Estamos en la semana torista de Madrid y, en el día de ayer Pepe Escolar trajo a Las Ventas la corrida que todos esperábamos, eso sí, anhelábamos que algún toro nos hubiera estremecido por aquello de veinte arrancadas de lujo para alguno de sus lidiadores y, nada pudo ser. Era esa corrida de antes que ahora apenas nadie sabe apreciar pero que, como se pudo ver, todo el mundo tuvo el corazón en un puño en el transcurso del festejo porque lo que se dice emoción la tuvimos a raudales.

Salieron vivos los chavales y el éxito no podía ser mayor. Y como al perro flaco todo se le vuelven pulgas, para colmo, Eolo, tan cabrón como siempre, ayer actuó de forma tempestuosa para que los toreros pasaran, además del trago de los toros, el mal rato sosteniendo la muleta como podían porque eran descubiertos en cada instante. Un mérito tremendo el de los chavales de ayer que nadie les objetará absolutamente nada porque, repito, salir vivo o ileso ya era un mérito increíble.

La de ayer es la otra fiesta, la antigua, la que nada tiene que ver con la parodia que muchas veces nos obsequian. Es cierto que apenas nadie puso ponerse bonito pero, la gran verdad quedó explícita ayer en el ruedo de Madrid cuando comprobábamos que tres chavales ilusionados se jugaban la vida sin cuento. Si las corridas, en la actualidad, salieran genéricamente como la de ayer en Madrid, los mandones de la fiesta no serían otros que los que ayer hicieron la gesta de jugarse la vida de verdad, sin mácula, sin cuento, sin remilgos y sin engaños.

Fernando Robleño es un auténtico torerazo al que muchos neófitos igual lo descubren ahora. La pena es que, en la tauromaquia actual, Robleño, autor de los pasajes más importantes de ayer en Madrid, apenas cuenta para nada. Si en su primero pasó un tremendo calvario porque no podía ser de otro modo, se sacó la espina en su segundo que, sin que el toro le regalara nada, Robleño le extrajo un puñadito de muletazos que, de haberle acompañado el toro un poquito más hubiera cortado la oreja más justa de la feria. Pero eran muletazos bellos ante un toro que se lo quería comer y, para colmo, como sus compañeros, luchando contra los imponderables del viento asqueroso y ruin que tenía más peligro que los propios antagonistas de los toreros. Feliz vimos a Robleño en la vuelta al ruedo puesto que nadie como él era sabedor de todo lo que pasó para poder recibir aquellas ovaciones.

Gómez del Pilar pechó contra un lote criminal, como en realidad fue toda la corrida. Aquello era un cántico entre la vida y la muerte. El chaval, de su parte puso todo lo que pudo y mucho más porque los toros buscaban sangre, herir a los toreros porque las intenciones que llevaban quedaron a las claras cuando los toreros se ponían delante. Una pena que Gómez del Pilar no tenga más suerte porque lo que se dice, afición, disposición y entrega la tiene para parar mil barcos. Claro que, la suerte no es para el que la busca pero sí para el que la encuentra.

Pese a todo, pudimos ver la torería de Ángel Sánchez que no es un cualquiera. No tuvo enemigos propicios para mostrar lo que lleva dentro pero, en los esbozos que nos pudo mostrar, adivinamos un torero de mucha entidad con una calidad enorme; repito que, por momentos, entre ráfagas de viento y embestidas inciertas de los toros, se barrunta un torero interesantísimo que nos desdeña junto a nadie. Muy bien este chaval que además de vivo, salió ovacionado de Madrid, como no podía ser de otro modo. Al final, lo juro, respiramos todos tranquilos porque aquello olía  a hule una cosa fea. Y pensar que Pepe Escolar indultó dos toros en la pasada temporada eso nos deja inquietos. ¿Cómo serían? Uno de esos podía haber venido ayer a Madrid, pero no, la suerte sigue siendo caprichosa.

Además de la emoción que pudimos sentir en todo el festejo porque nadie comió pipas ni se aburrió, como un gran lujo en la tarde nos dimos la fiesta de admirar a esos grandes toreros como son Iván García y Fernando Sánchez entre otros que, hicieron las delicias con el capote y banderillas. Con los palos, Sánchez y García son la máxima autoridad para disfrute de los aficionados.

Pla Ventura