Respecto a los toros, si analizamos el porcentaje de los que intentan ser toreros y los que llegan nos ponemos a temblar y, en el acto muy pronto comprendemos, si es que todavía nos queda alguna duda, que se trata de la profesión más dura del mundo. Y lo peor de la cuestión es que ha sido así durante toda la vida y, lo que es más grave, jamás cambiará para decenas de muchachos que, ilusionados se juegan la vida a diario con la ilusión de que llegue el día de la recompensa.
Porque ser torero no implica solamente el tremendo esfuerzo que tiene que hacer el aspirante en dicha profesión; eso sería lo de menos, lo más duro de la cuestión es que ese esfuerzo titánico de cientos de chavales que lo intentan, en el camino se han dejado un reguero de deudas, en muchas ocasiones insalvables porque, lógicamente, todo el mundo aspira a poder llegar a la cima para poder resolver los problemas crematísticos que ha conllevado la carrera de todo novillero hasta su alternativa.
Sin embargo, pese a todo lo dicho, siempre quedan chicos llenos de esperanzas al respecto de su porvenir que, con un esfuerzo titánico son capaces de jugarse la vida y, como decía, hasta ese dinero que no tienen. Claro que, la cuestión no es nueva, toda la vida ha sucedido lo mismo y, mientras uno destaca en la profesión, cientos se van quedando en camino que, para colmo, hasta queman su juventud sin oficio ni beneficio. Es horrible lo que digo pero es una verdad incuestionable y, en el caso de llegar a la alternativa, cosa que logran algunos, a partir de ahí los problemas siguen siendo gravísimos porque, en realidad, es ahora cuando empieza Cristo a padecer, como dice la sabiduría popular cuando algo se torna difícil y complicado.
El año pasado, si no recuerdo mal, creo que fueron casi veinte los chavales que se doctoraron como matadores y, como estamos viendo, solo uno, Tomás Rufo, está sonando en los carteles. ¿Acaso era Rufo el mejor y por eso a los demás les han dado de lado? No creo. Lo que sí es cierto es que los puestos son tan limitados que no hay cabida para más; y los hay porque se han retirado algunos toreros, de lo contrario, ni para Tomás Rufo ni nadie. Como se demuestra, al margen de la valía de cada cual, se necesita una dosis de suerte mayúscula, que se lo digan a Paco Ureña que, habiendo realizado en el 2019 la temporada de su vida, el pasado año apenas le escucharon y este año ha sido ninguneado por todas las empresas, hasta el punto de acudir a la desesperada a Madrid para matar seis toros y que sea lo que Dios quiera.
¿Por qué no han contado con Ureña este año? Está clarísimo. Había que dar cancha a Ortega, Aguado, Rufo y algunos más en menor medida y, había que sacrificar a otros, por ello, Ureña ha sido el gran damnificado.
Volviendo donde solía, si de novilleros hablamos los tenemos a montones y, muchos de ellos, de enorme valía pero, ¿qué futuro les espera? Si ellos mismos lo analizaran morirían de la pena sin sufrir cornada alguna. Ahora mismo, entre dichos novilleros, contamos con Isaac Fonseca, un auténtico revolucionario que lleva dos años consecutivos logrando éxitos por doquier y, en Madrid lo demostró el pasado lunes que, de haber acertado con la espada su triunfo hubiera sido grande. Barrunto que este chico tomará la alternativa este mismo año puesto que, condiciones las tiene todas para enfrentarse al toro de verdad; se trata de un novillero de los de antaño que, con su actitud, hace temblar los cimientos de cualquier plaza. Sin embargo, como ha sucedido con tantísimos aspirantes a la gloria, siempre nos queda la duda de lo que será el devenir de este torero admirable que, por méritos, como novillero y cuando se doctore, debería de subir al estrellato en el acto pero, ¿habrá un puesto vacante para él?
Estas preguntas sin respuesta son las que nos descorazonan por completo porque, por ejemplo, mira uno en las filas de los banderilleros, analiza los nombres de todos ellos y, nos viene a la mente el recuerdo de muchos de ellos que, en su momento ilusionaron al personal por sus magníficas condiciones como toreros y, como mal menor, han terminado como banderilleros; los tenemos a cientos, por tanto, el panorama no puede ser más desolador. Por dicha razón, cada vez que comprobamos que se marchita un auténtico torero por las razones que nadie sabe explicar o quizás conozcamos todos, nos invade una pena mayúscula. Así, de repente, lo que llevamos muchos años como aficionados nos acordamos de Antonio Manuel Punta que ilusionó a Sevilla entera y, para colmo, se convirtió en un auténtico ídolo en Venezuela, pero siempre, bajo el estigma de su arte inenarrable.
El único consuelo que nos queda es que somos sabedores de los pocos puestos que existen para hacer todos los carteles y, si entra uno tiene que salir otro, o varios, vete tú a saber. Menos mal que, en el toreo sucede algo parecido a la muerte, que nadie sabemos el día que nos tocará; en los toros sucede lo mismo, nadie sabe quién será el elegido, razón por la que todos luchan al unísono con la esperanza de que el milagro forme parte de sus vidas.
En las imágenes vemos en primer lugar a Isaac Fonseca, todo un referente de la novillería actual que el pasado lunes dio su gran dimensión en Madrid y, Antonio Manuel Punta, el diestro sevillano que tanto nos ilusionó en su momento porque tenía eso que se llama «ángel» y que nadie puede descifrar y, pese a todo, al final tuvo que hacerse banderillero y, como se demuestra, todo un gran profesional en su menester.