Una de las estrategias favoritas de los políticos interesados en prohibir la Fiesta es tratar de prohibir la entrada de menores de edad a las plazas de toros; con ello pretenden desalentar a los potenciales nuevos aficionados. El argumento es absurdo: los niños que ven corridas de toros se volverán violentos. Nada más falso. Uno de los días más bellos de mi vida fue aquel en que mi padre me llevó por primera vez a la plaza México.

Esa primera vez experimenté un impacto brutal: el tamaño de la plaza, el gentío, los puestos de recuerdos, el ambiente… El color dorado de la arena, el violento rojo de las tablas, el abigarrado desfile de toreros y cuadrillas con sus ternos multicolores, el peto de los caballos, el rosa mexicano de los capotes de brega extendidos como flores brillantes que se movían cual si tuviesen vida propia… y el negro desafiante del toro con sus cuernos blanquísimos y su colorida divisa.

Y, sobre todo, el valor impresionante de los toreros -de oro y de plata- que con su audacia y valentía son capaces de crear arte delante de la muerte. Salí maravillado, salí extasiado; llegué a casa fascinado a dibujar todo lo que había vivido aquella tarde.

Desde entonces he regresado cada año a sus tendidos y nunca he sido una persona violenta…He platicado con muchos aficionados y la mayoría de ellos también recuerdan con especial cariño aquella primera vez. Es una experiencia maravillosa, porque muchas veces es nuestro progenitor quien nos induce a vivir ese momento.

En lo personal han pasado casi sesenta años de aquel domingo y aún lo tengo presente entre mis más añorados recuerdos… Gracias papá, por aquella primera vez.

Alberto Hernández, escultor taurino

En la imagen vemos otra obra escultórica de nuestro compañero, en esta ocasión una oda al rejoneo.