Es increíble la obsesión del toreo actual, empezando por la figuras, por la procedencia Domecq, habiendo encastes (como Murube, Contreras o Hidalgo Barquero), que no tienen nada que envidiarle en cuanto a nobleza y calidad, los dos condicionantes de semejante obsesión.

El encaste Hidalgo Barquero fue el primero que se formo a partir de la cruza de dos castas fundacionales: Vazqueña y Vistahermosa. Lo creó, en 1825, el canónigo Don Diego Hidalgo Barquero, que da nombre al origen, con origen, mayoritariamente, Giraldez, de casta Vistahermosa. A esto hay que añadir los dos utreros, que luego padrearían, cedidos por el albacea testamentario, el general Quesada, de Don Vicente José Vázquez. Por tanto, ambos hechos suponen la implantación del germen de la ganadería.

En 1841, adquiere la vacada Don Joaquín Jaime Barrero, cuya posesión fue fugaz, pues fueron varias las manos que la tuvieron, hasta llegar a Don Carlos Otaolarruchi, un acaudalado bodeguero. Fue durante su gestión, cuando adquirieron (o incrementaron, más bien) su prestigio. Prueba de ello es que los “Otaolas”, junto con los de José Manuel de la Cámara, de idéntica procedencia, eran las reses predilectas del Guerra. Se mantuvo en la propiedad de la familia bodeguera hasta 1908, que es adquirida por Gutiérrez Agüera, quien vende una punta de ganado, dos años más tarde, a Medina Garvey y, el grueso de la vacada, a Don José Domecq, el primer Domecq ganadero. Este último incrementó las reses de su propiedad con ganado de Surga, cuya procedencia es Vazqueña y Murube, y con sementales del Marqués de Tamarón (origen de los toros del Conde de la Corte). Tras catorce años de gestión, es vendida a Don Antonio Peñalver, cuya viuda lo enajena a los hermanos Pallarés Delsors, que fueron quienes la trasmitieron, finalmente, a Don José Benítez Cubero, en 1935.

El marchenero añadió dos sementales de origen de Don Antonio García Pedrajas, en 1943. Por tanto, ultimo con esta definitiva cruza el coctel que significa la ganadería de Benítez Cubero, una de las más emblemáticas del campo bravo. Se trata, sin duda, de un encasta propenso a la escasez de fuerzas, aunque no de poder. Por ello, todos los ganaderos que la han poseído han pretendido atenuarlo. Son reses de capa berrenda aparejada en su mayoría, en las que se ha pretendido seleccionar altas dosis de casta y de nobleza, difícil conjunción donde radica el misterio (o milagro, mejor dicho) de la bravura. Su época de máximo esplendor, desde finales de los cincuenta, hasta principios de los ochenta, los Benítez Cubero propiciaron éxitos a los estoques de por entonces: el Cordobés, Diego Puerta, Paco Camino, entre muchos otros. Sin embargo, fue Curro Romero quien mejor se identifica con la época más glorias del hierro.

Todas las ganaderías de origen Hidalgo Barquero, entre las que cabe añadir a Jodar y Ruchena y a Lora Sangrán, han sido relegadas a los festejos de rejones y populares. Esto se debe a su templanza y clase en el galope, algo parecido a Murube.

A pesar de los pesares, nos quedamos con el cariño y la fidelidad de la familia Benítez Cubero por un encaste único, que esperemos que en el futuro reverdezca los éxitos de su glorioso pasado.

 

Por Rafael Falcon