¿Cuántas desilusiones nos deparará esta temporada? ¿Quién lo sabe? Una comienzo de año atípico, marcado por una crisis sanitaria, que prevalecerá en la historia mundial, y por supuesto en la historia taurina. Para muchos ganaderos puede ser el adiós al futuro. El adiós a una tradición. Un momento duro, que muchos están pasando en silencio, aguantando para sus adentros estoicamente lo que se nos cierne encima. Héroes del campo, que cada mañana se guardan sus sentimientos para atender a sus reyes y reinas que les esperan cada día.
Desde hace años, muchos años, ser ganadero de bravo no se hace por dinero, sino que se hace por afición, tradición, amor al campo bravo y a los tesoros genéticos que muchos preservan en sus dehesas. Para muchos, los más modestos, las temporadas son inciertas, nunca se sabe bien cuando puede comenzar y como puede acabar. Siempre resistiendo las adversidades del circuito creado por las figuras.
Esta crisis, no hará distinción, entre grandes y pequeños, porque a todos afectará, tal vez no por igual, pero el sentimiento del ganadero será el mismo. En estos momentos las 7 asociaciones del toro de lidia, más las dos de mayorales, tienen que estar aterradas por el futuro incierto. La solución de muchos ha sido enviar los toros a los mataderos, aligerar la ganadería. El precio de la carne está rozando límites negativos históricos, a 1 euros el kilo, que vergüenza. En algunos mataderos, ya no aceptan más carne. ¿Qué hace el ganadero ante esta situación? ¿Dónde están los animalistas ahora?
La recurrente frase que se dice de “El torero está hecho de otra pasta”, también se vierte para todos aquellos ganaderos, que cada día trabajan, de sol a sol, para cuidar a sus reses, o mantener a sus toros. Muchos estarán sufriendo una angustia inimaginable, tocados anímicamente, que probablemente estarán tragándose solos este calvario, para no preocupar a su familia.
No estáis solos, somos muchos los que pensamos, y padecemos junto a ustedes. Deseando que alcéis las voces unidos para apoyaros de manera unánime. Gloria a todos estos defensores de la bravura, guardianes de tesoros genéticos únicos, que le dan color y variedad a esta piel de toro que conforma el campo bravo.
La administración debe de tomar cartas en el asunto, y no cuando pase todo, sino ahora. Porque tal vez cuando pase todo, sea demasiado tarde para algunos. Para muchos es su sustento, para otros es su afición, pero para todos es su pasión. Ayudar al campo bravo es una labor que mitigaría la crisis que se cierne sobre el mundo ganadero.
Por Juanje Herrero