El pasado domingo, gracias a la magia de Internet para los que no vivimos en la comunidad de Castilla La Mancha y a la televisión de dicha comunidad CMM, tuvimos la fortuna de presenciar una auténtica corrida de toros en Pedro Muñoz, una localidad manchega, la que albergó una corrida de Pablo Romero, con el permiso de José Luis Algora, su actual propietario que, como es sabido, bautizó a su ganadería como Partido de Resina que es justamente el nombre de la finca donde pastan los toros de más leyenda de España, con el permiso de don Eduardo Miura.

Confieso que, como aficionado, me emocioné con la lidia de estos toros puesto que, a lo largo de la historia, los Pablo Romero han cosechado triunfos por doquier. Es cierto que, por los malos momentos que atravesó la camada, seguramente por ello, la familia Pablo Romero no le quedaba fuerzas para seguir luchando pese a que, su actual propietario, José Luis Algora, sabía lo que compraba porque, para su dicha, sus bicornes emocionaron a los presentes y ausentes el pasado domingo.

No es esta una crónica al uso y no entraré en pormenores al respecto porque, como se adivina, me quiero centrar en la belleza de aquellos toros, en su trapío, en su pujanza, en todo lo hermoso que un toro bravo pueda mostrarnos que, como en el caso que cito, fue mucho y bueno. Era una reata para ser lidiada en cualquier plaza de primer orden, ahí están las imágenes para el que quiera disfrutarlas. Era, ante todo, su “majestad” el toro y eso en los tiempos que corremos es muy de agradecer.

Si de lámina eran bellos, los Pablo Romero, con su presencia nos transportaron años atrás cuando dicha ganadería era santo y seña para el toreo, hasta el punto de que, como sucediera con otras muchas vacadas, hubo un tiempo en que las figuras del toreo se apuntaban a la lidia de dichos animales, sabedores de que la grandeza la tenían asegurada. Como dije, esta ganadería tuvo que hacer la travesía del desierto durante muchos años, tantos como le costó a Moisés alcanzar la tierra prometida.

No caben valoraciones estéticas ante lo que hicieron los chicos que a dicha corrida se enfrentaron, igualmente cierto es que salieron por la puerta grande que, eso no dice ni mucho ni poco, pero sí lo suficiente para que nos demos cuenta que, jugándose la vida se puede volver a triunfar con estos hermosos animales que, como antes decía, verlos en su lámina ya resultan bellísimos.

Lo que sí me cabe la percepción es que los toros de Pablo Romero, con el trabajo de José Luis Algora, siguen estando en el camino correcto, el que nunca debieron de abandonar porque, una leyenda como la citada no debe de morir que, a punto estuvo esta ganadería de extinguirse para siempre, lo que hubiera sido un crimen inexplicable.

Como quiera que, en el campo, en la actualidad, lo que sobran son toros, hasta en un pueblo como Pedro Muñoz les cupo la fortuna de admirar unos toros que, en otras circunstancias hubiera sido imposible. Los pedroteños fueron los afortunados para admirar una leyenda única en el mundo si de toros bravos hablamos y, como antes decía, gracias a la técnica cientos de miles de personas quedamos extasiados con la lidia de los toros de Partido de Resina.

Nada que objetar a los toreros, Sánchez Vara, Javier Herrero y Esaú Fernández que, entregando lo mejor que tenían supieron triunfar para deleite de los aficionados y espectadores externos de la plaza que, por el solo hecho de comprobar que unos hombres se jugaban la vida de verdad, solo por eso ya merecía ese disfrute que todos tuvimos al ver la actuación de los matadores citados. Con dichos toros, como antaño sucediera, ahí hubiéramos querido todos ver a Morante porque, si los tres chicos humildes fueron capaces de triunfar, Morante tenía que haber acabado con el cuadro pero, no lo verán tus ojos; ni Morante ni nadie que ostente el título de figura en el escalafón porque, amigos, eso de jugarte la vida de verdad no está para los ricos.

Sánchez Vara y Esaú están toreando bastante y, su técnica y oficio tienen pero, ¿y Javier Herrero que, Dios sabe desde cuando no torea? Pues déjeme que les diga que el chico estuvo a una altura extraordinaria, siempre, partiendo de la base de que en cada muletazo se estaba jugando la vida como sus compañeros. En definitiva, una tarde emocionante en que, gracias a Pablo Romero, es decir, a José Luis Algora, todos pasamos un rato inolvidable. Corridas como la citada son las que hacen afición, las que conmueven, las que incitan al aficionado a volver a una plaza de toros y, los memos de las figuras sin enterarse.

Pensar que todavía quedan toros de verdad en las dehesas de España y que, aunque sea con toreros humildes, nos cabe la dicha de disfrutarlos, ¿dónde hay que firmar para que se sigan montando corridas como la descrita? Con toros auténticos, es decir, frente a ellos, no cabe la estética bella de todo aquello que se les hace a los animales moribundos, cabe la verdad que es la única bandera que debería de esgrimir el taurinismo.

En las fotografías de Eusebio Sánchez, vemos la interpretación del pase natural delos tres espadas que actuaron en Pedro Muñoz y, a su vez, la bella lámina de un Pablo Romero en el campo.