Quedé conmovido en el día de ayer –como siempre que veo los toros en Villaseca de la Sagra- al ver la novillada que se lidió que, más que novillos aquella era una auténtica corrida de toros. Cierto es que, tras ver un espectáculo taurino en dicho pueblo toledano, cualquiera comprende las razones por las que la plaza se llena todos los días en tan importantísima feria novilleril. Como se comprueba, la verdad hace milagros y mucho más en el tema de los toros en que, ninguna figura del toreo es capaz de llenar una plaza en plenas ferias y fiestas por España donde, como es natural, acude la gente a las ferias pero, en la plaza no entran los que debieran.
Ayer, tres hombres apasionados se jugaron la vida de verdad; y digo verdad porque se palpaba desde lejos el riesgo que estaban asumiendo los chavales puesto que, los tres, Jorge Molina, García Pulido y Tristán Barroso con el lote menos propicio para el éxito, estuvieron a una altura inconmensurable y, lo que es mejor, las orejas en Villaseca de la Sagra tienen tanta importancia como si se cortaran en Madrid; vamos que, no se andan con tonterías a la hora de la concesión de trofeos; se aplica el más absoluto rigor para no engañar a nadie que, en definitiva es lo que debe ser.
Los novillos de Montealto tenían una casta desmesurada, un trapío tremendo, unos pitones íntegros y una morfología acorde al toro en su más viva expresión; vamos que, no eran novillos, eran auténticos toros de los que, entre otras muchas plazas, no se lidian en Sevilla cuando actúan las máximas figuras del toreo. ¡Qué mérito para los chavales, sí señor! Estaba de espectador en dicha plaza Morenito de Aranda al que preguntaron por su éxito días pasados en la plaza de Sacedón. Digo esto porque, en dicha plaza se lidiaron cuatro burros con cuernos para el citado Morenito y David de Miranda que, triunfaron, es cierto, pero nada que ver con el éxito de estos chavales citados en Villaseca en que, con unos toros auténticos e íntegros, además de hacer el buen toreo se jugaron la vida con una verdad que aplastaba.
La lectura que todo esto tiene no es otra que, los muchachos que pasan por Villaseca de la Sagra, llegado el momento, una corrida como la mencionada antes de Sacedón, la matan con la gorra. Lo digo porque, algunos calificarán a dicha feria de novilladas como un atentado hacia los novilleros puesto que, los animales, les llaman novillos porque lo matan los del escalafón novilleril pero, como ayer sucediera, los diestros se enfrentaron a una auténtica corrida de toros que, ni por asomo la podrían ver ni en Córdoba, Valencia y muchas plazas que se califican de primera. ¡Vaya mérito el de estos hombres que, para su dicha, hasta lograron triunfar Jorge Molina y García Pulido que, como es sabido, salieron por la puerta grande.
Ante hombres como Jesús Hijosa, alcalde de Villaseca de la Sagra y organizador de dicha feria novilleril, la denominada como Alfarero de Oro, me quito el sombrero para echárselo a sus pies, no cabe otra opción. Eso se llama afición y, ante todo, una forma honrada de planificar unos espectáculos que, siendo de segundo nivel, novilleros, el coso se llena a diario. ¿Alguien da más?
Me quedo, además de la disposición de los novilleros con su torería, con el trapío de los toros, la emoción que produjeron durante la lidia que, todos, hicieron pasar un calvario a los banderilleros en la ejecución del segundo tercio. Un espectáculo admirable donde los haya puesto que, gracias al toro, una vez más pudimos admirar la verdad que supone la majeza del toro; una verdad que, para encontrarla tenemos que ceñirnos al toro auténtico puesto que, el burro adormilado no tiene verdad alguna y, para mayor desdicha, es el que ha echado a las gentes de las plazas y, las figuras todavía se preguntan por qué no llenan los recintos taurinos. No hace falta ser muy listo para entender lo que digo.