Era la corrida esperada por la afición puesto que, los toros de Álvaro Martínez Conradi  gozan de gran predicamento por aquello de que no los quieren las figuras. Digamos que, ha sido una corrida variada, con toros con muchos matices, resaltando, sin lugar a dudas, el primero de la tarde en la que El Cid ha bordado el toreo. Un animal bravísimo, noble, sin el menor atisbo de maldad; en definitiva, todos los atributos para el gran éxito que, El Cid, casi que lo ha logrado. Su faena ha sido bella, espléndida, muy bien estructurada y, para un hombre que él que, por las circunstancias que le rodean ha toreado muy poco, ha dado la sensación de llevar muchos festejos sobre sus hombros. Una actuación muy meritoria que, de no haber caído la espada un tanto baja, el premio era de dos orejas con clamor. Un retorno el de El Cid con toda la dignidad del mundo que, como digo, ha bordado el toreo por ambas manos.  En su segundo, un toro muy noble pero con las fuerzas justas no ha permitido que El Cid redondeara la tarde. Ha estado muy digno y Sevilla le ha ovacionado.

A la corrida, en su conjunto, le ha faltado fiereza y fuerzas. Una pena porque las hechuras de los toros eran bellísimas. Siendo así me sigo preguntando, ¿dónde está el peligro de los toros de La Quinta? Lo digo porque, cuando alguien se apunta a estos toros, las reacciones de los periodistas, incluso de los taurinos, parece que se hayan apuntado a la de José Escolar para matarla en el mes de agosto en Madrid. Nada de eso. Como dije, El Cid hacía muchos años que no tenía enfrente un toro tan  noble como su primero. Nada que temer, todo lo contrario. Hoy, si los señoritos del escalafón has visto el toro del que hablo, seguro que se apuntan para lo que queda por lidiar de dicha divisa.

La desdicha más grande le ha caído encima a Daniel Luque que, como es sabido, torea lo que salga por toriles y, muy malo debe ser para que el diestro no consiga el triunfo. La gran virtud de este torero es que le sirven todos toros; hace años que no le vemos con el agua al cuello. Y su gran defecto es que, por consiguiente, no tiene misterio. Sea como fuere, viendo el toro que tenga enfrente, en el primer muletazo ya sabemos qué hará. Como diría Facundo Cabral, prefiero sorprenderme antes que saber. Y es cierto. Mala cosa es que adivinemos lo que hará el torero. Y Daniel Luque lleva esa cruz.

Ha tenido Luque dos enemigos casi calcados, sin apneas fuerzas, con mucha nobleza pero que no tenían el menor atisbo de trasmisión. Teníamos la sensación de que, Álvaro estaba compitiendo con Juan Pedro si de sosería hablamos. Luque ha toreado con mucha corrección pero, aquello ha pasado desapercibido. Yo prefiero al Luque que hemos visto en sus tardes más cabales frente al toro encastado. Con ese tipo de animalitos como le han caído en suerte, verle es casi una condena. Ha matado como suele hacerlo y se ha llevado el silencio de la plaza, tampoco aquello daba para más.

Emilio de Justo que ha cortado una oreja en cada toro, su labor merece mucho análisis. En su primero que tenía un poquito de casta, tampoco se comía a nadie, De Justo ha estado vibrante con el animal, tanto por un pitón como por el otro. Fijémonos que, lo que para mí era una virtud del toro, esa casta de la que hablo, los aficionados de Sevilla no lo han terminado de ver porque, igual querían que la faena del extremeño fuera de la misma calidad que mostró El Cid y, eso era imposible porque cada toro es distinto al resto de sus compañeros. Como explico, Emilio ha estado muy por encima del toro en varias series de mucha enjundia. Ha matado de un estoconazo de libro y, la oreja que se le ha concedido ha sido muy dadivosa; no por demérito del diestro, más bien, porque la faena no tuvo el calado esperado, por tanto, la petición fuerte que hace que un trofeo sea de ley. Se segundo ha sido el toro más difícil del festejo; tenía mucho motor, casta y, por momentos, deseos de coger al diestro. De Justo le ha planteado una faena fiel a su estirpe y, como tantas veces ha hecho en su carrera, su labor ha tenido mucha emoción, la que suele faltar siempre en las tardes de las figuras. A De Justo, hoy no se le puede achacar que ha matado el borrego adormilado, todo lo contrario. Incluso, en un par de ocasiones el toro ha hecho un amago para cogerle. Ha brillado la firmeza del torero que, ante este tipo de toros es capaz de crecerse como pocos; no es menos cierto que, en dicha materia es un experto. Ha matado de un gran espadazo y en esta ocasión la oreja ha sido justísima.

Al final, hablamos de una corrida muy entretenida pero que, si somos sinceros, esperábamos más motor y pujanza de dichos toros. Si el primero ha sido uno de los grandes toros de la feria porque reunía casi todas las virtudes que todos soñamos en un toro bravo, el resto, con los matices apuntados, no han dejado un recuerdo imborrable. Cierto y verdad que, muchas peores corridas han salido en esta feria, por tanto, en esta ocasión, quejarnos es casi un sacrilegio.