El establishment ha acomodado el término negacionista para referirse a todos quienes no estamos comulgando con las ruedas de molino pandémicas. He puesto la palabreja en cursiva para puntualizarla haciendo hincapié en que se trata de un anglicismo que ya ha sido perfectamente definido en nuestro diccionario de la Real Academia de la Lengua. Si tenéis curiosidad podéis buscar su significado para disfrutar con la precisión acuñada por nuestros académicos.

Este grupo de personas que ejerce el poder ha lanzado el vocablo para que los medios y el vulgo lo conviertan en el insulto perfecto para aplicar a quienes disentimos con las medidas que se nos vienen aplicando con el objetivo de someternos poniendo como excusa propiciatoria a ese virus importado de China.

Tras aceptar que la pandemia supone un problema de extrema gravedad, que la situación está arraigando para quedarse y que entre todos debemos cumplir unas vitales normas y cuidados sanitarios, me declaro negacionista ante el planteamiento obsceno de darnos a elegir entre salud y pan, en primer lugar, para continuar girando la tuerca y que pronto estemos en el brete del pan o la libertad.

Me niego a tragar con tantos medios coercitivos como nos imponen en todos y cada uno de los ámbitos de la vida cotidiana, desde que pisamos la calle hasta que regresamos a casa, pues incluso han creado prohibiciones para evitar nuestra normal convivencia dentro del hogar, y me niego a aceptar al mismo tiempo que se permita la entrada de nadie en España, sea quien sea, sin control o con un mero filtro aleatorio que parece diseñado únicamente para darle bombo en el Telediario. Tan grande recorte de libertades para los españoles de fronteras para adentro debería exigirse con la misma contundencia para todos aquellos que llegan desde fuera.

Teniendo este portal un puro enfoque taurino, también me voy a declarar negacionista porque me resulta imposible de aceptar como algo lógico el hecho de que el Gobierno de España -Dirección General de Bellas Artes, dependiente del Ministerio de Cultura- en medio de todo lo que está sucediendo, haya aceptado la concesión del Premio Nacional de Tauromaquia a la Fundación Toro de Lidia. Bienpensando, puede haber sucedido que el Jurado haya tenido la oportunidad y el arte de metérsela doblada a los socialcomunistas para homenajear a quienes tan bravamente se están batiendo en pro de los toros, pero en cuanto uno cae en la tentación de pensar mal, el razonamiento se va planteando en la esfera opuesta, porque ¿qué sentido tiene que quienes niegan el pan, la sal, el agua y el aire a las personas que tienen que ver con los toros, hayan decidido galardonar a una entidad que los representa? ¿Habrá sido una pretensión del Gobierno para congraciarse con los toros, aunque sea de pacotilla? O contrariamente, ¿podría haber sido una maniobra para agradecer que la Fundación esté ejerciendo su oposición a golpe de comunicados?

La suscripción popular no cupo de gozo celebrando este premio que, mucho me temo puede traer gato encerrado, según va mostrando la perspectiva de las semanas transcurridas. Lo que sea ya sonará, pero sólo los infelices barajan la posibilidad de que dicho sonido pueda ser melodioso, aunque por ahí sigan los entusiastas haciendo palmas con las orejas. Nos toman por tontos y se quedan cortos en el calificativo, tanto dentro de los ruedos como en los ámbitos populares, donde ya se ha acatado la sumisión ante las imposiciones, sandeces e incongruencias.

Nada es lo mismo que el nihilismo y usted no nada nada porque yo no traje traje. Cumpliendo escrupulosamente con mis obligaciones como ciudadano y como aficionado, ante las ocurrencias pandémicas absurdas, ante la pasividad de la reconstrucción de los toros y ante la timovacuna con la que quieren usarnos para experimentar, me declaro negacionista de una gran tomadura de pelo. Como no puede ser de otra manera.

José Luis Barrachina Susarte