El descubrimiento del diestro Fernando Adrián ha sido una prueba más que, en el toreo, ni están todos los que son ni son todos los que están, porque muchos, han logrado su propósito por puro enchufismo, por las buenas relaciones con distintos amiguetes que, sin duda les han facilitado el camino pero, pobre del que no tenga padrinos que, por muy torero que sea se queda en la cuneta. La última prueba no ha sido otra que Fernando Adrián que, tras cinco años sin torear, tuvo la oportunidad de entrar en la llamada Copa Chenel y, se erigió triunfador del ciclo; todo un descubrimiento del que nos alegramos todos los aficionados que, para nuestra fortuna pudimos admirarle en esas corridas tan emblemáticas.

Estamos viendo las declaraciones del muchacho en distintos medios de comunicación y, está feliz, dichoso, exultante de felicidad porque, como es notorio, sabe que su nombre ha empezado a sonar de una santa vez, que nadie podemos pronosticar cómo y de qué manera será su futuro pero que ha recuperado sus ilusiones, es algo evidente, una prueba fantástica de que, un hombre que se sabía torero y al que tenían postergado, ha vuelto a la vida activa, es decir, a la profesión que tanto ama y en la que ha demostrado unas cualidades extraordinarias. Y lo ha hecho frente al toro bravo y encastado, nada que ver con la caricatura o parodia que vemos a diario cuando diestros de enorme relumbrón se enfrentan a esos animalitos domesticados.

Fernando Adrián ha sido el lícito ganador del certamen peor, no ha sido el único porque dentro de todo el ciclo hemos visto a toreros de enorme proyección que, a poco que les ayude la suerte o el deseo de los empresarios por contratarles, muchos podrán dar un aldabonazo en sus carreras y, sorprendiendo a propios y extraños, ganarse la vida en esa profesión a la que tanto aman y en la que muchos de los citados, tienen todos los argumentos del mundo para ser gente importante entre la torería actual.

Felicitemos unas vez más a la Fundación Toro de Lidia por su organización del certamen referido que, gracias a todo el esfuerzo, amén de la complicidad de Telemadrid que retransmitió los festejos, una vez finalizada la temporada estamos hablando de un certamen admirable y, como digo, contado las excelencias de un torero que nadie sabíamos que existía porque, para su desdicha no toreaba. Si un artista no aparece en los ruedos, ¿quién puede conocerle? ¡Nadie! Por ello, henchidos de felicidad al comprobar la justicia que se ha impartido en ese ciclo admirable, que todos conozcamos ahora a Fernando Adrián es algo conmovedor. No sé hasta dónde llegará el chico, le deseo que llegue hasta lo más alto, pero de momentos ya tenemos una esperanza nueva de cara al año venidero en que, como premio importante, ya sabemos que confirmará su alternativa en Madrid,  para él, su premio más grande, todo ello al margen de lo que vaya consiguiendo que, a no dudar, en los pueblos de Madrid que, como se ha demostrado ha triunfado por todo lo alto.

Como novedad, en estos instantes, Fernando Adrián merece nuestro apoyo y respecto y si un día llega a lo más alto y se alivia como hacen las figuras, por supuesto que le recordaremos sus ancestros, los que nunca  debe de olvidar y, a su posible, dada su grandeza, continuar por ese sendero que le ha sacado del ostracismo hacia la popularidad antes los aficionados. Démosle tiempo al tiempo, pero en la misma media en que respetamos a un hombre, un torero que por méritos propios se ha ganado que ahora cantemos su grandeza, la que nos mostró en los ruedos y con la que seguro estamos nos seguirá obsequiando.