquello de que le sobra aforo como para albergar las cinco mil personas que antes refería pero, los grandes cosos, todos, sin distinción han dado la callada por respuesta.

Los aficionados seguimos siendo pobres de verdad ante las decisiones que adoptan los empresarios que, como jefes de sus empresas, hacen lo que les pasa por el forro de la entrepierna y, a callar todo el mundo. Y digo yo, ¿será Ramón Valencia aficionado a los toros? Lo dudo mucho. Las pruebas corroboran lo que pienso y digo. Yo creo que estos tipos que dirigen las grandes corporaciones taurinas, lo de aficionados les suena a cuento chino porque, como se demuestra, lo que quieren es ganar mucho dinero.

Es ahora, justamente en estos momentos cuando dichas empresas poderosas deberían de haber dado un paso al frente y posicionarse como en realidad deberían, como auténticos aficionados y olvidarse del vil metal como prioridad puesto que, en el año que vivimos, pensar en beneficios suculentos es una falacia inmensa. Aquello de lo comido por lo servido en lo que a organizaciones se refiere, ya sería todo un éxito; muchos de los que han montado estos festejos, si siquiera han tenido la oportunidad para aferrarse a la máxima antes citada.

Pero no, los que están acostumbrados a ganar mucho dinero, aquello de reinvertir para favorecer, en este caso a los aficionados hispalenses hubiera sido un premio para la constancia, entrega y actitud que han tenido en los últimos años llenando la Maestranza y, a su vez, la cartera de Ramón Valencia que, como se ha demostrado, a esos aficionados que le han enriquecido les ha pagado con la anulación de los festejos y, sálvese el que pueda. Eso se llama traicionar la propia fiesta y, a su vez, a los aficionados que durante tantísimos años han enriquecido al empresario.