Si queremos encontrar gente descerebrada solo tenemos que adentrarnos en política y, es ahí donde hallaremos esos especímenes de gente absurda que, aferrados al poder y sustentados con nuestros impuestos cometen aberraciones por doquier. Si no teníamos bastante con la maldita izquierda y los secuaces que la conforman, de repente aparece el alcalde de Sevilla y, como si se tratara de un comunista más -y es del PP- dice que va a poner un impuesto a los foráneos de Sevilla y provincia, a todos aquellos que quieran visitar, por ejemplo, la Plaza de España de la capital andaluza.

O sea que, hasta el más tonto del lugar, si de alcaldes hablamos, todos quieean que sus ciudades sean visitadas por muchísimos turistas porque, como es natural y lógico, el turismo deja mucho dinero en las arcas de cualquier ciudad y, José Luis Sanz, alcalde hispalense no se ha enterado todavía. Su acción, lógicamente, hubiera sido muy propia del comunismo y todos sus indeseables que en política anidan y que practican la destrucción de todo lo que huela a bienestar, pero, que lo haga un hombre al que creíamos cuerdo y con buenas intenciones, sinceramente, nos ha dejado a todos anonadados; vamos que, una acción como la suya no se le ocurre ni a la guarra de Ada Colau.

Imagino que, los catorce años que estuvo como alcalde de Tomares, un pueblo de Sevilla, el hombre con dicha alcaldía se ganó el derecho para optar apuestos de mayor relevancia puesto que, ser alcalde de Sevilla no es tarea baladí para nadie. Sin lugar a duda, Alberto Núñez Feijóo debe de tomar nota, llamarle al orden y como se dice de forma vulgar, leerle la cartilla porque esta persona no está capacitada para ser alcalde de la ciudad bañada por el Guadalquivir. En el mejor de los casos, que vuelva a Tomares que, seguro le reciben con los brazos abiertos.

Lo peor de estas decisiones de un descerebrado es que, las mismas, la izquierda las bendecirá y las tomará para instalarlas en las ciudades que rijan. Si no teníamos bastante con todo el rojerío pestilente de la izquierda, tiene que salir uno del PP para, como siempre ha sucedido, embarrarlo todo y que un partido que tiene tanta gente admirable, por un imbécil quede dicha formación en el ojo del huracán. Es tremendo lo que este hombre quiere hacer y, para colmo, hasta se tapa diciendo a los sevillanos en todos los aspectos dicha medida no les afectará. ¡Faltaría más! Pero, a su vez, José Luis Sanz debe de saber que la plaza de España sevillana la visitan cientos de miles de personas todos los años que, como impuesto, ya lo pagan en bares, restaurantes, hoteles, coches de caballos, taxis y mil cuestiones más que todos van de la mano para que el turista deje su buen dinero en una capital tan hermosa.

Otro descerebrado más. Claro que, lo peor no es la medida que ha tomado, propia de cualquier retrasado mental, lo triste es el daño que le ha hecho a su partido puesto que, nunca en la vida de Dios ha habido un personaje tan nefasto adoptando una medida, insisto, propia del comunismo, nunca de un alcalde de Sevilla, una ciudad importantísima que, como es natural y lógico, una de sus grandes fuentes de ingresos es el turismo. De igual modo, Moreno Bonilla, como presidente de la Junta de Andalucía y del PP, debería de llamarle al orden, frenarle en sus decisiones nefastas y, a ser posible, expulsarle del partido porque, paradojas del destino, cada vez que el partido Popular ha estado a punto de sacar la cabeza del fango, de repente le sale una “rana” y le estropea el pasodoble.

Y, cuidado, el que firma este ensayo ha votado siempre a la derecha, pero ello no es impedimento para que, si dentro de dicha formación hay un inepto hay que contarlo a los cuatro vientos con la imparcialidad que se nos caracteriza. En mi caso, que un dirigente sea de derechas no quiere decir que tenga patente de corso ante mi persona ni ante nadie. Pero sí, es muy triste que se nos desmorone el castillo de naipes que muchas veces hemos formado.

En la imagen vemos al alcalde con ideas comunistas de la ciudad de Sevilla, junto al presidente de la Junta de Andalucía, señor Moreno Bonilla.