Óscar Higares es un torero que puede presumir de mantener uno de los idilios más fuertes con la afición más purista en los años 90. Un torero que irradiaba personalidad, con valor seco, gusto y pureza, se ganó sus triunfos sin que nadie le regalara nada. Esto hizo que fuera uno de los iconos en la plaza de Ceret de la década de los 90, enfrentando corridas de Adolfo Martín en los años 1994 y 1995, en el 98 estaría “acartelado” con los toros de Carmen Palha, gestas que todavía recuerdan en territorio francés.

Todavía en Madrid recuerdan aquella tarde del 20 de junio de 1993, donde una corrida aburrida y anodina, puso como colofón un faenón de historia de Higares que toreo a un Victorino Martín con la verdad como argumento principal, acompañado de empaque y torería como argumento secundario, acabando la faena con dos apéndices y el delirio de una afición entregada que le acompañó en la puerta grande.

Una vida llena de recuerdos y anécdotas, siempre toreando variedad, manteniendo vivo al encaste minoritario entre naturales y derechazos. Hoy hablamos con él, para que nos volviera a explicar de mi primera persona su anécdota camino a Ceret.

“Ya sabes que Pamplona y Ceret coinciden en la fecha, acabamos en Pamplona y salimos rápidamente camino de Ceret, -casi 6 horas de viaje- el día siguiente por la mañana hacia el paseíllo alas 11h. No me acuerdo si fue en el 94 o 95, pero si recuerdo que a eso de las 3 de la mañana, la furgoneta nos dejó tirados, en medio de la nada. Un momento de bastante estrés, estábamos en una gasolinera, y el seguro no tenía a nadie disponible debido a las altas horas de la madrugada. Ni corto, ni perezoso, me fui hablar con una pareja que iba camino de Francia, les expliqué la  situación, el momento de angustia que vivía, y por suerte no tuvieron problema para llevarme. Llegué al hotel con el tiempo justo de ponerme el traje de luces y poco más, esa mañana hice el paseíllo sin  mi cuadrilla. Explique la situación antes, y pude torear mi toro con la ayuda de las cuadrillas de los otros compañeros. Al final mi cuadrilla llegó para el segundo toro. Una anécdota sin duda”

El talante de solidaridad de unos desconocidos, propiciaron que este torero cumpliese con su compromiso. Momentos de tensión, desazón y alegría los vividos todo en una noche intensa que se torció pero por suerte no fue irremediable. Todos estos momentos construyen no solo el carácter del matador, sino que enriquecen de manera las vivencias de la tauromaquia.

Por Juanje Herrero